El festival de Valladolid se abre por todo lo alto con tres grandes pel¨ªculas
Finaliz¨® la sesi¨®n inaugural de la 38? edici¨®n de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci) cuando se agotaron las ¨²ltimas im¨¢genes que llenan el torrente de inventiva dram¨¢tica y visual de Adi¨®s, mi concubina, obra maestra del cineasta chino Chen Kaige, que hace unos meses arras¨® en el Festival de Cannes. Este desaf¨ªo de comenzar la casa por el tejado continu¨® ayer con Azul, filme del polaco Krysztof Kieslowski, que triunf¨® hace un mes, en Venecia. Y redonde¨® la jornada inaugural, ya en concurso, la ¨²ltima y notable pel¨ªcula del italiano Ettore Scola, Mario, Mar¨ªa y Mario. Por todo lo alto.
De Adi¨®s, mi concubina y Azul hemos hablado largamente en con motivo de sus respectivos estrenos mundiales en Cannes y Venecia. Pronto, por fortuna, se estrenar¨¢n comercialmente en Espa?a y volver¨¢n a resonar los nombres de Gong Li, Leslie Cheung, Chen Kaige, Juliette Binoche y Krysztof Kieslowski, que tallaron esas dos reci¨¦n nacidas joyas del cine.Ahora -tras su paso por este admirable escaparate del cine que viene en que se ha convertido el Festival de Valladolid de unos a?os a esta parte, y que en esta edici¨®n ofrece un homenaje al escritor Miguel Delibes- basta con dejar constancia de que ambas pel¨ªculas superaron con holgura la prueba de la segunda y tercera visi¨®n, que es un test esencial e infalible para que las obras cinematogr¨¢ficas de fuste revelen la verdadera densidad de sus trastiendas: el hecho de que la pel¨ªcula evidente, cuando es realmente grande, lleva dentro escondidas otras muchas pel¨ªculas de fondo que poco a poco se van descubriendo y que, por tanto, cada vez que se la vuelve a contemplar parece y es in¨¦dita, vista por primera vez.
Estas dos pel¨ªculas pusieron, desde fuera del concurso, el list¨®n muy alto para las que ayer comenzaron a concursar. La primera, dirigida por el brit¨¢nico de origen hind¨² Gurinder Chadha, se titula Bhaji en la playa y qued¨® ostensiblemente por debajo de esas dif¨ªciles alturas. Pero la segunda, titulada Mario, Mar¨ªa y Mario, escrita y dirigida por Ett¨®re Scola, sali¨® a la luz intacta por debajo de las aplastantes sombras de aquellos dos extraordinarios filmes inaugurales.
Esta ¨²ltima pel¨ªcula del gran hombre de cine italiano posee la ligereza de secuencia propia de una comedia melodram¨¢tica de consumo popular, did¨¢ctico, casi convencional, pero est¨¢ escrita y realizada con tan enorme solvencia que a veces se sale de la norma y, sobre todo, est¨¢ llena de cargas de sagacidad, que le otorgan una innegable singularidad. Fiel como un ¨¢rbol a su sombra, Scola -viejo y por lo tanto perplejo militante comunista italiano- cuenta con una astucia memorable las interioridades de las bases de su partido en los cruciales momentos en que el PCI dej¨®, hace tres a?os, de ser comunista y. tom¨® otros s¨ªmbolos, otras siglas, otras formas y otros derroteros. Y lo hace sirvi¨¦ndose de una simpl¨ªsima triangulaci¨®n amorosa que resultar¨ªa t¨®pica si los tres personajes no estuvieran dibujados con aut¨¦ntico primor por un cineasta expert¨ªsimo e inteligente donde los haya, aunque ciertamente algo desequilibrado, pues como de costumbre el guionista Scola sigue hilando m¨¢s fino que el director Scola.
En d¨ªas de escasez, ver funcionar la maquinaria de la imaginaci¨®n y la inteligencia perfectamente engrasada en una pantalla sencilla, divertida, fluida y emotiva, no es moneda corriente.
en medio de la invasi¨®n de tan y tanto mendrugo peliculero, agredece una presencia como de Scola, un sujeto que incluso cuando enga?a y hace trampas lo logra con tanto talento, amor, humor, desparpajo y elegancia que sus medias verdades parece verdades redondas y sus pu?etazos caricias.
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