Un motorista
Tendr¨¦ que empezar diciendo que a los apasionados de la moto de hoy en d¨ªa nos gusta m¨¢s llamarnos, y que nos llamen, motociclistas que motoristas, pero en el caso de Andr¨¦s P¨¦rez Rubio creo que le cae mejor lo primero, tal vez por el mucho tiempo que lleva metido en esto de las motos.De no haber sido por su desgraciado accidente, la vida y milagros de Andr¨¦s P¨¦rez Rubio, El Profe para cuantos se mueven entre ruedas, motores y manillares en Madrid, nadie ajeno a ello las habr¨ªa conocido, y mejor hubiera sido as¨ª, pero ya que hoy en d¨ªa est¨¢ en boca de todos, no estar¨ªa de m¨¢s que conozcamos mejor qui¨¦n es este motociclista, perd¨®n, motorista, porque verdaderamente P¨¦rez Rubio es un personaje singular.
Dice su carnet de identidad que tiene 47 a?os, pero podr¨ªa tener 20 dada su voluntad deportiva, o 99 si nos atenemos a la experiencia atesorada desde que se deb¨ªa de mover en un tacat¨¢, al que si no le puso motor es porque su padre debi¨® enga?arle dici¨¦ndole que no se ocupase en esas nimiedades habiendo otros pepinos que preparar.
Cuando en la Espa?a motociclista de finales de los sesenta nuestra industria flaqueaba, Andr¨¦s se mov¨ªa en unos ambientes de esos que pon¨ªan los dientes largos, como jefe de taller de C. de Salamanca, un importador de motos que acaparaba nombres tan sugestivos y de leyenda como Harley Davidson, Ducati, Moto Guzzi, Triumph, adem¨¢s de Honda y Suzuk?, punta de lanza del emergente mercado japon¨¦s en nuestro pa¨ªs. Con semejantes caballos en su cuadra, ?qu¨¦ no sabr¨ªa El Profe para poder atenderlos como se merec¨ªan!
Pero eso era cosa de lunes a s¨¢bado, o sea, la obligaci¨®n. Luego, los fines de semana, ven¨ªa la devoci¨®n. Y la devoci¨®n de Andr¨¦s era, y lo son todav¨ªa, las carreras, y su silueta fue habitual verla en todos los circuitos espa?oles, primero entre aquellos de bordillos y, farolas que forjaron una generaci¨®n de espa?oles campeones, y m¨¢s tarde en los de trazado permanente. Dos t¨ªtulos de Campe¨®n de Espa?a figuran en su palmar¨¦s, pero a Andr¨¦s no le bastaba con eso, quer¨ªa m¨¢s, aunque fuese movi¨¦ndose en otros terrenos como los de la preparaci¨®n de m¨¢quinas de competici¨®n, como consejero federativo, como instructor en su circuito del Jarama y en contra de lo que pudiera parecer, no para velocistas profesionales, sino para gente con inquietudes, con ganas de saber qu¨¦ es lo que ten¨ªan entre manos. A uno de esos cursillos se dirig¨ªa el d¨ªa que tuvo su accidente.
Hubo un presidente de federaci¨®n motociclista que dec¨ªa que lo que m¨¢s le gustaba era que un piloto siguiese ligado al mundo de la moto para que pudiese ofrecer a los dem¨¢s lo que el motociclismo le hab¨ªa dado a ¨¦l. Pocas personas en el mundo de la moto habr¨¢n cumplido con esta m¨¢xima como Andr¨¦s P¨¦rez Rubio, hasta que un d¨ªa de diciembre la vida le jug¨® una mala pasada, pero sabiendo c¨®mo es quienes le conocemos, que nadie piense que todo se acab¨® aquel d¨ªa. Casi sin darnos cuenta pasar¨¢n los d¨ªas y el profesor volver¨¢ a clase, y P¨¦rez Rubio ser¨¢ el de siempre para los que le conocen, y un motorista para el resto.
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