Unos segundos para el traspaso de poderes y las despedidas
Al grito de hop, los guardias uniformados se iban cuadrando al paso de Bill Clinton hacia el Capitolio. A lo largo del recorrido de m¨¢rmol que conduce al estrado donde jur¨® su cargo como presidente de Estados Unidos, decenas de personas romp¨ªan el protocolo y alargaban su brazo para estrechar la mano del hombre que ha prometido repetir "el misterio de la renovaci¨®n de Norteam¨¦rica". A unos pasos de distancia, George Bush alargaba la suya tratando de mantenerse entero.
Las trompetas sonaron y se hizo el silencio. Todas las fiestas se interrumpieron ayer en Washington y la ciudad qued¨® contagiada de una intensa solemnidad. Cientos de miles de norteamericanos ocuparon la explanada que rodea el Capitolio para asistir a la ceremonia que simboliza la grandeza del sistema norteamericano. Detr¨¢s de Clinton, que desde ayer firmar¨¢ oficialmente William J. Clinton, y no Bill Clinton, como cuando era gobernador de Arkansas, se sentaron el ¨²ltimo presidente dem¨®crata, Jimmy Carter; el l¨ªder surafricano Nelson Mandela y el periodista de la cadena de televisi¨®n CNN Wolf Blitzer.
La transici¨®n entre presidentes discurri¨® en segundos. Al terminar la jura, Clinton y Hillary, que vest¨ªa un abrigo azul el¨¦ctrico con sombrero a juego y una lazada dorada al cuello, salieron a las escaleras del Capitolio a decir adi¨®s al matrimonio Bush.
George Bush y su esposa, Barbara, con un conjunto lila, subieron al helic¨®ptero que les llev¨® hasta el avi¨®n que les trasladar¨ªa a la casa que han alquilado en Houston hasta que encuentren una vivienda definitiva. Dan y Marilyn Quayle sal¨ªan tambi¨¦n ayer de Washington a la misma velocidad con la que se desarrollan los cambios de poder. Quayle saludaba al p¨²blico sin encontrar m¨¢s que t¨ªmidas respuestas. ?D¨®nde est¨¢ James Baker?, se preguntaban los periodistas acreditados en la toma de posesi¨®n para buscar una respuesta a la desaparici¨®n de la mano derecha de Bush de los acontecimientos de los ¨²ltimos d¨ªas.
Limusinas y fiestas
La transici¨®n entre dos generaciones se prolong¨® lo justo para permitir un par de despedidas. El nuevo Cadillac blindado negro de Clinton recorr¨ªa la ciudad con la bandera presidencial al aire al tiempo que un gigantesco cami¨®n de mudanza descargaba sus muebles en la Casa Blanca.
Nunca antes se hab¨ªan visto tantas limusinas en Washington, tanto j¨²bilo popular ni tantas fiestas. Tambi¨¦n se percibe estos d¨ªas la llegada de miles de empresarios y profesionales de todo el pa¨ªs, que se han trasladado a la capital federal para calibrar de cerca las intenciones de cambio de la nueva Administraci¨®n. Incluso los vagabundos han sustituido las frases de compasi¨®n de sus carteles con peticiones para el nuevo ocupante de la Casa Blanca. Los norteamericanos ven hoy el futuro con esperanza; algunos incluso rezan.
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