La larga marcha verde
Considera el articulista que algunas organizaciones agrarias,, aprovechando el contexto pol¨ªtico de un clima preelectoral, han iniciado una larga marcha que, a diferencia de otros precedentes hist¨®ricos, no se presenta como un repliegue estrat¨¦gico, sino como un movimiento de avance t¨¢ctico contra el Gobierno. A su juicio, la agricultura espa?ola tiene futuro si se resuelven los problemas estructurales que pueden estar frenando sus posibilidades competitivas.
"La agricultura est¨¢ mal, es imposible llegar a acuerdos con el Ministerio de Agricultura y hace falta m¨¢s dinero para el campo" ser¨ªa un resumen de sus exigencias, que hunden sus ra¨ªces en un viejo agrarismo que tiende a concebir a la agricultura como algo especial, distinto, necesitada de apoyos y protecci¨®n sin l¨ªmites frente a una sociedad urbana que la margina.Como nadie sensato organiza una protesta de ese tipo sin razones, aunque el hacerlo tampoco les d¨¦ la raz¨®n, puede ser oportuno analizar algunos rasgos de la situaci¨®n de la agricultura y de la negociaci¨®n entre las organizaciones agracias y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentaci¨®n para entender algo de este malestar agrario".
El a?o 1992 no ha sido bueno para el campo ni en Espa?a ni en Europa. Desgraciadamente, parece que tampoco para el resto de la actividad econ¨®mica. Sin embargo, en el caso de la agricultura espa?ola ha habido dos factores coyunturales de peso que ayudan a explicar esos resultados: una sequ¨ªa que ha afectado con intensidad a ciertas zonas y unas cuantiosas cosechas en frutas y patatas que, como es sabido, se traducen en precios bajos para el productor.
Tres. decisiones
Pero, de igual forma, durante 1992 se produjeron importantes decisiones en la pol¨ªtica agraria que est¨¢n empezando a :sentirse positivamente durante este a?o. Por su inmediatez, citaremos tres: la plena integraci¨®n de nuestra agricultura en los mecanismos protectores de la comunidad, los favorables cambios impositivos en el IVA agrario y en la subvenci¨®n del gas¨®leo y, sobre todo, las modificaciones agromonetarias que van a significar subidas adicionales de los precios agrarios institucionales en Espa?a que superan el 10%.
Por otro lado, y aunque el pasado a?o no haya sido bueno, conviene no olvidar algunos datos, como que la producci¨®n final agraria ha crecido un 19%, a precios constantes, durante los ¨²ltimos 10 a?os, o que la renta agraria por ocupado se ha multiplicado por tres durante el mismo periodo, reduciendo apreciablemente la brecha existente con otros pa¨ªses comunitarios. La agricultura espa?ola tiene, sin duda, problemas. Pero obviar esos datos o lanzar el mismo mensaje, tanto cuando las cosas van bien como cuando no, parece poco riguroso.
Tres son, al parecer, los n¨²cleos fundamentales donde se centra la distinta apreciaci¨®n de la situaci¨®n entre el ministerio y las organizaciones agrarias. El primero, la valoraci¨®n de la reforma de la pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n (PAC). En mayo del pasado a?o, la comunidad aprob¨® la m¨¢s importante reforma de su pol¨ªtica agr¨ªcola, que entra en vigor esta campa?a. La esencia de la misma consiste en cambiar el mecanismo de subvenci¨®n hasta entonces efectuado a trav¨¦s de precios institucionales sostenidos artificialmente por encima de los de mercado y pasarlo, en parte, a ayudas directas a la renta de los agricultores. As¨ª, los precios bajar¨¢n -beneficiando a los consumidores-, pero ese descenso se complementa con una subvenci¨®n directa a la renta del agricultor que ahora pagaremos como contribuyentes.
Este sistema de apoyo a la agricultura distorsiona menos los mecanismos de asignaci¨®n econ¨®mica y el comercio internacional, aunque introduce un serio correctivo social a la pura l¨®gica del mercado, beneficiando m¨¢s a los agricultores m¨¢s peque?os y menos eficientes y, en el caso de Espa?a, va a significar casi una duplicaci¨®n de los fondos percibidos con cargo a los presupuestos comunitarios. Introduce, es cierto, l¨ªmites al crecimiento de las producciones, porque no se puede producir indefinidamente m¨¢s de lo que se consume. No es la reforma ideal que nos hubiera gustado, pero es la mejor de las posibles y, en todo caso, un avance positivo claro respecto a continuar con la situaci¨®n anterior que preve¨ªa descensos de precios sin compensaci¨®n. La reforma, como todo cambio importante, obligar¨¢ a una adaptaci¨®n a los nuevos conceptos y procedimientos. Eso puede resultar inc¨®modo en el momento inicial, pero no parece argumento suficiente para oponerse a la misma o juzgarla de forma negativa.
