B¨¢lsamo con toca
Unas monjas de Chamberi duermen de d¨ªa para cuidar de noche a los enfermos
Madrid Las puertas de madera de la casa-madre de las Siervas de Mar¨ªa abren una de sus hojas a las nueve de la noche. Un goteo constante de monjas ataviadas con h¨¢bito negro y con bolsas de distintas formas, tama?os y colores asidas a su cuerpo cruza en silencio la plaza de Chamber¨ª. Alguien describi¨® la escena como el b¨¢lsamo que se extiende por el cuerpo de la ciudad. Duermen de d¨ªa y cuidan a los necesitados de noche.A sor Guillermina le toca una de las rutas que despierta m¨¢s inquietud en la madre superiora, Mercedes R¨ªos: "Cada vez que sale, pienso que quiz¨¢s tenga problemas, pero nuestra patrona (Santa Mar¨ªa Soledad Torres Acosta) siempre est¨¢ ah¨ª para protegernos", apunta con resquemor. Va a cuidar a una casa en Mes¨®n de Paredes, detr¨¢s de Tirso de Molina. Utiliza el bonometro.
Se sube en la boca de metro de Iglesia (ninguna m¨¢s apropiada) y el subterr¨¢neo la lleva directa hasta Tirso de Molina. "Todav¨ªa no me he acostumbrado a que la gente me mire cuando voy en metro". Nunca ha tenido que encomendarse a ning¨²n santo; "otras hermanas que van en metro s¨ª han pasado alg¨²n apuro. A una se le sentaron encima el otro d¨ªa unos chicos, pero no pas¨® nada, y a m¨ª una vez, en Mes¨®n de Paredes, me llamaron no s¨¦ qu¨¦. Cosas sin importancia".
Teresa tiene artrosis en sus brazos. Estuvo trabajando 28 a?os en Land Rover, "hasta que llegaron los japoneses con Suzuki e hicieron regulaci¨®n de empleo". Vive sola con su madre, que tambi¨¦n se llama Teresa. Desde junio su progenitora ha sufrido tres trombosis; la ¨²ltima hace apenas 15 d¨ªas. Tiene 94 a?os y Teresa no puede estar las 24 horas del d¨ªa pendiente de ella. "Unos d¨ªas lo aguantas, pero luego es imposible". Sor Guillermina coge la mano de la anciana y a ¨¦sta se le Ilumina el rostro de felicidad. "Es incre¨ªble lo que quiere a la hermana", apunta Teresa. "Su labor no se puede pagar por nada", a?ade. "?Qu¨¦ rica!, tiene mejor color, ?verdad?, interrumpe la monja.
Como el resto de las hermanas, cuando llegan a las casas, hospitales o dispensarios, cambian su h¨¢bito negro por el de color blanco, blanco inmaculado. "Trece y medio, est¨¢ normal", explica sor Guillermina tras tomar la tensi¨®n a Teresa. No hay nada como una taza de caf¨¦ para empezar la noche, "a veces me traigo galletas porque me da cargo de conciencia comerme las que ellas tienen".
Madre, hija y hermana ven la televisi¨®n hasta las once, hora de acostarse. La hermana no es una apasionada de la caja tonta, "pero el otro d¨ªa nos vimos las tres Los diez mandamientos de un tir¨®n, y es que hay que ver qu¨¦ pel¨ªcula tan bonita. Debimos ser una de las pocas que no vieron el partido de f¨²tbol entre Espa?a y Dinamarca". Teresa asiente con un movimiento de cabeza. Sor Guillermina la desviste, la acuesta y la lava. Luego, coser y leer ser¨¢n los pasatiempos de la noche, salpicados por la atenci¨®n a Teresa.
Otras monjas, como sor Luc¨ªa, no podr¨¢n tomarse un respiro. Ella y dos hermanas m¨¢s atienden dos plantas de cirug¨ªa en una cl¨ªnica. Sor Pilar, que cuida a tres hermanas de 90, 80 y 80 a?os, "dos de ellas en carritos de ruedas", se decanta por la oraci¨®n y la escritura. Sor Josefa es m¨¢s lanzada, "me lo paso bomba con Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa", afirma. "Hay que saber de todo para luego poder dar conversaci¨®n a los enfermos". Ella cuida a un enfermo de Alzheimer, de 70 a?os, en Chamber¨ª, "aqu¨ª cerquita". En una bolsa de deportes, sor Josefa lleva un radiocasete, un libro de Ortega y Gasset, la Biblia para rezar y cantos para aprender.
Por reglamento, las hermanas cambian cada mes de enfermo.; cada ma?ana, poco antes de. las 7.00, vuelven a su mundo de laudes y oraci¨®n. Se acuestan despu¨¦s de comer. Por la noche, volver¨¢n a convertirse en un b¨¢lsamo con toca.
110 y la madre
"Somos 110 y la madre, que soy yo", bromea Mercedes R¨ªos, la madre superiora de las Siervas de Mar¨ªa. "En concreto, ahora en serio, somos 110 hermanas, de las cuales 36 son enfermeras tituladas y ocho son j¨®venes estudiantes".Con esta plantilla, los resultados que obtuvieron durante el a?o pasado son espectaculares en comparaci¨®n con los del Ayuntamiento de Madrid. Durante 1992 realizaron 6.020 asistencias a enfermos. Desglosadas, 800 fueron en centros hospitalarios, 30 a domicilio y 90 en dispensarios. Por u parte, el Ayuntamiento de Madrid, con un presupuesto ara 1992 de 1.717 millones en asistencia domicilio, efectu¨® 5.671 atenciones, con m¨¢s de un millar de empleados disemina dos entre las seis
empresas con las que el consistorio madrile?o tiene contratada la gesti¨®n indirecta de este servicio. Adem¨¢s, los servicios sociales municipales cuentan con lavander¨ªa, contratada con la empresa Porcas¨¢n, comida a domicilio, un servicio de teleasistencia que ha pasado de las 400 plazas de 1992 a las 900 actuales, y 11 centros de d¨ªa con asistencia geri¨¢trica especializada.
Mientras que la concejal de Servicios Sociales, Ana Mar¨ªa Garc¨ªa Armend¨¢riz, asegura que "se va atendiendo a la gente que lo necesita" sin que haya un exceso de demanda, en la casa-madre de las Siervas de Mar¨ªa de la Plaza de Chamber¨ª por cada enfermo al que se asiste m¨¢s de cinco se quedan sin atenci¨®n. "Estamos desbordadas, hay d¨ªas que no podemos coger a ning¨²n nuevo enfermo" asegura la madre Mercedes. Son las ¨²nicas, con las Siervas de Jes¨²s, que cuidan enfermos de noche. Su territorio: Madrid.
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