El taxi, a prueba
La picaresca de algunos y las infracciones de otros pesan sobre un sector de 15.500 licencias
Quince mil taxis circulan por Madrid. Un colectivo tan grande ha de incluir, por fuerza estad¨ªstica, personas de todos los pelajes.. Por tanto, miles de profesionales dignos se ven afectados, igual que los usuarios, por una minor¨ªa de conductores que basan su negocio en la estafa al cliente y la desconsideraci¨®n con los desavisados. La falta de vigilancia o de trampas policiales para desenmascarar a los listillos deja casi indefensos a muchos ciudadanos, sobre todo a los forasteros. Varios redactores de EL PA?S han puesto a prueba a 35 taxis para elaborar este reportaje. De ellos, 22 incumplieron alg¨²n punto de las ordenanzas. El resultado, no obstante, carece de valor estad¨ªstico.
Ovejas negras en taxis blancos
Dos turistas -en realidad, dos periodistas camuflados- salen del aeropuerto de Barajas con una bolsa de viaje. El grupito de taxistas dice: "Ese, ¨¦se". Y los dos viajeros montan en un Mercedes. Uno de los turistas dice torpemente: "Center, Gran V¨ªa". El taxista recibe la primera se?al: son extranjeros. El coche sale zumbando. Y el tax¨ªmetro tiene tambi¨¦n mucha prisa: de 650 se pasa a 665, o de 800 a 810, aunque a veces salte, como es habitual, de cinco en cinco. Al final, el trayecto Barajas-Gran V¨ªa les costar¨¢ 4.110 pesetas. Nada menos.En el viaje, el conductor hace un gesto, con el pu?o cerrado, a un compa?ero, a la altura de Serrano, como diciendo "aqu¨ª hay dinero". Y lo hay, porque mientras el hombre dice, generoso: "Puerta de Alcal¨¢", se?alando el monumento, el tax¨ªmetro ha sobrepasado las 3.000 pesetas. Cuando se enfrenta al atasco de la Gran V¨ªa, el hombre protesta -"hay qu¨¦ ver c¨®mo est¨¢ esto"- y finalmente, a mitad de la calle, decide que ah¨ª le parece bien dejarles. El contador marca 3.810 pesetas. "Aeropuerto, trescientas, tri", dice el hombre alzando tres dedos y refiri¨¦ndose a las 300 pesetas de suplemento, y anota 4.110 pesetas en total. Fue un alivio que no cobrara por la bolsa -50 pesetas- como dos colegas suyos la misma ma?ana, que decidieron que el paquete sobrepasaba la medida 55x35x25 cent¨ªmetros, cuando no llegaba a ese tama?o y adem¨¢s estaba medio vac¨ªa.
Los pasajeros pagan y se bajan. Piden un recibo por se?as, y el conductor les da un vale con un garabato como firma y con una licencia falsa manuscrita (la 15962, cuando en Madrid hay 15.500 taxis). Y el conductor del coche 01286 se despide con un c¨¢lido apret¨®n de manos: "Bienvenidos a Madrid".
Lo que el taxista no sab¨ªa es que los viajeros hab¨ªan llegado aquel mi¨¦rcoles a Barajas media hora antes por 1.805 pesetas, suplemento de aeropuerto incluido -300- desde un sitio todav¨ªa m¨¢s lejos: el Palacio Real. Esa vez, el taxista tampoco les dio un recibo oficial -extendido por el el ?rea de Circulaci¨®n y Transportes del Ayuntamiento y con la licencia troquelada, como mandan las ordenanzas-, sino uno de su asociaci¨®n. Y tuvo la gentileza de no cobrarles por la maleta.