Medio llena, medio vac¨ªa
Segundo, los dineros que van al campo. Este es el t¨ªpico problemas de la botella medio llena o medio vac¨ªa. Al campo, a nuestros agricultores y ganaderos, va dinero procedente del esfuerzo solidarios del resto de la sociedad. Ha sido siempre y en todos los pa¨ªses. Y va tanto a trav¨¦s de las devoluciones comunitarias -casi 600.000 millones de pesetas el a?o pasado- como directamente del presupuesto nacional, de las comunidades aut¨®nomas o de otros organismos como la Seguridad Social. ?Es suficiente? Depende de lo que se quiera hacer con ¨¦l. Si se pretente simplemente mejorar las rentas de los agricultores mediante transferencias del resto de la sociedad, posiblemente haga falta mucho m¨¢s, pero, si no est¨¢ condicionado a la realizaci¨®n de mejoras estructurales que garanticen la competitividad futura, puede ser un pozo sin fondo ni finalidad. Si lo que se quiere es proceder a las reformas estructurales necesarias para potenciar a aquella parte mayoritaria de nuestra agricultura que es o puede ser competitiva, en t¨¦rminos comunitarios, posiblemente sea suficiente con lo presupuestado. Plantear el problema de la financiaci¨®n con independencia de lo que se quiere hace con ella o de la situaci¨®n y posibilidades globales de la sociedad en momentos de dificultades econ¨®micas parece un argumento vac¨ªo, utilizable por cualquier sector de la sociedad y no s¨®lo por el campo.
Tercero, los mecanismos de la negociaci¨®n. Hace casi un a?o, se institucionaliz¨® el di¨¢logo permanente que exist¨ªa entre el MAPA y las organizaciones agrarias con la firma de un acuerdo marco que nunca se concibi¨® como algo cerrado, sino como un mecanismo de trabajo. Se contemplaban en ¨¦l medidas urgentes y otras de reforma estructural que deb¨ªan abordarse de forma consensuada. El cumplimiento de las medidas contempladas en ese acuerdo es bastante alto, pero, es cierto, las normas adoptadas por el ministerio no siempre han podido ser acordadas con las organizaciones agrarias.
Es f¨¢cil pero falso echar sistem¨¢ticamente la culpa de un desacuerdo entre dos partes a una sola y siempre la misma. ?Por qu¨¦ el ministerio iba a tener inter¨¦s en no llegar a pactos? ?No podr¨ªa ser que lo que se pide es imposible? ?No pueden tener los interlocutores sociales, aunque s¨®lo sea alguna vez, parte de la responsabilidad en el desacuerdo?
Problemas y futuro
La visi¨®n catastrofista que se quiere trasladar sobre la agricultura espa?ola refleja una falta de confianza en nuestros agricultores y ganaderos, que a trav¨¦s de la historia han demostrado una alta capacidad de adaptaci¨®n a nuevas situaciones. La agricultura espa?ola, con toda su variedad y complejidad, tiene futuro si somos capaces de resolver los problemas estructurales que pueden estar frenando sus posibilidades competitivas. Pero ser¨¢ una agricultura distinta de la que conocimos en el pasado y muy pr¨®xima a realidades ya existentes en amplias zonas del pa¨ªs o en otros pa¨ªses de nuestro entorno comunitario.
Una agricultura que ser¨¢ posible si se ponen en marcha proyectos de modernizaci¨®n como los presentados por el ministerio a las organizaciones agrarias y que ¨¦stas demandaban el a?o pasado. S¨®lo poni¨¦ndonos de acuerdo sobre lo que hay que hacer sabremos cu¨¢nto cuesta y si hay dinero suficiente o no. Lo contrario puede ser un intento de capitalizar una situaci¨®n complicada en beneficio de algunos, pero no de la mayor¨ªa del sector.
es director del gabinete del ministro de Agricultura, Pesca y Alimentaci¨®n.
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