Fina lluvia contra el viento de fuego
Las gentes de Sidney conf¨ªan en el cambio del tiempo para sofocar el horrible incendio
La tormenta de fuego en que se convirti¨® el pasado fin de semana el incendio que ha arrasado m¨¢s de 600.000 hect¨¢reas en una extensa ¨¢rea en los alrededores de Sidney -capital del Estado australiano de Nueva Gales del Sur- comenz¨® a remitir ayer gracias a que los miles de bomberos ocupados en dominar las llamas gigantes obtuvieron la colaboraci¨®n de la lluvia. Fue una fina cortina celebrada con alborozo por los habitantes de los suburbios, amenazados por un desastre que se ha cobrado cuatro vidas y m¨¢s de un centenar de heridos, y ha reducido a cenizas casi doscientas casas, adem¨¢s de colegios, gasolineras tiendas, iglesias y todo tipo de edificios en las zonas boscosas que rodean la ciudad, obligando a sus habitantes a escapar de sus hogares.El viento tambi¨¦n amain¨® y cambi¨® su curso hacia zonas menos pobladas, mientras disminu¨ªan las t¨®rridas temperaturas, que hab¨ªan llegado a los 40 grados. "Todo est¨¢ bajo control, pero el fuego a¨²n persiste", explic¨® el jefe de bomberos del Estado, Phil Copperberg, mientras continuaban ardiendo al menos cien puntos con el mismo fuego que ha afectado a 600.000 hect¨¢reas en el sureste del pa¨ªs.
El rostro de la ciudad ha cambiado ante la amenaza. Todos hablan del fuego: unos, desde la barrera -los que viven en el centro-; otros, desde el terror de haber visto al monstruo desde muy cerca, como un residente del barrio de Blue Mountains, que lo describ¨ªa as¨ª con voz entrecortada: "El viento era de fuego... es la ¨²nica forma de explicar lo que ha ocurrido".
Bueno o malo, el incendio es el tema que como el viento corre por cada calle de la ciudad. "Cada cual tiene su opini¨®n", contaba Sam Ghaida, un taxista de 41 a?os, y a?ad¨ªa: "Nadie podr¨¢ olvidarlo. Pero hay nacimientos y hay muertes, hay fuego y eso es la naturaleza; hay que aceptarlo porque la- vida sigue". Y debe de tener raz¨®n, porque, en opini¨®n de David Keith, experto en ecolog¨ªa que trabaja para el Servicio de Vida Salvaje y el parque natural de Nueva Gales del Sur, estos gigantescos incendios son propios del ecosistema australiano y ayudan a que ninguna especie prevalezca sobre otra. "La magnitud del fuego es tal porque la savia de los eucaliptos, el ¨¢rbol nacional de Australia, es tan oleaginosa que se evapora cuando alcanza muy altas temperaturas y explota como un gas. Los bosques se sumen en explosiones y enormes columnas de humo azul calcinan todo a su paso, mientras tornados de fuego avanzan por la ondulada orograf¨ªa del territorio", explica Keith. "Sin embargo, de las cenizas surgen nuevos brotes y la naturaleza se regenera. La tierra quemada se abre para dejar paso a la lluvia que hace germinar las semillas, algunas de las cuales no pueden brotar si no son sometidas a temperaturas alt¨ªsimas".
En la playa Bondi, cuyas blancas arenas estaban tiznadas por las cenizas arrastradas por el viento y las olas, los surfistas celebraban la lluvia aunque el fuego para ellos quedara lejos. "Estamos en la c¨²spide de la temporada veraniega, pero por esta vez todos estamos encantados de que llueva", dijo Marty Nezval, que trabaja all¨ª como salvavidas. Steve Hardy, conductor de autob¨²s, expon¨ªa a su vez otro peque?o punto positivo en la inmensidad del desastre: "Estamos llevando a muchos turistas hasta la bah¨ªa de Watson -un promontorio que domina Sidney-; quieren ver el incendio". Ayer, el espect¨¢culo continuaba.
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