El teatro Lavapi¨¦s
El centro de Madrid se degrada a un ritmo vertiginoso. Casas en ruina, solares cuya ¨²nica utilidad es servir de refugio nocturno a alg¨²n indigente, calles de l¨²gubres hostales, edificios llenos de oficinas que desertizan por la noche los barrios... son im¨¢genes que los madrile?os conocen bien. En el vaciado del centro ha tenido buena culpa la desaparici¨®n paulatina de locales donde en otro tiempo se palpaba la cultura. Cines y teatros van dando paso a bancos, centros comerciales o -en el mejor de los casos- discotecas.El cine Infantas, por ejemplo, acaba de reencarnarse en supermercado. Y el teatro Lavapi¨¦s parece destinado a centro comercial. Son s¨®lo los casos m¨¢s recientes.
Lo que ha ocurrido con el Lavapi¨¦s supone una clara muestra de las decepciones cotidianas que reciben los ciudadanos.
No eran malos los proyectos que movieron al entonces alcalde, Juan Barranco, a comprar el edificio: crear all¨ª un centro dedicado a la m¨²sica castiza, la zarzuela, el chotis... Tambi¨¦n se plante¨® en una ocasi¨®n convertir el teatro en sede de la Banda Municipal.
Se trataba de un edificio protegido en grado 1 -el mayor nivel de protecci¨®n-, que alberg¨® en sus bajos El Molino Rojo, aquella emblem¨¢tica sala de espect¨¢culos. El inmueble fue demolido el pasado julio. Y ahora surgen varias preguntas que deber¨ªan obtener respuesta: ?por qu¨¦ pasaron cinco meses desde que se declar¨® la ruina hasta que se ejecut¨®?; ?por qu¨¦ no fue informada formalmente la comisi¨®n mixta Ayuntamiento-Comunidad sobre patrimonio?; ?por qu¨¦ se ha declarado la ruina ahora en un edificio que es propiedad municipal desde hace cinco a?os?; ?por qu¨¦ el director general de Patrimonio, de la Comunidad de Madrid, se enter¨® del hecho por la prensa, como si la desaparici¨®n de todo un edificio no fuera algo evidente o necesitara certificaciones por escrito para demostrarlo?. Y m¨¢s a¨²n: si la Comunidad de Madrid cree que el Ayuntamiento se ha saltado las normas urban¨ªsticas, debe abrir inmediatamente un expediente sancionador. No hacerlo apuntar¨ªa a que tal vez las responsabilidades est¨¢n en su propio campo.
Sin embargo, el Ayuntamiento todav¨ªa puede paliar lo ocurrido. El grado de protecci¨®n 1 implica que, una vez derribado el inmueble, el nuevo edificio debe ser destinado a los mismos fines que el anterior. Eso, adem¨¢s, invalidar¨ªa las sospechas de especulaci¨®n que una operaci¨®n as¨ª lleva siempre aparejadas. Pero el alcalde a¨²n no ha despejado las dudas.
Con esa decisi¨®n -por lo dem¨¢s obligada- el deteriorado barrio de Lavapi¨¦s recuperar¨ªa un centro de atracci¨®n cultural y, con ello, mejorar¨ªa la calidad de vida de quienes lo habitan.
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