Orejicas facilicas
La definici¨®n que algunos aficionados aplicaron a los trofeos obtenidos por Jesul¨ªn y Caballero fue tan exacta como propia de la forma de hablar de la tierra: "?Ea, los nenes se han llevado orejicas facilicas!". En una tarde en la que el us¨ªa, Joaqu¨ªn Coy, disparaba el pa?uelo tambi¨¦n con gran facilidad, hubo otros dichos manchegos de semejante y perfecta catadura. Por ejemplo, pitones cepillaos, para referirse a las aplatanadas defensas de los tres primeros toros; un ladrocinio, para denunciar la fea y basta presencia de esos mismos bichos; o calificar a esos tres mulos con cuernos como bueyes a los que s¨®lo faltaban los gangarros, o espetarle a Jesul¨ªn que m¨¢s que torear esturreaba los pases por todo el ruedo.
Gonz¨¢lez / Mu?oz, Jesul¨ªn, Caballero
Cuatro toros de Juan Jos¨¦ Gonz¨¢lez (uno, devuelto), bien presentados y mansos; lo de P¨¦rez Angoso, manso, flojo; 2? y 3? (sobrero) de Antonio P¨¦rez, terciados. Todos sospechosos de pitones.Emilio Mu?oz: silencio en los dos. Jesul¨ªn de Ubrique: aviso y ovaci¨®n; oreja. Manuel Caballero: silencio y oreja. Plaza de Albacete, 9 de septiembre. Segunda de feria. Dos tercios de entrada.
A eso se hab¨ªa dedicado un Jesul¨ªn tan trabajador como marrullero en su lidia, que es la misma que lleva paseando en triunfo: aguantar en las caras de los toros, mandarles pero sin cargar la suerte, intentar el par¨®n y alumbrar, finalmente, pendulazos, vueltas escondido en la penca del animal. Esto hizo frente a los pitoncicos de su primero, con el que fall¨® a espadas, con lo que impidi¨® a Coy tirar de su f¨¢cil pa?uelo, con mucho dolor de su coraz¨®n. Con el quinto, dilat¨® la trepidaci¨®n y el arrebato emborrach¨¢ndolo a trapazos.
Manuel Caballero qued¨® in¨¦dito con el bastote enemigo inicial que casi no ten¨ªa pitoncicos. Se enrrabiet¨® con el que cerr¨® el festejo, prob¨®n y que se quedaba corto, defectos que aument¨® su cuadrilla con su mala lidia y ¨¦l con m¨²ltiples enganchones. Pero tambi¨¦n es verdad que se faj¨® valerosamente y les trajo algunas buenas suertes, aunque la orejica la pidieron cuatro. El reino de Emilio Mu?oz, su toreo barroco y pasional, s¨®lo es de este mundo cuando se enfrenta a animales con casta, y no a bichos que se rajan a chorros.
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