La pol¨ªtica monetaria
La d¨¦cada de los ochenta empez¨® con una debilidad econ¨®mica mundial y termin¨® en v¨ªas de una recesi¨®n. Ahora que la Am¨¦rica de Clinton parece encaminar se hacia una recuperaci¨®n moderada, es el momento id¨®neo para repasar lo que la historia reciente nos ha ense?ado sobre macroeconom¨ªa.
En primer lugar, hay que reconocer la importancia absoluta de la pol¨ªtica gubernamental. Cuando la opini¨®n p¨²blica daba por sentado que la inflaci¨®n no pod¨ªa controlarse, el presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, sent¨® un ejemplo para los bancos centrales internacionales reduciendo, entre 1979 y 1984, la inflaci¨®n anual, que ten¨ªa dos d¨ªgitos, al nivel del 4% en el que a¨²n se mantiene.En segundo lugar, como predec¨ªan los keynesianos y descartaban los monetaristas y los revisionistas "neocl¨¢sicos", no se pod¨ªan reducir las tasas de inflaci¨®n a menos que se estuviera dispuesto a aceptar unos a?os de recesi¨®n y desempleo. Es la ¨²nica forma en que una moderna econorh¨ªa mixta de mercado puede llevar a cabo ese cometido.
Tercero, estos modelos demostrados en EE UU probaron su validez en repetidas ocasiones en otros pa¨ªses. De hecho, la renuncia en la CE a una mejora a corto plazo del empleo a cambio de una estabilidad en el nivel de precios parec¨ªa especialmente acusada. Los niveles medios de desempleo que Alemania y sus pa¨ªses sat¨¦lites de la Comunidad soportaron fueron m¨¢s altos en los a?os ochenta de lo que nadie pod¨ªa hab¨ªa haber imaginado antes de 1970.
Por ¨²ltimo, la macroeconom¨ªa no existe en el vac¨ªo. Jap¨®n, Corea, Singapur y Taiwan fueron ejemplos dr¨¢sticos de c¨®mo la competencia internacional acab¨® manteniendo a raya el poder sindical en Europa y Norteam¨¦rica.
En el din¨¢mico Jap¨®n, y mientras se obligaba a los exportadores a ser competitivos, la producci¨®n al por menor protegida, el corretaje y la agricultura siguieron unos patrones arcaicos y descuidados.
En octubre de 1987, los bancos centrales pudieron amortiguar la crisis de la ca¨ªda de la bolsa en todo el mundo. Para ellos el reto era apoyarse en el impulso de una larga expansi¨®n a punto de acabarse; en t¨¦rminos de aquella ¨¦poca, idear un "aterrizaje suave" y un crecimiento sostenido de econom¨ªas sin paro.
?Por qu¨¦, en 1990, la Reserva Federal, el Banco de "Jap¨®n, el Bundesbank, el Banco de Italia y el Banco de Inglaterra parec¨ªan estar fracasando en este objetivo? En mi opini¨®n, por dos razones relacionadas entre s¨ª. Todos los bancos centrales en aquella orquesta, siguiendo la batuta de su director, el Bundesbank, die-ron prioridad al control de la inflaci¨®n sobre los dem¨¢s objetivos macroecon¨®micos: la mejora del empleo y el crecimiento econ¨®mico. La segunda raz¨®n, v¨¢lida fundamentalmente en Europa, fue la desafortunada. fijaci¨®n de los tipos de cambio en la CE. Gran Breta?a, Italia y Espa?a, por no hablar de los pa¨ªses escandinavos, no habr¨ªan podido respetar la letra del Tratado de Maastricht sin someter a sus ciudadanos a una prolongada era de austeridad y estancamiento.Poco y tardeEn Estados Unidos, la invasi¨®n de Kuwait por Sadam Husein convirti¨® lo que parec¨ªa ser una ligera desaceleraci¨®n en toda una recesi¨®n. El detonante pareci¨® ser la r¨¢pida ca¨ªda de la confianza del consumidor. La ideolog¨ªa de George Bush, un laissez faire pasivo, contribuy¨® a una espiral a la baja. Y las personas elegidas por Reagan y Bush para la Reserva Federal, bajo la insegura direcci¨®n de Alan Greenspan, hicieron demasiado poco, y muchas veces, demasiado tarde.
?Nos ense?a algo la historia acerca de la importancia de la pol¨ªtica monetaria? Creo que s¨ª. La realidad da a entender que una relajaci¨®n del cr¨¦dito y un recorte en los tipos de inter¨¦s sirven para sostener una econom¨ªa vacilante. Esa tonter¨ªa de Wall Street y de la Reserva Federal de que "la pol¨ªtica monetaria intenta ahora activar los hilos y se ha vuelto impotente" no est¨¢ corroborada por la realidad.
La moraleja est¨¢ clara. El Gobierno japon¨¦s deber¨ªa dejar de intentar encubrir la verdad sobre las insolvencias bancarias y las p¨¦rdidas de activo neto de las empresas. El Banco de Jap¨®n deber¨ªa utilizar las herramientas del siglo XIX de Walter Bagehot y la fuerza del siglo XX de Irving Fisher. Los no economistas del Ministerio de Hacienda deber¨ªan percatarse del hecho de que la austeridad fiscal, apropiada a mediados de los ochenta, es un disparate a pnincipios de los noventa.
Italia y Espa?a se enfrentan a retos m¨¢s dif¨ªciles. A diferencia de Jap¨®n, tienen una tradici¨®n de rigidez salarial y una tendencia estructural hacia tasas de inflaci¨®n m¨¢s altas que en el norte de Europa y en los pa¨ªses de la OCDE. Al igual que EE UU, que hereda el d¨¦ficit fiscal estructural de la era Reagan-Bush, tienen que combinar alg¨²n est¨ªmulo a corto plazo, necesario para contener la recesi¨®n, con una disciplina gubernamental a largo plazo.
Es una tarea dura. Las personas realistas se reservan su juicio pero no renuncian a la esperanza. En EE UU, dadas su baja t.asa de ahorro privado (familiar y empresarial) y su legado reagan¨®mico de derroche presupuestario masivo, tanto en los buenos tiempos como en los malos, se confirma la direcci¨®n correcta que deben seguir los objetivos pol¨ªticos:
1) A largo plazo, idear la forma de compensar la austeridad fiscal mediante la liberalizaci¨®n del cr¨¦dito por la Reserva Federal.
2) Lo mejor para el problema a corto plazo de la escasez de oportunidades de empleo es precisamente esa compensaci¨®n.
3) Puesto que es evidente que la Reserva Federal no va a aceptar ese paquete, lo mejor ser¨ªa que hubiera un agravamiento "temporal" del d¨¦ficit presupuestario: a) de una cuant¨ªa l¨ªmitada; b) con la condici¨®n inherente de que el programa se autodestruya cuando se alcancen los niveles ¨®ptimos de crecimiento y empleo, y de que el incentivo fiscal se centre en inversiones en capital p¨²blico (reconversi¨®n de capital humano, infraestructura) y en desgravaciones fiscales que propicien la formaci¨®n de capital privado (reducciones fiscales a la inversi¨®n).
Esta ha sido una era en que la historia econ¨®mica nos ha ense?ado unas cuantas lecciones inequ¨ªvocas. es premio Nobel de Econom¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.