La tercera guerra de Gabriela de Sarajevo
La viuda Matz Trboglav, de 83 a?os, una conciencia viva de la ciudad sillada
Gabriela habla con la pasi¨®n ingenua que s¨®lo los ancianos y los ni?os ponen en el tiempo. Como cuando se refiere a los nueve reyes o reg¨ªmenes bajo los que ha vivido en sus 83 a?os, que resumen la historia turbia de los Balcanes y atraviesan un siglo funesto: de Francisco Jos¨¦ de Austria, el primero, a la presidencia colectiva de Bosnia-Herzegovina, encabezada por Alia Izetbegovic.Durante la II Guerra Mundial, Sarajevo apenas padeci¨® una semana de bombardeos, que Gabriela pas¨® en el campo. Por eso sus recuerdos de aquel tiempo y de la posguerra son dulces comparados con el sitio y la destrucci¨®n de ahora.
"Se me ha muerto el alma", dice Gabriela Matz Trboglav, pasando de la risa a la gravedad como una actriz tan coqueta como consumada. Sus manos siguen siendo, a sus 83 a?os, las de una experta en el teatro de las sombras. Y sus ojos se iluminan cuando habla de la luna sobre el monte de Trebevic, al sureste de Sarajevo, sobre. su propia casa, desde donde los artilleros y francotiradores serbios hacen punter¨ªa sobre blancos civiles, como Gabriela, que tras las dos guerras mundiales vive ahora su momento m¨¢s amargo.
Desde que empez¨® el sitio, hace dos abriles, ha dejado de "escribir acuarelas" sobre el mar Adri¨¢tico y las estaciones. Su memoria es un/prodigio. Ella encarna lo que fue y sigue siendo Sarajevo a pesar de los 21 meses de sitio. Aunque se siente condenada a muerte, hay pocas almas tan vivas como la suya en la capital de la verg¨¹enza de Europa. A pesar de toda la sangre derramada, 'Gabriela piensa que serbios, croatas y musulmanes tienen que seguir viviendo juntos.
Gabriela naci¨® en Rastelica, una estaci¨®n de ferrocarril cerca de Tarcin, a 50 kil¨®metros de Sarajevo. Su padre, nacido en Eslovaquia, era jefe de estaci¨®n. Su madre era vienesa, por eso a ella le gusta definirse como una mezcla de austriaca, croata y cat¨®lica bosnia. Mientras habla, de la calle llega un rumor de disparos. Desde la ventana de su sal¨®n se ve a dos mujeres tendidas junto al parapeto del puente esperando que el francotirador se canse para cruzar al otro- lado. Tras el asesinato del pr¨ªncipe heredero del trono de Austria-Hungr¨ªa en Sarajevo por Gavrilo Princip, no lejos de su casa, Gabriela y su familia se fueron a Hungr¨ªa. De aquel entonces no ha olvidado Ias barcas" que surcaban el Danubio y "el croar de las ranas", que imita como si bajando una escalera llegara a la infancia. En 1916 volvi¨® a Sarajevo, donde termin¨® el bachillerato y empez¨® a trabajar en la Biblioteca Nacional, en aquella ¨¦poca una especie de caja de ahorros y ahora tan s¨®lo una ruina, tras las bombas de los radicales serbios, que la incendiaron en el verano de 1992.
Tras m¨¢s de 600 d¨ªas de bombardeos, con la fachada de su casa mordida por los disparos, sin agua ni luz desde hace tres meses, Gabriela menciona su pena: "Es como si me hubieran matado el alma. No hay odio dentro de m¨ª, s¨®lo desesperaci¨®n y tristeza". Su familia se siente bosnia "desde hace 113 a?os". Por eso se qued¨® en la ciudad -"mi Sarajevo"- a pesar de las sombras que anunciaron el principio de la guerra. "El tiempo ha llegado para la muerte", dice Gabriela, una mujer de Sarajevo.
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