La agon¨ªa final del poder Sovietico
Lo que presenciamos hoy en la desesperaci¨®n de los diputados de esa Casa Blanca apagada, de esa torre junto al r¨ªo Moscova, sede del Parlamento ruso, es la agon¨ªa final del poder sovi¨¦tico.El sistema creado por Lenin para tener un poder absoluto no s¨®lo para introducir leyes sino para controlar la sociedad tocar¨¢ a su fin cuando las estructuras de poder se hayan democratizado plenamente. Con arreglo al decreto promulgado la semana pasada por el presidente Bor¨ªs Yeltsin, el Parlamento ser¨¢ reelegido en diciembre, el presidente en verano o en oto?o de 1994 y todos los representantes locales antes de la primavera de 1995.
La verdad es que no quer¨ªamos que acabara de este modo. Nos hubiera gustado eliminar los restos de poder sovi¨¦tico por medios m¨¢s legales, seg¨²n las reglas del viejo juego. Una y otra vez se intenIt¨® adelantar unas elecciones realizadas seg¨²n la antigua Constituci¨®n, o avanzar con una nueva Constituci¨®n que deb¨ªa haber sido aprobada estos ¨²ltimos meses por la asamblea constituyente, representada por m¨¢s de 1 .000 personas procedentes de toda la Federaci¨®n Rusa. Pero el Parlamento ruso, cuyos actuales miembros llegaron al poder cuando la perestroika de Mijafl Gorbachov daba sus ¨²ltimos coletazos, permaneci¨® absolutamente obstinado en sus ideas. No s¨®lo impidieron que se adelantaran las elecciones y propusieron una Constituci¨®n que eliminaba por completo el cargo de presidente, sino que tambi¨¦n perjudicaron a Rusia al frustrar el paquete de reformas econ¨®micas del presidente Yeltsin y gastar insensatamente hasta alcanzar un d¨¦ficit presupuestario de varios billones de rublos.
Aunque, en mi opini¨®n, Yeltsin deber¨ªa haber adoptado r¨¢pidas medidas justo despu¨¦s de su victoria en el refer¨¦ndum de abril, tarde o temprano el presidente ruso ten¨ªa que actuar como ha hecho ahora. No hab¨ªa otra manera de escapar a la red paralizante de esa masa de leyes y normas contradictorias (que a menudo se anulaban mutuamente) en que se hab¨ªa convertido nuestra Constituci¨®n.
Al final, Bor¨ªs Yeltsin tuvo raz¨®n al decidir que la voluntad del pueblo que hab¨ªa elegido al presidente es superior a la voluntad de la Constituci¨®n de Br¨¦znev.Aunque la disoluci¨®n del Parlamento y la convocatoria de nuevas elecciones por parte de Yeltsin no ten¨ªa m¨¢s remedio que pasar por alto la Constituci¨®n de Br¨¦znev, yo se?alar¨ªa que esas medidas eran no s¨®lo moralmente, sino t¨¦cnicamente leg¨ªtimas, puesto que los actuales miembros del Parlamento son legalmente ileg¨ªtimos.
Esclarecer la situaci¨®n es casi como una historia de detectives cuyo inicio se remonta a -1989. En aquel entonces, conforme se iba desmantelando el monopolio de poder del Partido Comunista, reconocimos la necesidad de crear nuevos ¨®rganos de poder basados en elecciones tanto en el ¨¢mbito de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en su conjunto como a nivel de las diferentes rep¨²blicas.
Sin embargo, esos cambios exig¨ªan una reforma de la Constituci¨®n que s¨®lo pod¨ªa llevarse a cabo convocando el Congreso del Pueblo, y no mediante la asamblea del S¨®viet Supremo. Pero, para poner en marcha este proceso urgente sin tener que esperar a que se reuniera- el Congreso, y dado que algunas rep¨²blicas locales iban a elegir a sus representantes antes de la reuni¨®n del Congreso, el S¨®viet Supremo enmend¨® la Constituci¨®n y aprob¨® decretos para que pudieran celebrarse primero las elecciones en las rep¨²blicas.
Con arreglo a esta decisi¨®n, se celebraron elecciones en nueve rep¨²blicas, incluida Rusia, aunque carec¨ªan de fundamento jur¨ªdico y contraven¨ªan la Constituci¨®n de la Rep¨²blica Socialista Sovi¨¦tica. Fue de esta manera como los miembros del Parlamento ruso que hoy se enfrentan a Yeltsin obtuvieron su esca?o.
Cito las declaraciones de Anatoli LukI¨¢nov, entonces presidente del S¨®viet Supremo, del 24 de octubre de 1989, d¨ªa en que se aprobaron los cambios constitucionales: "... todas estas elecciones, todos estos cambios que el S¨®viet Supremo ha introducido hoy en la Constituci¨®n, se han adoptado infringiendo la ley y violando la Constituci¨®n".
La raz¨®n de recordar este hecho es mostrar que ninguno de los que hoy se sientan en el Parlamento ruso puede hablar con propiedad de legitimidad o ilegitimidad de las acciones de Bor¨ªs Yeltsin, porque, desde el punto de vista legal, ellos mismos han sido ileg¨ªtimos desde el principio.
Asimismo, yo se?alar¨ªa que la falta de -respeto por las m¨¢s b¨¢sicas normas de procedimiento de elaboraci¨®n de leyes arroja serias dudas sobre la constitucionalidad de leyes y enmiendas aprobadas por el Parlamento ruso que acaba de ser disuelto. Por poner un ilustrativo ejemplo, era frecuente que un miembro emitiera votos en nombre de otros de su facci¨®n que no estaban presentes, incluso sin autorizaci¨®n. Esto echa por tierra toda la l¨®gica de la democracia representativa, cuya ra¨ªz est¨¢ en la voluntad del electorado.
El decreto del presidente Bor¨ªs Yeltsin -apoyado, aunque con insignificantes disensiones, por el Gobierno regional de San Petersburgo-, y las nuevas elecciones que traer¨¢ consigo, acabar¨¢n por fin con esta persistente zona de penumbra legal que est¨¢ frustrando a todo el mundo y arruinando Rusia.
Ahora que el animal herido se debate en su agon¨ªa final, la situaci¨®n es muy tensa. Pero no es necesario que la sangre llegue al r¨ªo. Me uno a Bor¨ªs Yeltsin al decir a los diputados del Parlamento ruso: "No os estamos persiguiendo. No queremos meteros en la c¨¢rcel. Queremos que present¨¦is a vuestros candidatos y dej¨¦is que el pueblo ruso decida si sois dignos o no de guiar?su destino".
Anatoli Sobehak es jurista y alcalde de San Petersburgo.
Copyright 1993, New Perspectives Quarterly, distribuido por Los Angeles Times Syndicate.
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