El 'caballo' y los caballetes
La ca¨ªda de los alquileres lleva a pintores 31 bohemios a las zonas degradadas de Gran V¨ªa
Decenas de artistas se han congregado en la parte posterior de la Gran V¨ªa, en las mismas calles donde se buscan la vida las prostitutas y los yonquis. La degradaci¨®n de la zona ha hecho que los alquileres sean considerablemente m¨¢s bajos que en su entorno y que en otros puntos c¨¦ntricos de la capital. Es la ¨²nica manera de tener un estudio en un lugar que no pille a trasmano. Se trata, despu¨¦s de todo, de una zona bien comunicada en la que abundan las tiendas de materiales. "Ellas saben que somos pintores, y nosotros sabemos que son putas: nos respetamos", dice uno de los artistas.
Ellos dicen que no, que no tienen problemas, pero los ven continuamente. Cuando ellos terminan, sobre las diez de la noche y salen a coger el metro con las manos manchadas de pintura, la calle comienza a bullir con personas que se dedican a otro trabajo menos bohemio: la prostituci¨®n; y con quienes rodean ese mundo, chulos, yonquis, traficantes de poca monta.Santos Garc¨ªa, de 42 a?os, es m¨¦dico, est¨¢ casado y tiene dos hijos. Hace m¨¢s de 12 a?os que pinta. Aprovecha las horas libres que le dejan las guardias en su hospital. "Vengo tres o cuatro veces por semana, lo m¨¢s que puedo", dice. Para ¨¦l, como para el resto, resultaba problem¨¢tico montar un estudio en casa. Y costearlo fuera no est¨¢ al alcance de quienes no pueden vivir del arte. "Lo que sacamos de algunas ventas nos llega para los materiales y el alquiler. Nada m¨¢s. No se vive de esto. Pintar es una necesidad interna", dice Martina Dasnoy, pintora y grabadora.
Santos afirma que el precio de sus alquileres est¨¢ indisolublemente unido a la zona. ?l comparte su piso con otros tres artistas, en un edificio de la calle del Desenga?o dedicado a oficinas. El precio que paga al mes, 60.000 pesetas en total. "Entre cuatro resulta asequible".
Historia de una modelo
El piso de al lado tambi¨¦n est¨¢ ocupado por pintores, y en el ¨²ltimo hay otro estudio, el de Martina Dasnoy, Isabel Uceda y Joaqu¨ªn Mill¨¢n. Desde su terraza se ve la azotea de los edificios colindantes. Dos n¨²meros m¨¢s abajo, unos lienzos en la terraza confirman que hay otro estudio all¨ª. Joaqu¨ªn se?ala hacia arriba de la calle: "All¨ª viven otros compa?eros. Creo que en su edificio hay varios pisos ocupados por pintores. Habr¨¢ unos 40 o 50 artistas en las inmediaciones. En este edificio creo que llegamos a 20". Muchas tardes se re¨²nen en el bar La villa de Ver¨ªn. ?se es otro aliciente m¨¢s. "Es fundamental intercambiar ideas y noticias, saber qu¨¦ proyectos hay", comenta Santos.La experiencia de Martina e Isabel se parece a la de los dem¨¢s. Ellas se concieron en una academia y gracias a un compa?ero llegaron a esta zona. "?l ten¨ªa un estudio en Desenga?o, 8. "'Decidimos coger un piso con Joaqu¨ªn, en el n¨²mero 4, hace ya unos seis a?os. Estuvimos all¨ª hasta que el due?o nos subi¨® el precio estrepitosamente. De 50.000 a 70.000 pesetas.
Sue?an con que les llamen de una galer¨ªa, y mientras tanto la bohemia y la miseria se dan la mano a las diez de la noche. "Hemos visto cosas muy fuertes, a las que no te acostumbras nunca. Como a una puta ense?¨¢ndole a su chulo que ah¨ª no llevaba dinero escondido, o a un tipo tirado entre dos coches con una aguja clavada en el brazo", comenta Martina. Pero m¨¢s terrible es cruzarse alguna vez con una joven prostituta que se dedica a esto para comprar hero¨ªna, demacrada, cada d¨ªa m¨¢s destrozada, que antes fue modelo en la escuela de Bellas Artes. Muchos de ellos la han dibujado. "Baja la cabeza cuando nos ve. Nunca nos saludamos, y ella nos reconoce, como nosotros a ella", dice Joaqu¨ªn, y a?ade con una sonrisa: "Lo m¨¢s divertido es ver a final de mes las colas de jubilados que vienen a darse una alegr¨ªa con la paga reci¨¦n cobrada".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.