En el supuesto de que hubiera toro
Enrique Ponce hizo una faena de muchas pinturer¨ªas, que se ovacion¨®, y otra de muchas posturas que entusiasm¨® menos y adem¨¢s estaba impacientando al p¨²blico pues a esas alturas la corrida ya llevaba cerca de las dos horas y media de duraci¨®n. Demasiado para los cuerpos y para los esp¨ªritus. Una corrida se liquida en horita y media, y todo lo dem¨¢s es o repetici¨®n o plagio. Eso, en el supuesto de que haya toro. Pues si encima no hay toro, ya nos explicar¨¢n qu¨¦ hacen los toreros en el ruedo, los espectadores en el tendido, el presidente en el palco y el Ministro del Interior leyendo su obra cumbre llamada El Reglamento Taurino. Y eso fue cuanto ocurri¨® en la corrida bilba¨ªna, donde el toro hab¨ªa que suponerlo o quiz¨¢ imaginarlo.
Bartolom¨¦ / Joselito, Litri, Ponce
Cuatro toros de Felipe Bartolom¨¦ (dos fueron devueltos por inv¨¢lidos), chicos en general, inv¨¢lidos -el 4?, en absoluto-, sospechosamente amodorrados. Sobreros de Murube, bien presentados, 3? bravo, 5? inv¨¢lido, aunque dio juego.Joselito: pinchazo y estocada corta trasera (algunas palmas); estocada (silencio). Litri: pinchazo, estocada pescuecera y descabello (palmas y pitos); media delantera ca¨ªda, descabello -primer aviso-, estocada trasera atravesada -segundo aviso-, descabello y se acuesta el toro (bronca). Enrique Ponce: pinchazo, estocada corta, rueda de peones -aviso-, y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio); dos pinchazos -aviso-, media tendid¨ªsima y descabello (silencio). Plaza de Vista Alegre, 16 de agosto. Tercera corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Inexplicable
No se acaba de explicar con estricta propiedad lo que sucedi¨®, sin embargo. Toros, m¨¢s o menos grandes (en realidad eran chicos, algunos incluso abecerrados), los hubo en el, pardo redondel de Vista Alegre, s¨®lo que duraban all¨ª tres minutos salvo un par de casos en que duraron dos. Quiere decirse que saltaban a la arena encastados, acometedores y codiciosos, acud¨ªan galopantes al pe¨®n que les citara y remataban duro contra el burladero donde se guarec¨ªan; volv¨ªan grupas y buscaban otro pe¨®n y otro burladero a los que atacar; pasaban veloces por el tendido de sol; quer¨ªan comerse tres banderilleros, dos aficionados, un guardia. Y, de s¨²bito, les cambiaba la personalidad. Aquellos toros agresivos e ind¨®mitos, se convert¨ªan en mansos corderos. NI siquiera en lo f¨ªsico recordaban al toro engallado y retador que hab¨ªan sido par de minutos antes. Repentinamente, la gran fachada se hab¨ªa transmutado en la imagen de la derrota y la ruina. Toros de lidia criados en ricos predios, se metamorfoseaban en aves de corral."?J¨¦, toro!", les llamaban alguna vez los toreros. Oh, qu¨¦ error, pues no se daban por aludidos. Ahora bien, si llegan a decirles "Pitas, pitas, pitas..., pitas, pitas, pitas", entonces habr¨ªan llegado a embestir. Joselito di¨® media docena de pases decorosos a uno de esos transmutados espec¨ªmenes y al otro ninguno, ya que con s¨®lo mirar la muleta se desplomaba. Litri, por el contrario, no sab¨ªa c¨®mo meter mano a los de su lote. Sobre astroso estuvo precavido, e incapaz, no ya de torear -que eso habr¨ªa sido milagro- sino de estarse quieto. Enrique Ponce escenific¨® la ceremonia de las pinturer¨ªas y las posturas, y empe?ado en cortarle la oreja al sexto, estuvo diez minutos pegando pases, todos iguales y ninguno bueno. Obviamente, no lo consigui¨®,
Menudo enfado cogi¨® Enrique Ponce. Los toreros modernos se dan mucha importancia y deben de creer que todo les es debido. Cuando no hay toro delante, mandan m¨¢s que un almirante, de la Armada. La cuadrilla de Joselito hizo una demostraci¨®n de estricta disciplina al terminar el pase¨ªllo. Uno tir¨® papelillos para comprobar por d¨®nde ven¨ªa el aire, all¨¢ penas si lo que hab¨ªa era una calma chicha pl¨²mbea y asfixiante. Otros llamaron a los areneros para que pulieran el redondel, y les se?alaban aquellas bo?igas, este hoyito, esa chinita donde podr¨ªan tropezar. El d¨ªa menos pensado van a sacar una alfombra. Mientras tanto, el presidente parec¨ªa que tambi¨¦n estaba a la orden, pues no mandaba sacar el toro. En el supuesto de que en el chiquero hubiera toros, enti¨¦ndase.
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