Una actitud pionera
La desaparici¨®n del conde de Barcelona constituye, sin duda, una p¨¦rdida grande para todos los espa?oles de buena voluntad que, desde campos diversos, han cre¨ªdo en la reconciliaci¨®n nacional. Ha sido ejemplo, en efecto, durante d¨¦cadas, de firmeza en su lucha por este principio de pacificaci¨®n, y tambi¨¦n ejemplo de, generosidad, tolerancia, lucidez y buen sentido.Con don Juan de Borb¨®n desaparece un referente fundamental de una de las ¨¦pocas m¨¢s dram¨¢ticas y conflictivas de nuestra historia contempor¨¢nea: revoluciones y guerras, dictaduras y exilios. La historia de la dictadura y la historia de la oposici¨®n (democr¨¢tica o mon¨¢rquica, del interior o del exterior) no son, en gran medida, explicables sin contar con sus posicionamientos.
Desde la marginalidad mon¨¢rquica convencional, por azares pol¨ªticos, a partir de los a?os sesenta, conoc¨ª a don Juan de Borb¨®n, en Portugal, por indicaci¨®n del profesor Tierno Galv¨¢n. Lisboa, con Marlo Soares, y Estoril, con don Juan -Rep¨²blica en clandestinidad, Monarqu¨ªa en exilio-, se entrelazaban, para nuestro grupo pol¨ªtico, durante mucho tiempo. Es decir, unir esfuerzos ib¨¦ricos contra las comunes dictaduras y avanzar hacia un proceso unitario democr¨¢tico con el fin de obtener una salida razonable. Salida, y eventual soluci¨®n, que concretase forma hereditaria-mon¨¢rquica con contenido republicano-democr¨¢tico.
Varios enfoques pueden elegirse para analizar el papel desempe?ado por don Juan en las distintas configuraciones con que la Monarqu¨ªa fue contemplada (Monarqu¨ªa tradicional, Monarqu¨ªa totalitaria, Monarqu¨ªa democr¨¢tica). Enfoques que tienen que enlazarse con los distintos factores internos y, sobre todo, internacionales (guerra civil, guerra mundial, guerra fr¨ªa). La actitud de don Juan de Borb¨®n ser¨¢ clave en todos estos momentos.
El monarquismo, hist¨®rico y tradicional, habi¨¦ndose alejado del liberalismo en 1931, entend¨ªa la restauraci¨®n como la soluci¨®n pol¨ªtica derivada de sus principios doctrinales y con la legitimidad a?adida por ser coadyuvantes de la victoria b¨¦lica. El general Franco, equivocadamente, era visto s¨®lo como una interinidad, que exig¨ªa en cuanto tal una soluci¨®n institucional: la Monarqu¨ªa hereditaria y tradicional, en sus distintas acepciones y titularidades. La posici¨®n de don Juan, ante esta realidad, era delicada. Sus apoyos, pol¨ªticos y sociales, provienen casi en su totalidad de estos sectores que no desean una ruptura total con el franquismo (como sistema), pero s¨ª con Franco, en la medida en que no restaura. Don Juan, en el exilio, es consciente de estos apoyos, pero tambi¨¦n de la necesidad de ir asentando un principio b¨¢sico para la convivencia pac¨ªfica: la reconciliaci¨®n nacional. Es decir, superar la guerra civil y esquemas de vencedores y vencidos. Consecuentemente, don Juan tendr¨¢ que moverse entre la frontalidad opositora y la prudencia calculada y gradual: afirmar principios democr¨¢ticos, reconducir los sectores mon¨¢rquicos hacia planteamientos de convergencia con otros grupos, apoyar los iniciales movimientos de mon¨¢rquicos liberales.
Los documentos de Lausana (declaraciones y manifiesto, de 1942 y 1945) marcan el gran punto de partida democr¨¢tico. Paz, reconciliaci¨®n y neutralidad se complementar¨¢n con el anuncio de unas bases claramente constituyentes, en una parecida direcci¨®n que las republicanas: libertades p¨²blicas, amnist¨ªa, parlamentarismo, hecho regional, democratizaci¨®n econ¨®mica, en fin, nueva Constituci¨®n. Lausana, en este sentido, representar¨¢ la oposici¨®n hacia los intentos de Monarqu¨ªa totalitaria-tradicional, pero, al mismo tiempo, tendr¨¢ una consecuencia, que ser¨¢ invariable: Lausana significa el veto pol¨ªtico, radical y fijo, en Franco-Carrero a una restauraci¨®n juanista.
Los mon¨¢rquicos hist¨®ricos optar¨¢n, as¨ª, por v¨ªas distintas: reintegr¨¢ndose, con reservas cr¨ªticas, en el nuevo modelo, para flexibilizarlo desde dentro, o desliz¨¢ndose hacia posiciones netamente democr¨¢ticas. La guerra fr¨ªa y la legalizaci¨®n internacional del franquismo obligar¨¢n a don Juan a una prudencia que no excluye firmeza en los principios, pero s¨ª cierta y necesaria ambig¨¹edad en la pr¨¢ctica. Por su parte, el r¨¦gimen estructurar¨¢ una Monarqu¨ªa totalitaria -expresi¨®n utilizada por el propio Franco- y aplazando sine die la instauraci¨®n (no restauraci¨®n): Franco como "hacedor de reyes", en la f¨®rmula medieval de Pemart¨ªn.
En este proceso, dif¨ªcil y confuso, don Juan, por est¨ªmulo y reacci¨®n, facilitar¨¢ avances importantes: apoyando la dinamizaci¨®n creciente de personas y sectores mon¨¢rquico-liberales, de modo especial Uni¨®n Espa?ola, coordinado por Joaqu¨ªn Satr¨²stegui, como v¨ªnculo moral y aglutinante pol¨ªtico, y, por otra parte, se va a ir produciendo lentamente la aceptaci¨®n -con reservas- por la oposici¨®n democr¨¢tica de una salida mon¨¢rquica constitucional. A la anticipaci¨®n, firmeza y prudencia habr¨ªa que a?adir, en este sentido, en el haber de don Juan, en la etapa final de este proceso, la generosidad de sobreponer, por encima de intereses personales, los intereses nacionales. El dise?o de la transici¨®n, en cuanto transacci¨®n y ruptura pactada, implicaba concesiones y sacrificios, y don Juan supo noblemente asumirlos. Un embajador, zaino y c¨ªnico, dijo, en cierta ocasi¨®n, de don Juan: "Es peor que Fernando VIV'. Lo contrario, por su lealtad, patriotismo y responsabilidad, fue lo justo: el anti-Fernando.
La Monarqu¨ªa parlamentaria y hereditaria que hoy plasma nuestra Constituci¨®n, aprobada por los espa?oles como legitimaci¨®n ¨²ltima, ha sido una restauraci¨®n democr¨¢tica, en don Juan Carlos, con m¨²ltiples esfuerzos y transacciones. Transici¨®n y consolidaci¨®n (don Juan Carlos, Adolfo Su¨¢rez, Felipe Gonz¨¢lez, con el apoyo de otras personas y grupos) perfeccionaron y culminaron este proceso. Y en todo este camino, la actitud pionera de don Juan, padre del Rey y rey-padre, quedar¨¢ como s¨ªmbolo de dignidad personal, de reconciliador de los espa?oles, y, siempre, como hombre de mar y hombre bueno, amante de la libertad.
Ra¨²l Morodo es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la Universidad Complutense de Madrid.
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