El d¨ªa hab¨ªa comenzado bien. Los dos periodistas hab¨ªan tomado un coche en Sol y hab¨ªan indicado, aparentando no hablar el espa?ol, que les llevasen a la estaci¨®n de Chamart¨ªn. El taxista, un hombre joven, no s¨®lo les llev¨® por el camino m¨¢s corto como Dios y las ordenanzas mandan, Castellana arriba, sino que tuvo la gentileza de bajarse a coger cambio cuando los turistas le alargaron un billete de 5.000 pesetas. Pero decidi¨® que su bolsa hab¨ªa que pagarla -pese a que su tama?o no rebasaba el establecido en las normas- y se cobr¨® las 50 pesetas de rigor. Total, 1.000 pesetas.
Minutos m¨¢s tarde, los dos viajeros se pusieron delante de la apretada cola de veh¨ªculos blancos de la misma estaci¨®n de tren y le mostraron al taxista el nombre de un hotel, en ¨®pera. El conductor del coche, con licencia 8678, aument¨® la tasa de la estaci¨®n -125 pesetas- en cinco duros, y adem¨¢s cobr¨® por la misma bolsa (50 pesetas). Los turistas intentaron pagar el trayecto con 5.000 pesetas la cifra 1.060 (el tax¨ªmetro marcaba 860) que el hombre anot¨®. No ten¨ªa cambio. Entonces dieron 1.000 pesetas, y luego, 20 duros. El hombre no devolvi¨® nada (sobraban 40 pesetas), pero, eso s¨ª, extendi¨® un recibo oficial por todo lo que le hab¨ªan pagado, 1. 100 pesetas.
Hubo m¨¢s emociones. Despu¨¦s, los viajeros decidieron ir a la calle de Albasanz. Pararon un taxi frente a la cafeter¨ªa Manila, en la Gran V¨ªa y, en una revista, le mostraron el nombre de la calle escrito a mano. "No s¨¦ d¨®nde est¨¢", respondi¨®. Los turistas se quedaron quietos. Despu¨¦s insistieron. "No, no, cojan uno ah¨ª m¨¢s arriba", dec¨ªa el taxista, haciendo se?as, con el pitillo en la mano, de que se bajaran. Y el taxi con licencia 14175 les dej¨® tirados en plena calzada, apenas 50 metros m¨¢s arriba, con los coches pasando alrededor.
"Muy graves"
El siguiente s¨ª les acept¨®, pero no sab¨ªa d¨®nde estaba la calle. Con la bandera bajada, el hombre se par¨® y abri¨® su gu¨ªa de calles, que todos los taxistas deben llevar. La cerr¨® 10 duros despu¨¦s y prosigui¨® viaje. El conductor tambi¨¦n decidi¨® que hab¨ªa que cobrar la maleta.
Total, que ninguno de los seis taxis que los turistas tomaron en una sola ma?ana cumpli¨® las ordenanzas y el sentido com¨²n. Al menos cometieron una decena de infracciones: quedarse con la vuelta, cobrar la maleta o cobrar de m¨¢s directamente -infracciones muy graves, penadas con la suspensi¨®n del permiso de conducir hasta un a?o o la retirada definitiva de la licencia municipal-; manipular el tax¨ªmetro -tambi¨¦n muy grave-; abandonar al viajero sin causa justificada -igualmente muy grave-, anotar una licencia falsa, extender recibos no oficiales... y mirar la gu¨ªa con el tax¨ªmetro andando.
Un grupo de periodistas de EL PA?S ha tomado 35 taxis en cuatro d¨ªas para la elaboraci¨®n de este reportaje. De ellos, 22 incumplieron alg¨²n punto de las ordenanzas del Ayuntamiento, y de ellos, algunos acumularon varias infracciones. La impresi¨®n obtenida es que el grado de conocimiento de la ciudad que muestre el cliente es directamente proporcional a la conducta correcta del taxista. Dos de los conductores cometieron la falta muy grave de bajar al pasajero sin motivo justificado -uno dijo que desconoc¨ªa la calle y otro consider¨® que el viaje no le compensaba-, otros tres dieron una peque?a vuelta, cinco cobraron de m¨¢s y nueve no presentaron factura oficial. Siete de ellos merecer¨ªan, con la norma en la mano, la retirada del permiso durante un a?o o aparcar el taxi para siempre.
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