El Gordito
Se ha muerto El Gordito una ma?ana de plenilunio porque era un rapsoda incorporado al consumo. Poco consumo, todo hay que decirlo, porque le van a hacer un homenaje al rabo de la historia, mientras sus jefes de la cosa, o sea, le pagaban casi en abrazos a este periodista que escrib¨ªa de toros.Lo cual, que del mal el menos, y que si cabe, su gozosa humanidad mirar¨¢ el detalle con benevolencia y se?or¨ªo. ?Qu¨¦ le vamos a hacer! No somos nada. ?Qu¨¦ buena disposici¨®n! Tras la borrasca, el sol. ?Qu¨¦ compa?erismo! Y tal que as¨ª.
El Gordito fue un matador de toros, pero servidor se est¨¢ refiriendo a otro personaje de aspecto obispal, cuerpo de picador, ojos de aguilucho y coraz¨¢n de palomo.
Lo mejor que le puede pasar a un espa?ol es morirse. Lo dijo Ortega, pero lo pod¨ªa haber dicho Baroja o Unamuno. Que eso s¨ª que era una terna, y no la de Vista Alegre. El Gordito ya no har¨¢ m¨¢s greguer¨ªas como don Ram¨®n, a tanto la l¨ªnea, y qu¨¦ bien, y qu¨¦ poco. Siempre fue un acorazado Potemkin, pero era s¨®lo para disimular, porque ten¨ªa el alma de alondra y el verbo levemente afilado.
Ya no se sentar¨¢ nunca m¨¢s en un asiento en el que no quepa, ni escribir¨¢ en un peri¨®dico que no se lo merezca. Se ha ido ligero de equipaje, pero con toneladas de valor. Los garapullos por los terrenos de adentro los tendr¨¢ que poner s¨®lo el Espl¨¢, que es como un goya en cabos negros. Mientras tanto, en Bilbao, que era su plaza, se siguen organizando corridas con mucha disposici¨®n, entradas flojas y tiempo variable.
La plaza m¨¢s torista de Espa?a est¨¢ m¨¢s torerista que nunca y vienen todos los finos espadas que encabezan el escalaf¨®n. Menos mal que est¨¢n los samueles, los cebada gago, los del marqu¨¦s de Dornecq y los miuras. Pero ya ni en Bilbao donde est¨¢ el toro est¨¢ la corrida, que dijera Jean Cau antes de irse a la otra orilla, hace unos d¨ªas. Aqu¨ª, como en casi todos los sitios, la corrida est¨¢ donde est¨¢n los toreros que rivalizan en elegantes ternos de dif¨ªcil definici¨®n: champa?a, cohiba, turquesa y cosas as¨ª.
?Qu¨¦ lejos quedan aquellas efem¨¦rides en las que lo importante era el argumento y no el atrezo! Guerrerito, aquel condeso que se plant¨® en la boca de riego pidiendo pelea y soltando guantazos a quien osara acerc¨¢rsele. O aquella faena de Espartaco el a?o del diluvio, con el agua hasta los tobillos como en los arrozales valencianos. O cuando Ferm¨ªn Murillo se pas¨® por la faja a un miura y le dieron las dos orejas porque no mat¨® ni desprendido ni nada. O la desgraciada muerte del infortunado Rizo.
El Gordito ya no ver¨¢ m¨¢s efem¨¦rides que valgan desde su balconcillo, debajo de la presidencia. El Gordito ya no est¨¢. Por eso no molesta y le van a hacer un homenaje. Bienvenido sea. Pero los arponcillos de bieran ir de luto en Vista Alegre en toda la feria del 93.
Jos¨¦ Mari M¨²gica, t¨² disimula mientras te mandamos un abrazo ancho y apretado.
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