Steven Spielberg rompe todos los r¨¦cords de taquillaje con 'Parque Jur¨¢sico', su peor pel¨ªcula
Una extra?a epidemia de f¨ªlmes incestuosos convierte al Lido en un manicomio
No hay mucho que decir -pues los juramentos no son materia noble para escribir una cr¨®nica de esta especie: destinada a dar noticias no de hechos sino de ficciones- acerca de la famosa Parque Jur¨¢sico, en la que Steven Spielberg nos devuelve a las cavernas de donde procedemos. Es, simplemente, una mala -y de solemnidad- pel¨ªcula de aventuras, in digna del urdidor de El diablo sobre ruedas, Tibur¨®n, El color p¨²rpura y la magn¨ªfica tercera entrega de Indiana Jones.
Funciona en ella ¨²nicamente el truco visual que hace veros¨ªmil el movimiento de los bichos antediluvianos que el teatro de marionetas electr¨®nicas de Spielberg ha engrasado con 10.000 millones de pesetas de grasa audiovisual. No hay otra cosa: no hay personajes, no hay v¨¦rtebras de un crescendo emocional, no hay humor conjugado con horror, no hay nobleza alguna en la suspensi¨®n del aliento, no hay agilidad y diversidad en las angulaciones del punto de vista del contemplador, que le permitan transitar c¨®modamente en el territorio de nadie que separa al susto del gozo. No hay nada o, con un endurecimiento afirmativo del t¨¦rmino, hay nada, nada pura.
Y funciona otra cosa ajena aparentemente a la pel¨ªcula, pero que en realidad es su fondo: el deterioro del gusto ambiental que permite elevar a esta torpona nader¨ªa a entretenimiento universal. Pero esto ya no es asunto de testigos de ficciones cinematogr¨¢ficas, sino de pat¨®logos sociales.
La deducci¨®n de que este tipo de fen¨®menos cinematogr¨¢ficos requiere la introducci¨®n, en el conjunto de los materiales b¨¢sicos de la armaz¨®n de la ficci¨®n, una dosis de refinada estupidez y de infrainteligencia que aglutine y encole a esos materiales, se hace evidente. De nuevo el don prof¨¦tico del nazi Joseph Goebbels tiene sitio en una cr¨®nica de la muerte del cine: "Cuanto m¨¢s grosero, cuanto m¨¢s elemental sea el mensaje dirigido a las masas, m¨¢s profundamente entra en ellas y las activa y mueve".
Nada que a?adir a esta vergonzosa evidencia: Parque Jur¨¢sico es uno de esos ba?os de inmovilidad que inmoviliza al planeta. Hay que verlo para poder sentirse ciudadano del mundo y hay que olvidarlo para seguir sinti¨¦ndose vivo. Su secreto es simple a esa sucia manera de Goebbels: un derroche de inteligencia destinado a barrer todo rastro de inteligencia en una pantalla, que as¨ª desertizada se hace rentabil¨ªsimo por un degradante automatismo del signo de los tiempos: la reducci¨®n del espectador de cine a dinosaurio, la conversi¨®n del cerebro en un est¨®mago con encefalograma plano. Una genial, por la eficacia de su capacidad de envilecimiento, tomadura de pelo.
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