Noches de tensi¨®n en el Adarra
La Guardia Civil bate un monte palmo a palmo en busca de Iglesias Zamora
Anochece en las estribaciones del Adarra. Las siluetas de los guardias civiles que buscan al ingeniero donostiarra Julio Iglesias Zamora se recortan ante los ¨²ltimos temblores luminosos del ocaso. Hace fr¨ªo, porque el viento ha cambiado de direcci¨®n y sopla ahora del Norte, arrojando el invierno sobre el territorio vasco. Los guardias desplegados en esa vasta zona monta?osa se arrebujan en sus cazadoras, dispuestos a pasar la noche. Forman parte del contingente de m¨¢s de 150 hombres encargados de la vigilancia nocturna de los innumerables caminos y senderos, del laberinto de pistas que comunica las poblaciones situadas en el tri¨¢ngulo formado por Berastegui y Hernani, en Guip¨²zcoa, y Goizueta, en Navarra."De noche es bastante m¨¢s duro", indica un guardia, mientras se alza las solapas. "No, no es s¨®lo por el fr¨ªo; cualquier ruido en la espesura, cualquier rumor, te pone en alerta y no sabes nunca a qu¨¦ atenerte". Desde la cima del monte Unamuno, las luces de la cercana poblaci¨®n de Arano aparecen como un ej¨¦rcito de luci¨¦rnagas recostado en uno de los pliegues del anfiteatro monta?oso que rinde tributo al Adarra, el monte que separa Navarra y Guip¨²zcoa. Los Nissan Patrol desplegados discretamente en los puntos estrat¨¦gicos se funden con los taludes de las pistas o con los bosquecillos de hayedos. No hay luces ni ruidos de motores, porque, de noche, el juego consiste en ver sin ser visto. "Nos han dicho que nos vamos a quedar aqu¨ª hasta que aparezca el secuestrado. Los jefes est¨¢n convencidos de que tienen a Iglesias en esta zona, y sus razones tendr¨¢n", comenta cautelosamente el jefe de una de las patrullas dotadas con equipos de visi¨®n nocturna.
Tambi¨¦n ellos est¨¢n convencidos, mucho m¨¢s despu¨¦s de haber localizado los dos peque?os zulos (escondites) presuntamente abiertos en el monte por Xabier Lasarte, uno de los supuestos colaboradores del comando Donostia detenidos en la ¨²ltima redada policial. La ¨²nica duda reside en la posibilidad de que el comando que retiene al ingeniero donostiarra desde el pasado 5 de julio se haya trasladado con su reh¨¦n a otra zona durante los dos d¨ªas transcurridos entre las detenciones del pasado 24 de septiembre y el cierre del cerco establecido por la Guardia Civil.
No obstante, el hecho mismo de la prolongaci¨®n del secuestro, cuando se da por supuesto que la familia ha pagado el rescate exigido por ETA -unos 300 millones de pesetas, seg¨²n unas fuentes; alrededor de 500, seg¨²n otras-, parece confirmar que el comando se encuentra cercado en esta amplia ¨¢rea. Pero tras este mes de batidas est¨¢ claro que los secuestradores disponen de un habit¨¢culo perfectamente camuflado que ni los sensores t¨¦rmicos que detectan los puntos de calor instalados en los aviones militares, ni las intensas batidas de la Guardia Civil con motos y perros rastreadores han conseguido hallar de momento.
El portavoz del Partido Nacionalista Vasco (PNV), Joseba Egibar, ha apuntado incluso que ETA dio la orden de liberar a Iglesias el pasado 22 de septiembre, y que lo que ocurre es que el comando, presumiblemente formado por Pedro Pikabea Ugarte y Jes¨²s Miguel Intxausti M¨²gica, ha perdido su enlace, supuestamente detenido en la ¨²ltima redada, y se encuentra inmovilizado por el despliegue policial. Desde el 26 de septiembre la Guardia Civil registra todos y cada uno de los veh¨ªculos que entran y salen en el tri¨¢ngulo acotado por las tres poblaciones citadas, mientras cientos de agentes, hasta medio millar procedentes del propio Pa¨ªs Vasco, La Rioja y Zaragoza, inspeccionan caser¨ªos y bordas, rastrean pistas y caminos de monta?a, fijando una especial atenci¨®n en los restos de obras, en las basuras y en las grutas, cuevas o hendiduras del terreno, muy abrupto.
Con las fotograf¨ªas a¨¦reas obtenidas por los aviones militares provistos de sensores t¨¦rmicos, que pueden detectar la presencia humana incluso en el subsuelo, las Fuerzas de Seguridad del Estado han parcelado minuciosamente el terreno en ¨¢reas de dos kil¨®metros cuadrados que est¨¢n siendo batidas exhaustivamente. Algunos baserritarras (agricultores) de Urnieta (Guip¨²zcoa) han asistido estos d¨ªas al espect¨¢culo de dos centenares de guardias civiles batiendo con largos palos palmo a palmo, toda una ladera.
La zona permanece cerrada al paso de los cazadores y los monta?eros encuentran dificultades para acceder a determinadas ¨¢reas. "Estamos deseando que todo esto se acabe, todos queremos que liberen a Iglesias, pero, claro", se?ala una vecina de Arano, "¨¦sta es una situaci¨®n inc¨®moda, tanto para nosotros como para los guardias". La convicci¨®n, por lo visto suficientemente acreditada, de que Julio Iglesias se encuentra dentro de este c¨ªrculo no constituye una garant¨ªa de su efectiva liberaci¨®n. "Encontrar el acceso de ese zulo es un trabajo de chinos, aunque confiamos en que tengan que salir alg¨²n d¨ªa, sobre todo si se les acaban las provisiones", comenta uno de los guardias.
Aflojar el cerco
En esta situaci¨®n, las macabras referencias a un posible desenlace fatal para la vida del secuestrado, expuestas estos d¨ªas por determinados dirigentes de HB, han tenido el efecto probablemente buscado, y los cada vez m¨¢s angustiados familiares de Iglesias han pedido que se afloje el cerco policial.M¨¢s confusa resulta la pol¨¦mica suscitada por las declaraciones atribuidas al presidente del PNV, Xabier Arzalluz, y posteriormente desmentidas por el interesado, sobre la conveniencia de suspender el operativo en torno al Adarra. Tan confusa, y probablemente equ¨ªvoca, como la desatada a ra¨ªz de las manifestaciones en las que el lehendakari, Jos¨¦ Antonio Ardanza, se refiri¨® al despliegue policial como "un gran show".
Sin dejar resquicio alguno para los equ¨ªvocos, los trabajadores de Ikusi, compa?eros del secuestrado, han dicho simplemente que conf¨ªan en que "quienes est¨¢n actuando en nombre de la legalidad vigente no antepondr¨¢n la persecuci¨®n de sus captores a la libertad de Julio".
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