El monstruario
Domecq / Litri, Jesul¨ªn, Chamaco
Cinco toros del Marqu¨¦s de Domecq (2? fue devuelto por descoordinaci¨®n de movimientos), bien presentados, muy flojos, de escaso temperamento, d¨®ciles; 2?, sobrero de Manuel Alvarez, discreto de presencia, inv¨¢lido, noble. Litri: pinchazo, estocada corta ca¨ªda y rueda de peones (silencio); bajonazo (oreja). Jesul¨ªn de Ubrique: estocada trasera aguantando y descabello (oreja); estocada corta atravesada baja -aviso- y dobla el toro (oreja); sali¨® a hombros. Chamaco: estocada pescuecera baja y descabello (siencio); pinchazo hondo pescuecero perdiendo la muleta y estocada corta delantera (algunos pitos).
Plaza de Vista Alegre, 20 de agosto. S¨¦ptima corrida de feria. Tres cuartos tercios de entrada.
Los tres diestros, pero principalmente Litri y Jesul¨ªn de Ubrique, portadores de los valores eternos del tremendismo, ofrecieron de esta alucinante modalidad un amplio muestrario a lo largo del pardo revolcadero bilba¨ªno. En pa¨ªses catalanes algunos suelen decir monstruario, y est¨¢ bien, pero a esta variante t¨¦trica del toreo, el vocablo catalanizante le viene de perlas, le viene pintiparado, le viene como anillo al dedo o como dedo a la nariz, seg¨²n se suele decir tambi¨¦n.La tauromaquia hablaba de repertorio y hablaba de c¨¢nones, y todo eso ha quedado en desuso. Ni repertorio hay, ni c¨¢nones se conocen. El repertorio consist¨ªa en la colecci¨®n de suertes inventadas y experimentadas por los padres de la tauromaquia, que se aplicaban a los toros en cualquiera de sus estados y sus grados de bravura, y cada una de ellas se hab¨ªa de ejecutar seg¨²n los c¨¢nones -parar, templar y mandar, ?a alguien le suena?-, so pena de que el toreo resultara peligroso, falso y deslucido.
Todo esto ya son historias, claro. Los taurinos dicen incluso que no existi¨® jam¨¢s, y si alguien practic¨® alguna vez algo parecido, ser¨ªa un ventajista. La tauromaquia moderna se desarrolla a partir. de otros fundamentos. De entrada, no debe haber toro. El toro ha de ser como el de ayer en Bilbao: masa pl¨²mbea de carnaza mansona, que se deje pegar pases sin molestar a nadie; o sea, sin embestir. Los pases, naturalmente, han de instrumentarse al aire, y si al toro le diera por acudir a la muletilla incitadora, se le conducir¨¢ con el piquito extremo de la misma hacia la estaci¨®n de Abando, a ver si hay suerte, coje el ordinario de Alsasua y se larga con viento fresco.Correr y regatear
Los coletudos lo hicieron tal cual se acaba de se?alar, aunque seg¨²n su peculiar estilo. Uno corr¨ªa y corr¨ªa midi¨¦ndoles las distancias a los toros que ten¨ªan la osad¨ªa de embestir un poco, para sorprenderles en su buena fe y coger sitio junto a la tabla del cuello o el calorcillo muelle del costillar, desde donde hacer alardes encimistas y fabricar la rueda de los circulares. ?ste fue Jes¨²s Janciro, llamado Jesul¨ªn.
Otro regateaba para mantener la franja de seguridad entre su persona y unos pitones que no deb¨ªan de inspirarle confianza, y cuando el toro ya estaba cansado de buscarle por Bilbao, le entr¨® una especie de delirium tremens, se tir¨® de rodillas, peg¨® fren¨¦ticos molinetes, de pie lo que peg¨® recordaba remotamente a una cosa que denominaban manoletinas alacabar la guerra y pon¨ªa cara de que se pod¨ªa suicidar de un momento a otro pero se aguantaba. ?se fue Miguel B¨¢ez, llamado Litri.
El tercer coletudo citaba al toro ofreciendo medio pecho, la pa?osa presentada adelante, mas al tenerlo cerca, le sobreven¨ªa la aflicci¨®n y se quitaba de en medio. Curiosamente no quer¨ªa hacer tremendismo, sino toreo serio. Ese fue Antonio Borrero, llamado Chamaco. Todo tuvo su m¨¦rito, por supuesto. Nadie dice que este toreo inclasificable y todav¨ªa sin nombre conocido del que los fen¨®menos tremendistas ofrecieron cabal monstruario, carezca de peligro. Entre uno que se pone delante de un toro y otro que est¨¢ en el tendido fum¨¢ndose un puro, es aquel quien corre riesgo de llevarse una cornada. Distinto ser¨ªa, naturalmente, si la comparaci¨®n se hiciera entre toreros y toreo. La diferencia entre parar-templar-mandar a un toro codicioso embarc¨¢ndole con templanza en la suerte cl¨¢sica, y dar brincos alrededor de otro peg¨¢ndole trapazos monstruosos, no har¨ªa falta ponderarla, se supone. De todos modos, al p¨²blico, le daba igual. El monstruario le gust¨® horrores y sali¨® de la plaza content¨ªsimo: ?Hab¨ªa visto tres orejas! ?Otra corrida hist¨®rica!
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