Hacia un nuevo orden econ¨®mico mundial
El autor se congratula del cierre de la Ronda Uruguay. Su firma, opina, refleja el imparable proceso de globalizaci¨®n y, ante todo, ha servido para eludir la opci¨®n proteccionista.
EMILIO YBARRADespu¨¦s de m¨¢s de siete a?os y de numerosos aplazamientos en los que las complejas negociaciones parec¨ªan entrar en un punto muerto sin aparente posibilidad de soluci¨®n, la firma del nuevo acuerdo del GATT, dentro de la Ronda Uruguay, es ya un hecho. Que el acuerdo se haya producido en un contexto como el actual, en el que la crisis atenaza la mayor parte de las econom¨ªas occidentales y, por tanto, la tentaci¨®n al recurso de pol¨ªticas proteccionistas pod¨ªa haber sido mayor, es un claro exponente de c¨®mo el proceso de globalizaci¨®n de la econom¨ªa mundial comienza a dictar sus leyes de forma inexorable. En la aceleraci¨®n de este proceso han desempe?ado un papel fundamental las nuevas tecnolog¨ªas, que, al permitir aumen tar notablemente la capacidad productiva de las empresas, est¨¢n obligando a ¨¦stas a buscar nuevos mercados en los que colocar sus excedentes. Paralelamente, las compa?¨ªas transnacionales, que controlan m¨¢s de un tercio de la producci¨®n total, se han convertido en poderosos canales de transferencia de tecnolog¨ªas y sistemas de gesti¨®n empresarial, que antes estaban vedados a numerosos pa¨ªses. Si a ello se a?ade que el abaratamiento, rapidez y fiabilidad de los transportes internacionales est¨¢ incidiendo en una p¨¦rdida de relevancia del factor geogr¨¢fico a la hora de producir los bienes, no resultar¨¢ extra?a la creciente especializaci¨®n regional del trabajo que se observa en el mundo. Todo ello se traduce, l¨®gicamente, en un nuevo contexto en el que las interrelaciones comerciales entre pa¨ªses son cada vez m¨¢s numerosas.Desde esta perspectiva, la progresiva construcci¨®n de ¨¢mbitos de actuaci¨®n supranacionales debe considerarse como una consecuencia natural de la necesidad que experimenta la comunidad intemacional para dar respuesta a dicha realidad. Este ensanchamiento de los mercados comerciales est¨¢ teniendo lugar, principalmente a dos niveles. El primero de ellos es el que hace referencia a la creaci¨®n de ¨¢mbitos regionales de libre cambio compuesto por un grupo de pa¨ªses, unidos generalmente por su pertenencia a un mismo espacio geogr¨¢fico. Desde el final de la II Guerra Mundial, son m¨¢s de veinte los tratados de este tipo que han sido firmados, destacando entre ellos el Tratado de Roma, referencia obligada para otros posteriores, como la EFTA, la ASEAN, el reciente acuerdo de los tres pa¨ªses norteamericanos (TLC) o el firmado entre Brasil, Uruguay y Argentina. Sin embargo, llegados a este punto, conviene poner de manifiesto c¨®mo, independientemente de los beneficiosos efectos que dichas agrupaciones puedan generar para el desarrollo del comercio entre los pa¨ªses que las forman, existe el peligro de que, frente al exterior, la creaci¨®n de dichos mercados de libre cambio degenere en un proteccionismo de nuevo cuno, trasladando a las nuevas fronteras el que antes ten¨ªa lugar a nivel nacional. Por tanto, y con vistas a evitar la formaci¨®n de agrupaciones comerciales de pa¨ªses, cerradas sobre s¨ª mismas, resulta evidente, asimismo, la necesidad de avanzar hacia marcos de libre comercio m¨¢s globales. Esto es lo que se ha tratado de conseguir, precisamente, mediante las sucesivas rondas del GATT, la ¨²ltima de las cuales, la de Uruguay, acaba de ser cerrada con ¨¦xito. De la complejidad que revisten los convenios firmados habla el hecho de que, a pesar de haberse abierto la ronda en 1986, haya sido preciso esperar al ¨²ltimo d¨ªa del plazo que las partes se hab¨ªan dado para alcanzar el acuerdo. Y, como es. sabido, ¨¦ste no habr¨ªa sido posible si, 24 horas antes, Estados Unidos y la Uni¨®n Europea no hubieran conseguido llegar a un compromiso bilateral en torno al tratamiento que deber¨ªan recibir determinadas materias, como la agricultura, el sector audiovisual, el tr¨¢fico mar¨ªtimo o el sector a¨¦reo, sobre las que exist¨ªan diferencias tan importantes que en muchos casos ha sido preciso dejar su resoluci¨®n para futuras negociaciones. De los apartados que finalmente han conseguido ser incluidos en el GATT tal vez haya sido el agr¨ªcola el que ha suscitado mayores dificultades. En efecto, aunque el nivel de protecci¨®n del sector primario es similar en Europa y el pa¨ªs americano, ¨¦ste se formaliza mediante sistemas conceptuales diferentes. Ello ha permitido a la antigua CE ir ganando cuota en el mercado agr¨ªcola. As¨ª, mientras en 1970 Estados Unidos aportaba el 36% de las ventas mundiales, la CE ¨²nicamente colaboraba con el 2%. Veinte a?os m¨¢s tarde, sin embargo, esta proporci¨®n hab¨ªa pasado a ser del 26% y del 18%, respectivamente. La resoluci¨®n de este conflicto ha sido posible merced al establecimiento de un largo periodo transitorio durante el cual no puede haber represalias por las subvenciones agr¨ªcolas dise?adas en el seno de la reforma de la Pol¨ªtica Agr¨ªcola Com¨²n (PAC).
