Triunfal desp¨¦dida
Si Chicago, como dice su alcalde, es una ciudad vibrante, su orquesta no lo es menos. Por algo la cadena de sus directores titulares, desde 1943 a nuestros d¨ªas, resulta impresionante: Defauw, Rodzinski, Kubelik, Reiner, Giulini (estos tres como principales invitados), Martin¨®n, Solti y Barenboim.Como adem¨¢s de vibrante la Sinf¨®nica de Chicago es asombrosamente flexible, cada maestro puede imponer con m¨¢xima eficacia el sello de su pensamiento musical. Lo comprobamos el mi¨¦rcoles con Haydri y Bruckner, y el jueves con Brahms, Chaikovski, el calor l¨ªrico de Elgar, (en una de sus Variaciones enigma), y la vertiginosidad controlada de Glinka en la obertura de Russlan y Ludmila.
Daniel Barenboim hizo en la Sinfon¨ªa en fa mayor, de Brahms, un trabajo precioso, pues descendi¨® hasta la ¨²ltima intimidad de una m¨²sica que parece escrita por el compositor para s¨ª mismo y sin pensar en la posible audiencia. En la Tercera, habita el esp¨ªritu de los mejores lieder e intermezzi bralinisianos, por lo que exige un bien cantar, una sosegada meditaci¨®n, una expresi¨®n transida y un fuego maestro de las dos m¨²sicas posibles: la sonora y la del silencio. En este sentido, me parece que el movimiento inicial, a pesar de la indicaci¨®n Allegro con br¨ªo, se despeg¨® ligeramente de la t¨®nica general; el br¨ªo se torn¨®, con frecuencia, fuoco, y el impulso interior en llamarada.
Orquesta Sinf¨®nica de Chicago
Director: D. Barenboim. Obras de Brahms y Chaikovski. Auditorio Nacional. Madrid, 3 de junio.
Lo m¨¢s triste
"He compuesto lo m¨¢s triste de mi vida", dec¨ªa Brahms de su tercera sinfon¨ªa, y en tan breves palabras daba la clave para el entendimiento de esta m¨²sica de inexplicable belleza. Pero Barenboim est¨¢ en la mejor l¨ªnea de los grandes brahmsianos y en una de sus dos grandes corrientes: la de quienes buscan la luz frente a quienes prefieren la penumbra.A estas alturas nadie practica el antichaikovskismo que era habitual en los a?os de mi juventud. El ruso es un m¨²sico grande que est¨¢ en la historia y en la vida con sus propias, particulares y potentes significaciones. Sin embargo, me parece que desde la Tercera de Brahms a la Cuarta de Chaikovski el nivel de pureza art¨ªstica desciende. Chaikovski s¨ª que habla, y hasta grita, para los dem¨¢s, lo que implica el peligro de la demagogia musical. Y fue m¨¦rito grande de Barenboim evitarla, quitar hierro a las pasiones y las fanfarrias, elevar el juego squerzante de los pizzicatis, y convertir en realidad sonora y casi pl¨¢stica aquellas palabras de Chaikovski para el tiempo final: "En el fondo, la vida es bella".
Escribir el nuevo triunfo de Barenboim y los m¨²sicos de Chicago es imposible. Pongan los lectores cu¨¢ntos cientos, miles, de bravos, y cu¨¢ntas prolongadas ovaciones deseen. A lo mejor se quedan cortos.
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