El problema del paro espa?ol
Seg¨²n los ¨²ltimos datos de la encuesta de poblaci¨®n activa (EPA), hay en Espa?a cerca de 3,4 millones de parados, un 22,3% de la poblaci¨®n activa. Eso sit¨²a a nuestro pa¨ªs a la cabeza de la OCDE. Y, sin embargo, este nivel de desempleo no genera grandes convulsiones sociales ni parece ser objeto de una gran movilizaci¨®n social. ?Por qu¨¦?En primer lugar, la sociedad espa?ola no parece creerse esas cifras de paro. La experiencia cotidiana del fraude lleva a muchos (?todos?) a ser esc¨¦pticos. S¨®lo dar¨¦ un dato: la EPA del segundo trimestre de 1993 recoge entre los ocupados a 65.000 personas que est¨¢n percibiendo prestaciones por desempleo y a otros 290.000 perceptores como inactivos (por no buscar activamente empleo). As¨ª pues, aunque nos parezca imposible, la mayor¨ªa de los sumergidos y presuntos defraudadores seguramente son clasificados correctamente por la EPA, cuyas cifras resultan, despu¨¦s de todo, bastante fiables.
En segundo lugar, el desempleo en Espa?a ha sido soportado mediante mecanismos de redistribuci¨®n de la renta: primero, mediante los cuantiosos desembolsos en prestaciones por desempleo, que en 1993 alcanzar¨¢n una cifra cercana al 4% del PIB; y segundo, gracias al apoyo de las famil¨ªas; en dos de cada tres familias en las que hay alg¨²n parado, hay al menos otro miembro de la familia que tiene empleo y en la mitad de las restantes hay al menos un perceptor de prestaciones por desempleo.
Las perspectivas futuras no son optimistas. Puede estimarse que para alcanzar una tasa de paro del 10% dentro de diez a?os ser¨ªa necesario crear como m¨ªnimo 3,5 millones de empleos, lo cual, aunque no es imposible, parece bastante dificil en las circunstancias actuales.
?Qu¨¦ se puede hacer, entonces? En primer lugar, parece indispensable mantener la protecci¨®n por desempleo, pero s¨®lo para las familias que realmente lo necesiten. ?Hasta cu¨¢ndo puede Espa?a permitirse dedicar cantidades astron¨®micas a prestaciones por desempleo que tienen un coste de oportunidad enorme desde el punto de vista de otros gastos p¨²blicos o de la reducci¨®n de un d¨¦ficit p¨²blico cuya magnitud real parece desbocada?
En segundo lugar, la sociedad espa?ola debe preguntarse si realmente quiere dar empleo a las personas que desean trabajar. Si la respuesta es afirmativa, la ¨²nica soluci¨®n es el reparto del escaso trabajo que cabe esperar que haya (en relaci¨®n con los que desean trabajar). A t¨ªtulo de ejemplo, el debate sobre lajornada,de 32 horas que est¨¢ teniendo lugar actualmente en Francia, aunque seguramente no es trasladable, indica una preocupaci¨®n social que aqu¨ª no existe.
Quiz¨¢ haya llegado el momento de plantearse reformas radicales de todo el entramado social. Muchas de ellas tropezar¨¢n con la resistencia de alg¨²n sector de la sociedad, porque conllevar¨¢n la implantaci¨®n de unos mecanismos de distribuci¨®n de la renta (y del trabajo) diferentes de los actuales. Pero quiz¨¢ el problema consista precisamente en que muchas instituciones sociales (entre ellas, desde luego, eso que llamamos el mercado de trabajo, y tambi¨¦n el sistema tributario) no son capaces de resolver adecuadamente los conflictos redistributivos, que acaban plasm¨¢ndose en un gasto p¨²blico excesivo e, indudablemente, en el insostenible nivel de paro que existe actualmente.
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