Rep¨²blica de intelectuales
Se hablaba entonces de "Rep¨²blica de intelectuales"; muchas veces, con tono peyorativo. La derecha ten¨ªa todav¨ªa encima, el nacimiento de la palabra en el proceso Dreyfuss, y en el manifiesto de los intelectuales franceses (Zola, primer firmante) y el contramanifiesto derechista de Charles Maurras (todav¨ªa tiene calle en Madrid), que despreciaba al intelectual. Dec¨ªan aqu¨ª que un intelectual es d¨¦bil y dubitativo y que no puede gobernar: era una forma de atacar a Aza?a, intelectual de primer orden, del que hab¨ªan hecho su contrafigura, dentro del ¨¢nimo espa?ol de personalizar: como impostor contra Alfonso XIII; luego, contra Franco); y Aza?a es precisamente el ejemplo de: lo que se pretende explicar aqu¨ª: la Rep¨²blica no cre¨® intelectuales, sino que fue un fruto de ellos. La generaci¨®n del 27 es, naturalmente, anterior: corno el grupo de Valle-Incl¨¢n o los Machado (aunque fueran incluidos en la Antolog¨ªa de Gerardo Diego); pero todos ellos encontraron expansi¨®n, puesto, difusi¨®n, ediciones y escenarios en la II Rep¨²blica, despu¨¦s del bochorno alfonsino y de la mediocridad de Primo.El tema de la cultura tuvo en aquellos a?os dos vertientes distintas pero fecundas: una era la procedente del krausismo, la de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza; y la Residencia, y el Liceo, el Ateneo de Madrid, las escuelas catalanas; otra era la obrerista de las Casas del Pueblo y los Ateneos Libertarios. Sacaron adelante la Rep¨²blica, la mantuvieron y trataron de entrar en sus ruedas o engranajes de educaci¨®n y cultura, donde se opusieron a las clases dominantes, aunque ya no gobernantes: lo que se llamar¨ªa luego poderes f¨¢cticos, que no deseaban la instrucci¨®n popular. Su peor enemigo fue la Iglesia. Digamos que la cultura era m¨ªtica: se entend¨ªa que era salvadora del pueblo (no digo que no), y que las otras clases hab¨ªan llegado al dominio por su cultura, su conocimiento, su educaci¨®n. Como cuando se dice ahora, tantos a?os despu¨¦s, que "informaci¨®n es poder". S¨®lo que entonces la informaci¨®n no ten¨ªa el sentido totalitario que tiene en nuestra actualidad y se buscaba m¨¢s el conocimiento, o el an¨¢lisis de la informaci¨®n.
"A las minor¨ªas, siempre"
La cultura intelectual, o institucionalista, estaba m¨¢s afectada por la Ilustraci¨®n todav¨ªa, y cre¨ªa que hab¨ªa que crear una especie de aristocracia cultural, una clase espec¨ªfica: "A las minor¨ªas, siempre", lema que Juan Ram¨®n Jim¨¦nez pon¨ªa al frente de sus libros, no era el de todos, pero era muy expl¨ªcito. Ser¨ªan estas minor¨ªas poderosas, sabias, ilustradas no s¨®lo por el fondo espa?ol, sino tambi¨¦n por el extranjero, las que podr¨ªan ser las clases dirigentes en beneficio del pueblo. Proced¨ªan de clases econ¨®micamente pudientes, y ven¨ªan a creer que s¨®lo un cierto bienestar permite acceder a la cultura (tampoco digo que no, en estos momentos). Los mismos comunistas no eran muy ajenos a esta cuesti¨®n cuando establec¨ªan sus propias clases: el partido deb¨ªa ser la vanguardia del proletariado, y el lumpenproletariat eran el subproletariado no educado, del que pod¨ªa esperarse cualquier barbarie. Inclu¨ªan con gran facilidad a los anarquistas en el lumpen. El movimiento surgido desde dentro del pueblo ven¨ªa de otra clase de intelectuales que nunca se llamaron as¨ª, sino librepensadores: hab¨ªa santones laicos que fundaban cursos, daban clases nocturnas, publicaban libros y peri¨®dicos de los que se fue extendiendo un amplio movimiento: sobre todo, en los grupos anarquistas que pose¨ªan una cultura internacionalista propia en la que hab¨ªa mezclados elementos de lo que hoy llamar¨ªamos ecologismo y sexualidad libre, que no siempre compart¨ªan otros sectores pol¨ªticos. Los Ateneos Libertarlos no s¨®lo daban conciertos y conferencias y representaban obras de teatro, sino que manten¨ªan clases para adultos. En Catalu?a, como en Valencia y en Arag¨®n, florecieron principalmente esos personajes.
