Por la oreja hacia D¨ªos
Sep¨²lveda / Manzanares,Espartaco, Rinc¨®n
Toros de Sep¨²lveda de Yeltes, tres ¨²ltimos discretos de presencia, resto chicos -2? anovillado e indecoroso-, inv¨¢lidos y aborregados.
Jos¨¦ Mari Manzanares: pinchazo y estocada trasera (larga ovaci¨®n y salida al tercio); estocada (dos orejas). Espartaco: estocada corta baja, rueda de peones y descabello (oreja con escasa petici¨®n); media atravesada contraria (dos orejas). C¨¦sar Rinc¨®n: media atravesada (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo, estocada -aviso con tres minutos de retraso- y se tumba el toro (oreja). Manzanares y Espartaco salieron a hombros.
Enfermer¨ªa: El pe¨®n Curro Cruz, cogido al banderillear al segundo, sufre dos cornadas graves; una superficial de 25 cent¨ªmetros, en la ingle, que interesa vena il¨ªaca, y otra profunda, que desgarra el m¨²sculo oblicuo.
Plaza de Vista Alegre, 17 de agosto. Cuarta corrida de feria.
Cerca del lleno.
Seis orejas se cortaron ayer en Bilbao. ?Seis orejas, se dice pronto! Seis orejas no es f¨¢cil que se corten en las plazas de toros, ni siquiera las triunfalistas. Claro que Bilbao, en esto del triunfalismo, se sale de madre. Posiblemente no haya plaza m¨¢s triunfalista en el mundo que la bilba¨ªna. En este coso el p¨²blico arma de repente un alboroto de ol¨¦s y ovaciones, y hay que preguntarle al vecino de localidad qu¨¦ ha ocurrido para provocar semejante algarab¨ªa. Normalmente el vecino de localidad tampoco lo sabe explicar, ni tiene tiempo, pues el hombre est¨¢ de pie ocupado en pegar unos aplausos estruendosos. Hay manos que parecen tabiques. Uno mira abajo, entonces, y no ve ni toro, ni torero, ni toreo, ni nada que justifique semejante entusiasmo. Pero el entusiasmo es real, est¨¢ ah¨ª, se oye, se siente. Es el entusiasmo de la oreja. Cuando el p¨²blico bilba¨ªno aplaude lo que celebra no es el toreo que ve sino la oreja que va a dar. La oreja es la prueba irrefutable del triunfo, su refrendo, el pasaporte a la gloria. ?Por la oreja hacia Dios! Y si en vez de una oreja son seis orejas, eso ya significa el nirvana.No s¨®lo es orejista el p¨²blico bilba¨ªno. El presidente le gana. El presidente de la plaza de Bilbao har¨ªa: cualquier cosa para que en lugar de seis orejas se cortaran doce orejas, incluso seis rabos, siempre que al dar la noticia de lo sucedido no se fuera a con fundir con un crimen pasional. "Doce orejas y seis rabos se cortaron ayer en Bilbao" no suena bien, francamente, y puede dar pie a equ¨ªvocos, tal como andan de revueltos los tiempos. El presidente debi¨® dar dos avisos a C¨¦sar Rinc¨®n en el sexto toro y en su lugar le dio una oreja. En realidad no es lo mismo, si uno se para a pensar. El presidente sac¨® el pa?uelo, s¨ª, pero lo manten¨ªa en alto, sin mostrarlo sobre el tapiz del palco, dando tiempo a que el toro acabara de morir desangrado y hubiera as¨ª motivo de otorgar las dos orejas que esperaba el p¨²blico para gloria de la fiesta y del bilba¨ªno coso. Finalmente no tuvo m¨¢s remedio que mostrar el pa?uelo en franqu¨ªa, son¨® el clar¨ªn, y el doble trofeo deseado qued¨® reducido a la mitad, para desesperaci¨®n de propios y extra?os. Sobre todo del propio Cesar Rinc¨®n, que abandon¨® la plaza andandito, mientras sus compa?eros lo hac¨ªan a hombros de gozosos capitalistas, quienes iban a aumentar su peculio gracias al orejismo desenfrenado de la afici¨®n y del se?or presidente, que forma parte de la cuadrilla.
Torearon Manzanares, dos orejas, y Espartaco, tres. ?Torearon? Bueno, si torear viene de toro, no torearon, pues en el ruedo no hab¨ªa toro. Quiz¨¢ fuera tora, in¨²til animal, sin resuello y sin ganas de molestar a nadie. Espartaco, aquello que llamar¨ªamos torear, lo interpret¨® despegado y con el pico de la muleta. Manzanares, m¨¢s reunido y gustoso, tampoco es que se embraguetara en la ejecuci¨®n de las suertes; c¨®mo Id iba a hacer, qu¨¦ ordinariez. C¨¦sar Rinc¨®n, que tambi¨¦n alivi¨® los pases a su primer torillo, le ech¨® las dos rodillas a tierra al sexto en un alarde de valor, aunque luego no construy¨® faena y estuvo, pegando muletazos de parte a parte del redondel.
Curro Cruz sufri¨® una cogida al banderillear al tercero. Intent¨® lo m¨¢s torero de la tarde, reuniendo en la cara el par de banderillas, y el toro lo prendi¨® por la ingle. Un incidente lamentable que ensombreci¨® un poquito la tarde triunfal. Si no llega a ser por el percance esta corrida habr¨ªa sido la m¨¢s gloriosa (o, por lo menos, la m¨¢s ruidosa) que conocieron los siglos.
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