Nadie cree en John Major
Los thatcheristas preparan la batalla en el partido y piden cambio de Gobierno
El primer ministro brit¨¢nico, John Major, recibir¨¢ hoy algo muy parecido a un ultim¨¢tum. Un influyente comit¨¦ de diputados thatcheristas, el llamado Grupo 92, le exigir¨¢ un cambio de ministros que confiera la supremac¨ªa en el Gobierno al sector m¨¢s derechista del Partido Conservador.Tras casi a?o y medio de crisis permanente, Major tiene pocas posibilidades de sobrevivir a los previstos desastres electorales de mayo (municipales) y junio (europeas), y los dos bandos en que est¨¢n divididos los tories toman posiciones para la batalla de sucesi¨®n, prevista para el verano.
Major lleg¨® al 10 de Downing Street en noviembre de 1991 como resultado de una conspiraci¨®n palaciega. Fue el grupo parlamentario tory el que derrib¨® a Margaret Thatcher, y fue el mismo grupo quien le eligi¨® como sucesor. La misi¨®n que se le encomend¨® fue la de unificar el partido, gravemente dividido en la ¨²ltima fase del thatcherismo. Da la medida de su fracaso que, tres a?os despu¨¦s, la grieta que separa a los tories en pol¨ªtica europea y pol¨ªtica fiscal sea m¨¢s grande que nunca; y que ambos bandos se preparen para disputar el control del partido sobre su cad¨¢ver pol¨ªtico.
La cuesti¨®n ya no es si Major caer¨¢, sino cu¨¢ndo. El primer ministro ha perdido casi todos los apoyos, pero consigue mantenerse gracias al clima de guerra fr¨ªa establecido entre thatcheristas y moderados: ninguno de los dos bandos se ha atrevido todav¨ªa a derribar a John Major, porque hacerlo ser¨ªa interpretado como una apertura de las hostilidades por el otro bando, y el partido correr¨ªa un serio riesgo de ruptura. Por el momento, unos y otros se limitan a buscar posiciones ventajosas y a librar escaramuzas de alcance limitado antes de que se produzca el hecho sucesorio.
Ni siquiera la recuperaci¨®n econ¨®mica ha conseguido apuntalar la autoridad del primer ministro. El Gobierno parece dar tumbos de crisis en crisis, y no est¨¢ nada claro que un relevo en la jefatura vaya a mejorar la fortuna conservadora. Los tories llevan 15 a?os en el poder, y se les nota. Faltan ideas, aparecen casos de corrupci¨®n y florecen las rencillas internas.
La derecha del partido quiere cambios en el Gobierno y que su candidato natural, Michael Portillo, deje la secretar¨ªa del Tesoro para ocupar una cartera de m¨¢s brillo que le asegure la condici¨®n de candidato natural; los moderados, a su vez, esperan que la ca¨ªda de Major deje autom¨¢ticamente en manos de su hombre, el ministro de Finanzas Kenneth Clarke, las llaves del n¨²mero 10 de Downing Street.
Luchar hasta el final
Seg¨²n quienes le conocen, Major luchar¨¢ hasta el final y, en el ¨²ltimo momento, no permitir¨¢ que nadie instrumentalice su dimisi¨®n. Dijo una vez que no dejar¨ªa que le empujaran, que se ir¨ªa por su propio pie y en el momento que ¨¦l eligiera. Tras tantos meses acosado, John Major puede acabar siendo a?orado cuando se vaya: su desprestigiada figura es la ¨²ltima y precaria garant¨ªa de estabilidad en el Partido Conservador.Desde septiembre de 1992, cuando la libra se vio forzada a abandonar el Sistema Monetario Europeo, Major ha vivido en la cuerda floja. El oficio de su padre, equilibrista de circo, ha permitido hacer miles de comparaciones ingeniosas. Y Major sigue ah¨ª, en una postura cada vez m¨¢s inveros¨ªmil.
Su ex ministro de Finanzas (y ex amigo personal), Norman Lamont, declar¨® el s¨¢bado a The Times que Major era "un hombre d¨¦bil" y se permiti¨® llamarle "caso perdido". Casi nadie le respeta ya. Los pocos fieles que le quedan a Major se disponen a abandonar el barco.
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