El debate
L¨¢stima que no tenga sitio, porque la avaricia espacial de esta columna clama al cielo, pero de haber podido poner un subt¨ªtulo hubiera dicho: El paro como pretexto. Ya s¨¦ que sus se?or¨ªas son sensibles al paro y que se han dado cuenta, incluso el Gobierno, de que el paro en Espa?a es estructural, como ya empieza a serlo en todo el Norte, tanto en el Norte creciente como en el decreciente, en el que nos encontramos. Algo m¨¢s incluso que estructural. Vitalicio. Cada vez habr¨¢ m¨¢s paro, seg¨²n las pautas de la cultura del trabajo que hemos heredado, y hay que cambiar esa cultura, incluso descubrir nuevas modalidades de trabajo, nuevos tiempos, nuevas finalidades. De lo contrario, el paro dejar¨¢ de ser un problema econ¨®mico-social y pasar¨¢ a ser un problema de pel¨ªcula de barbarie contempor¨¢nea, a lo Mad Max, o de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, en oportuno recordatorio de Julio Anguita.Pero con toda la preocupaci¨®n real sobre el paro, lo que subyac¨ªa bajo el continente del debate era el contenido de la crisis de confianza y credibilidad del Gobierno y de un Parlamento que ha gobernado en plan de bloque constitucional, regal¨¢ndole al Gobierno en la c¨²spide el consenso social que perd¨ªa en la calle. Resulta inadmisible que a estas alturas de corresponsabilidad con la macropol¨ªtica gubernamental, CiU y el PNV salieran por peteneras. Se prestaron a echarle bromuro al debate mientras preparan la factura. Pero incluso los aliados interesados del funesto bloque constitucional ya marcaban sus peque?as distancias, sus veladas prudencias. De la misma manera que Aznar iba a sacar las palabras desconfianza y corrupci¨®n como detonantes y Anguita a recordar que los sucesivos Gobiernos de Gonz¨¢lez han actuado como si los sindicatos fueran intr¨ªnsecamente subversivos.
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