Lo que recogi¨® la II Rep¨²blica, en la que la Instituci¨®n tuvo un papel fort¨ªsimo, fue esa tradici¨®n; y tropez¨®, naturalmente, con la Iglesia, hasta el punto de que la ense?anza libre fue, como en Francia antes, y en Italia, una de las grandes batallas. N¨®tese que el t¨¦rmino "ense?anza libre" significaba lo contrario de la realidad: era la Iglesia y la derecha las que reclamaban "ense?anza libre" frente a la estatal y la libertaria, para poder seguir ejerciendo la educaci¨®n cat¨®lica y clasista. Los tres grandes escollos que encontr¨® la Rep¨²blica, los que la condujeron a ser ejecutada, fueron la reforma agraria, la reforma militar y la reforma de la ense?anza (dentro de la gran cuesti¨®n religiosa). Formaban una misma clase social y pol¨ªtica.
Fue en la Rep¨²blica en guerra donde las dos culturas se aproximaron m¨¢s. Los teatros ambulantes, las "milicias de la cultura", otras varias instituciones, se dedicaron a llevar formas culturales hasta los frentes de combate. Recientemente se ha publicado un libro en dos vol¨²menes, La prensa de guerra en la zona republicana durante la guerra civil espa?ola (por Mirta N¨²?ez D¨ªaz-Balart, Ediciones de la Torre), que es m¨¢s bien un gigantesco inventario de publicaciones donde m¨¢s que las consignas de guerra o la pol¨ªtica de cada editor domina el aspecto cultural. Sin duda ya era tarde: era el momento de defenderse de otra manera. La represi¨®n de la derecha, y personalmente de Franco, contra los intelectuales tuvo la envergadura que se conoce de muertes, c¨¢rceles y el inmenso exilio. En un juicio sumar¨ªsimo de urgencia (tribunal militar) donde se reun¨ªan al azar 12 o 14 personas para ser juzgadas al mismo tiempo, he o¨ªdo al fiscal relatar asesinatos y atrocidades de cada uno de los encartados para terminar con la frase "He dejado para el final el caso m¨¢s grave de todos...": era el del intelectual, y era el m¨¢s grave de todos porque hab¨ªa envenenado, con sus doctrinas, la pureza del alma popular: en compendio, era el responsable por todos los dem¨¢s (pena de muerte).
Esta forma de cultura como lucha pol¨ªtica no se ha vuelto a plantear nunca m¨¢s en Espa?a. Ha habido remedos, al principio del restablecimiento democr¨¢tico, en las cuestiones de ense?anza y en la de cultura de la vida cotidiana: no creo que aparezcan enteros sus problemas vitales en esta campa?a electoral, donde algo se juega de ello, porque una parte ha sido ganada por lo popular, la otra por la cultura de la derecha y hay medios acuerdos moment¨¢neos. En ning¨²n caso es equiparable la etapa democr¨¢tica con la brev¨ªsima de la II Rep¨²blica, ni con sus enfrentamientos en los tres problemas visibles de Ej¨¦rcito, Iglesia y Agricultura (o propiedad). Tampoco hoy los sindicatos o los partidos de la izquierda parecen tener el menor inter¨¦s en la expansi¨®n de un conocimiento que llega modificado por la sociedad dominante en el mundo, por el neoliberalismo y el capitalismo. Como ministerio central, o como ministerios o consejer¨ªas en las autonom¨ªas, ha venido a quedar momificada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.