L¨®gicamente, los principales perjudicados por estas medidas han sido los pa¨ªses productores de alimentos, muchos de ellos en v¨ªas de desarrollo, que ven c¨®mo, de esta manera, no acaban de abrirse las puertas de aquellos sectores en los que son m¨¢s competitivos. Por su parte, los pa¨ªses desarrollados consideran a la agricultura como a un sector estrat¨¦gico en el que confluyen importantes elementos de identidad cultural nacional e intereses sociales, como la subsistencia de un campesinado que, en caso contrario, se ver¨ªa obligado a emigrar a las ciudades, acentuando as¨ª el ya de por s¨ª grave proceso de despoblaci¨®n rural. Puede decirse, por tanto, que, en este sentido, tal vez el cap¨ªtulo agr¨ªcola ilustre como ning¨²n otro el ya tradicional conflicto Norte-Sur, y el nuevo rostro que ¨¦ste est¨¢ adquiriendo tras las ref¨®rmas Devadas a cabo en las econom¨ªas de una gran parte de los pa¨ªses latinoamericanos, asi¨¢ticos o de la Europa del Este.
En efecto, en el pasado, la actitud de las naciones menos desarrolladas se encontraba en general dirigida hacia la creaci¨®n de un sistema econ¨®mico aut¨¢rquico en el plano interno, mientras en el exterior se buscaba la firma de tratados preferenciales. Sin embargo, en estos ¨²ltimos a?os, diversos factores, como el favorable consenso alcanzado en torno a las bondades de la econom¨ªa de mercado como sistema para lograr una asignaci¨®n de recursos m¨¢s eficiente, la aceptaci¨®n de un trato de reciprocidad en sus relaciones con el exterior y la diluci¨®n de sus respectivos sistemas de control de cambios, est¨¢n permitiendo a algunos de ellos incorporarse con fuerza al concierto econ¨®mico mundial. Concretamente, los bajos salarios con los que operan, el escaso desarrollo de sus legislaciones de protecci¨®n social y la nula sensibilidad en materia medioambiental les permiten actuar competitivamente, como productores de bajo coste a la hora de colocar sus productos en el exterior. De esta manera, y a diferencia de lo que ocurri¨® en el pasado, han sido los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo aquellos que m¨¢s esperanzas ten¨ªan depos¨ªtadas en el ¨¦xito final de la actual Ronda Uruguay del GATT. Sin embargo, aunque ¨¦stas no hayan sido plenamente colmadas, la soluci¨®n alcanzada no deja de ser satisfactoria para ambas partes, ya que, por un lado, Occidente renuncia a establecer restricciones basadas en el dumping social que practican los pa¨ªses emergentes, lo que podr¨ªa cercenar su despegue econ¨®mico, y por otro, los pa¨ªses desarrollados pueden aprovechar ese 33% de reducci¨®n media que van a sufrir los aranceles para colocar sus productos en nuevos mercados.
Puede decirse, por tanto, que para los pa¨ªses occidentales en general, y para Espa?a en particular, la firma del GATT supone ante todo un desafilo. Un nuevo acicate para que aquellas empresas y sectores poco competitivos afronten decididamente los procesos de reconversi¨®n necesarios para sobrevivir en un mundo en el que la libertad de comercio sigue ganando terreno, en detrimento de pasadas pol¨ªticas proteccionistas. En este sentido, ser¨¢n las empresas que hayan sabido adaptarse al nuevo clima de competencia los que, con toda probabilidad, podr¨¢n capitalizar en su favor una parte del aumento del comercio mundial que, sin duda, va a permitir esa generalizada ca¨ªda de aranceles. Concretamente, el efecto positivo que se espera tenga sobre el PIB mundial ha sido cifrado por la OCDE en unos 275.000 millones de d¨®lares anuales adicionales, a partir del a?o 2002, fecha en la que los calendarios transitorios pactados, referidos a los sectores de mayor importancia econ¨®mica, comienzan a finalizar, y es, por tanto, previsible que los efectos del GATT empiecen a ser palpables. Precisamente, este lento desmantelamiento y las concesiones que, finalmente, todas las partes han tenido que realizar explican que el cierre de la Ronda Uruguay no haya sido saludado por los agentes econ¨®micos con excesivo entusiasmo. No obstante, el hecho de que nadie se sienta completamente satisfecho tal vez sea, parad¨®jicamente, una de las mejores garant¨ªas para mirar su futura operatividad con optimismo.
La libertad de comercio, que en otras ¨¦pocas fue incluso la excusa para sojuzgar a pueblos enteros, encuentra ahora un cauce de di¨¢logo y discusi¨®n civilizado en el marco del GATT. Por ello, y m¨¢s all¨¢ de las complejas consideraciones t¨¦cnicas que han rodeado las negociaciones de la Ronda Uruguay, la conclusi¨®n con ¨¦xito de la misma debe ser saludada como un mensaje de esperanza en la capacidad de la humanidad para avanzar hacia la consecuci¨®n de un mundo con una distribuci¨®n econ¨®mica m¨¢s justa.
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