De Carrero solo queda ETA
Los autores de la operaci¨®n est¨¢n muertos, desaparecidos o en prisi¨®n
Cuando Jos¨¦ Miguel Be?ar¨¢n, Argala, e I?aki P¨¦rez Beotegui, Wilson, se enfundaron sus disfraces de cl¨¦rigos para vigilar al almirante Luis Carrero, ninguno de los dos militantes de ETA sab¨ªa muy bien qui¨¦n era el hombre al que pretend¨ªan controlar. Aquel par de j¨®venes activistas tardaron en comprender la importancia del comentario que sus enlaces hab¨ªan captado en el domicilio madrile?o de los escritores Alfonso Sastre y Eva Forest, casi dos a?os antes del atentado."Fijaos c¨®mo andar¨¢ este r¨¦gimen que los ministros van por ah¨ª casi sin escolta", escucharon los informadores de ETA. "Dicen que hasta el almirante Carrero,, el vicepresidente, hace todos los d¨ªas el mismo recorrido para ir a misa y que va siempre a la misma iglesia. Parece que se le ve muy suelto por ah¨ª". Al salir de la casa, ambos etarras pensaron que ese dato hab¨ªa que pasarlo a la direcci¨®n de ETA. Argala (flaco, en euskera) viaj¨® a Madrid con ¨¢nimo de comprobar, entre otras, esa informaci¨®n.
En paralelo, Javier Larreategui, Atxulo, comenzaba a reunir datos del entonces ministro Gregorio L¨®pez Bravo, una de las personas a las que el destino ten¨ªa reservado asistir a la ¨²ltima misa de Carrero, el 20 de diciembre de 1973, aunque no se vio afectado por la explosi¨®n que se produjo momentos despu¨¦s.
Todos estos militantes hab¨ªan acudido a Madrid, desde sus pueblos de origen, para montar la primera base de operaciones que tuvo ETA en la capital de Espa?a. Lo hicieron "por considerar que aqu¨ª [en Madrid] pasar¨ªan inadvertidos dado el gran n¨²mero de habitantes de la capital, as¨ª como que las autoridades no prestan una gran atenci¨®n a los vascos residentes en la misma", seg¨²n declar¨® a la polic¨ªa el primer detenido tras el atentado, Juan Antonio Aramburu Araluce. Le echaron el guante porque no se ocult¨®, puesto que nada hab¨ªa tenido que ver con el magnicidio.
Los etarras de los primeros a?os setenta no ten¨ªan especial animosidad contra Carrero. No representaba para ellos m¨¢s que cualquier otro personaje del r¨¦gimen, y hasta finales de 1972 no entr¨® en sus planes el de secuestrarle para canjearle por los presos de la organizaci¨®n, que era el problema que les obsesionaba. En aquellos momentos estaban encarcelados 110 militantes de ETA, de ellos 77 condenados en firme, con un promedio de 16,5 a?os de condena. Montaron una operaci¨®n contra Carrero cuando se dieron cuenta de que no resultaba imposible hacerlo, dada la regularidad de las costumbres del almirante, lo mismo que no se les ocurri¨® atentar contra Franco hasta que vieron c¨®mo les hab¨ªa salido lo del almirante. Y en el caso del dictador, desecharon r¨¢pidamente la idea por el excesivo riesgo que representaba para ellos.
Del escenario en que se mov¨ªa Carrero pr¨¢cticamente lo ¨²nico que pervive es el terrorismo de ETA. La democracia y las libertades son hechos que nadie discute en Espa?a, salvo un sector del independentismo vasco.
De aquella sociedad aislada internacionalmente y atenazada por el miedo a mantener una simple conversaci¨®n pol¨ªtica en un bar; en la que pertenecer a partidos o sindicatos, o manifestarse, estaba penado con la c¨¢rcel; en la que se exig¨ªa el libro de familia en los hoteles a las pareJas sospechosas de no estar casadas; en la que todas las emisoras deb¨ªan emitir la misma informaci¨®n que Radio Nacional de Espafia; en la que los ciudadanos no ten¨ªan derecho a elegir el Parlamento y el poder estaba controlado por mandos militares; de aquel Estado y de aquella sociedad, en fin, realmente han cambiado muchas cosas.
Pr¨¢cticamente lo ¨²nico que se mantiene como una roca es el tipo de organizaci¨®n terrorista que comenz¨® a consolidarse con el magnicidio. Un grupo esencialmente militarista, donde las armas han dominado n¨ªtidamente sobre cualquier planteamiento de lucha pol¨ªtica o social, que ha matado a 729 personas m¨¢s despu¨¦s de Carrero. El terror de ETA ha servido, a su vez, de pretexto para algunas lacras de la posterior democracia, como los asesinatos cometidos por los GAL y ciertos casos de torturas.
De los jefes militares de ETA que intervinieron en las operaciones contra Carrero, Txomin muri¨® de manera fortuita en un campo de entrenamiento en Argelia, en 1987; Josu Ternera se encuentra en una c¨¢rcel de Francia; Manuel Pagoaga, Peixoto, sufri¨® un atentado de los GAL y un posterior encarcelamiento en Francia, aunque recientemente* fue puesto en libertad. S¨®lo Ignacio M¨²gica, Ezkerra, se apart¨® de ETA y se ha reinsertado en la vida civil, al frente de una editorial.
