Un espectacular desfile al estilo de Hollywood en honor del presidente
Bill Clinton recorri¨® a pie los ¨²ltimos metros del camino que separa el Capitolio de la Casa Blanca. La multitud que aguardaba para verle hizo que el aire se ti?era del azul, rojo y blanco de las banderas y que sus gritos contagiaran el entusiasmo a trav¨¦s de varios kil¨®metros en una ciudad desierta de coches e invadida ayer por la fiesta. Ni el mejor cineasta de Hollywood, con todos los extras del mundo, hubiera podido transmitir la misma emoci¨®n que tuvo ayer esta escena real de j¨²bilo que se desarroll¨® en la avenida de Pennsylvania en Washington.
Alfred Vernon nunca hab¨ªa visto nada igual y eso que este jubilado de 70 a?os lleva asistiendo a inauguraciones presidenciales desde 1947. Ha presenciado tantas que no recuerda si han sido siete u ocho presidentes a los que ha visto desfilar, pero la ceremonia de bienvenida a Bill Clinton no se le olvidar¨¢. "Hoy todo el ambiente tiene algo de especial, hay algo diferente en el j¨²bilo de la gente. Esta vez parece que' creemos que las cosas se pueden cambiar de verdad", explica.Por primera vez, el desfile de ayer ten¨ªa tribunas de 10 d¨®lares junto con las tradicionales de 100 d¨®lares el asiento. El p¨²blico era una mezcla de todos los sectores que han apoyado a Clinton: bandas de j¨®venes de barrio con gorras de Malcolm X, enfermeras, organizaciones homosexuales, banqueros, madres solteras y ricos liberales.
Clinton recupera la perspectiva que hab¨ªamos perdido durante la ¨¦poca de los republicanos y recupera la fe en volver a ser un gran pa¨ªs", explica Richard Levy, propietario de negocios inmobiliarios en Nueva York. Este jud¨ªo, que ha venido invitado por la Banca Riggs, considera que Clinton favorece a muchos sectores y, entre ellos, al mundo del dinero.
Los norteamericanos respetan a sus presidentes, pero lo adoran a aquellos que les ayudan a plasmar sus sue?os. Clinton era ayer la esperanza dorada de las 400.000 personas que asistieron desde- Washington a la inauguraci¨®n y de los millones m¨¢s que siguieron los acontecimientos por televisi¨®n.
Dormir en la Casa Blanca
El hombre de Hope (esperanza en ingl¨¦s) presenci¨® desde una cabina de cristales blindados, situada ante la Casa Blanca, el homenaje de las bandas de m¨²sica, militares y organizaciones c¨ªvicas de los 50 Estados que desfilaron ante ¨¦l.
A su derecha, su esposa Hillary Clinton permanec¨ªa sentada junto a su hija Chelsea. La primera dama llevaba un atuendo que parec¨ªa una copia de los de la reina de Inglaterra s¨®lo que comprado por un cat¨¢logo por correo. El presidente estaba exultante, se levantaba, golpeaba la espalda de los camareros, abrazaba a sus invitados y cantaba. Durante un momento su expresi¨®n se tom¨® grave mientras el secretario de Estado, Warren Christopher, le susurraba cosas al o¨ªdo.
Inmediatamente despu¨¦s se sent¨® junto con su mujer y le cont¨® algo que hizo que ella tambi¨¦n dejara de sonre¨ªr. La hija de 12 a?os de Clinton, Chelsea, vestida con un traje escoc¨¦s parec¨ªa cansada de tantas emociones. Hac¨ªa tan s¨®lo unas horas que hab¨ªa cantado en un escenario junto con Michael Jackson e iba a dormir por primera.vez en la Casa Blanca. "Pobre ni?a", dec¨ªa una de las voluntarias del desfile 11 pronto los c¨®micos van a hacer chistes a su costa. Est¨¢ en una edad tan dificil. y adem¨¢s tiene un aspecto tan poco agraciado".
Las majorettes de Little Rock pasaron en ese momento por delante del que fuera hasta ayer el gobernador del Estado de Arkansas. Clinton salt¨® de su asiento y se?al¨® a una de ellas: "Conozco a tu padre", le dec¨ªa con grandes aspavientos.
La banda Orgullo Troyano, de Hot Springs, la ciudad en la que el nuevo presidente vivi¨® durante su adolescencia, precedi¨® al equipo paral¨ªmpico y algunas de las figuras del deporte norteamericano como el atleta Carl Lewis. Unos metros m¨¢s atr¨¢s, en perfecta formaci¨®n, los oficiales de la marina hac¨ªan crujir contra el asfalto sus zapatos de charol negro.
En el ambiente se respiraba la misma electricidad que se ve en algunos conciertos de rock. La multitud ten¨ªa ayer un mismo deseo y ni se empujaba ni se gritaba. Parec¨ªa un pacto de felicidad inquebrantable. El senador Edward Kennedy asist¨ªa junto con una decena de miembros de su familia al d¨ªa hist¨®rico.
Kennedy, hermano del presidente que impuls¨® a Clinton a dedicarse a la pol¨ªtica, declar¨® a este peri¨®dico su sensaci¨®n sobre la jornada: "He tenido que esperar muchos a?os hasta volver a ver esto. Es la vuelta de la esperanza".
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