En cuanto a los autores del atentado, Jos¨¦ Miguel Befiar¨¢n, Argala, muri¨® en 1978, en una venganza perpetrada por servicios paralelos. Javier Larreategui, Atxulo, se encuentra en una
-c¨¢rcel espa?ola -por hechos distintos a la voladura del almirante, de la que est¨¢ amnistiado- tras su entrega a Espa?a por el Gobierno de Uruguay. Y Jes¨²s Zugarramurdi, Kiskur, sobrevivi¨® a un atentado de los GAL en Francia, donde despu¨¦s se cas¨®, y nada se sabe de ¨¦l.
Del resto de las personas que, sin formar parte del comando final, participaron en algunas de las fases previas, Wilson se apart¨® relativamente pronto de ETA, tras su detenci¨®n en 1975, y ha tenido poca fortuna en sus intentos de militar en partidos abertzales ajenos a Herri Batasuna. Por el contrario, Eva Forest contin¨²a vinculada a esta ¨²ltima formaci¨®n.Un monje benedictino
ETA siempre ha encontrado recambio para sus jefes militares, a medida que estos mor¨ªan o eran detenidos.
Los planes contra Carrero, que inicialmente consist¨ªan en secuestrarle -como es sobradamente conocido-, comenzaron bajo el mando de Eustaquio Mendiz¨¢bal, Txikia, un antiguo monje benedictino, que prefer¨ªa el activismo en su zona que una lejana operaci¨®n en Madrid. Desconfiaba incluso de abandonar los montes y los valles guipuzcoanos. "?Me cago en Dios!", dec¨ªa, "me meto en Bilbao y es como si me metiera en Espa?a", seg¨²n recuerda uno de sus companeros.
Txikia result¨® muerto en un enfrentamiento con la polic¨ªa en Algorta el 19 de abril de 1973. Para sustituirle hubo dos reuniones, una en Bergara (Guip¨²zcoa) y otra en el sur de Francia. En esas reuniones se acord¨® nombrar responsables militares de ETA a I?aki M¨²gica, Ezkerra; Domingo Iturbe, Txomin; Manuel Pagoaga, Peixoto; y Jos¨¦ Antonio Urrutikoetxea, Josu Ternera. Posteriormente se decid¨ª?> el secuestro de Carrero. Para ello acudi¨® a Madrid un comando de apoyo de ocho activistas y fueron alquilados un local comercial y siete viviendas.
Mientras el aparato militar de ETA se enfrascaba en estos preparativos, los dirigentes del sector obrerista fueron marginados. S¨®lo uno de ellos, Ixilla (mudo, en euskera) fue informado de lo que se preparaba, tras una cumbre celebrada entre Ezkerra, Peixoto y las figuras m¨¢s destacadas de la rama obrera y de lo que despu¨¦s fue ETA pol¨ªtico-militar, Pertur entre ellos.
Esa cumbre se celebr¨® en Getafe (Madrid), mientras Argala, Wilson y Atxulo continuaban por su lado con los preparativos del secuestro. Lo cual es un a buena prueba del despiste de los potentes dispositivos policiales y del servicio de inteligencia (Seced, antecedente remoto del actual Cesid) que serv¨ªan a aquel r¨¦gimen. Pero si las fuerzas de seguridad se han visto impotentes para controlar despu¨¦s a los co mandos de ETA en Madrid (qu han causado 96 muertos), no ha que asombrarse de que estuvieran en la inopia respecto a los primeros etarras.Otras preocupaciones
La dictadura consideraba m¨¢s importante controlar a los comunistas, los masones, los estudiantes izquierdistas, los sindicalistas ajenos a la organizaci¨®n oficial, los curas progresistas, la! personalidades de la oposici¨®n moderada e incluso los mon¨¢rquicos.
Y, naturalmente, su polic¨ªa pol¨ªtica estaba organizada para eso. He aqu¨ª un ejemplo: el 20 de diciembre de 1973, el entonces ministro de la Gobernaci¨®n, Carlos Arias, hab¨ªa retirado par-
onteras y
te de la polic¨ªa de fr aeropuertos para reforzar las zonas que se preve¨ªan conflictivas, como se revela en el libro Golpe mortal -publicado en 1983 por el Equipo de Investigaci¨®n de EL PAIS- Pero Arias no hab¨ªa movilizado a su polic¨ªa contra ETA, sino para cortar las huelgas o manifestaciones que tem¨ªan por el juicio contra Marcelino Camacho, Nicol¨¢s Sartorius y otros dirigentes de Comisiones Obreras, que deb¨ªa comenzar ese d¨ªa, y que en efecto se celebr¨®, con el resultado de penas de prisi¨®n entre los 12 y los 20 a?os para cada uno.
Como se sabe sobradamente, ETA cambi¨® los planes por el de asesinato cuando Carrero fue ascendido a la presidencia del Gobierno, dado el incremento de su escolta y los riesgos que el secuestro conllevaba para los comandos.
1 De ah¨ª la construcci¨®n de un t¨²nel bajo la calle madrile?a de Claudio Coello y la instalaci¨®n de una mina bajo la calzada, que lanz¨® casi 30 metros por los aires el coche presidencial, el 20 de diciembre de 1973.
Nadie recuerda ya que ese nusmo d¨ªa, adem¨¢s de Carrero, murieron su conductor, Jos¨¦ Luis P¨¦rez Mogena, y el escolta Juan Antonio Bueno. Y que compa?eros de este ¨²ltimo hirieron gravemente en una calle madrile?a a un muchacho de 19 a?os, Pedro Barrios -al que confundieron con Ezkerra-, que muri¨® 15 d¨ªas despu¨¦s.
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