Divinos esqueletos
Traspasado el fino umbral de los focos y la m¨²sica de fondo, lo que queda ante los ojos es el canto de sirenas de esos esqueletos privilegiados que son las modelos. A veces, el aplauso espont¨¢neo del p¨²blico de la Pasarela Cibeles ha ido directamente a la piel y la percha dando igual lo que lleve puesto. Es parte del dulce enga?o de los desfiles de modas, en una ¨¦poca en que hasta grandes modistas internacionales refugian su falta de creatividad en la belleza de estos animales bell¨ªsimos. La Pasarela Cibeles encarg¨® al Estudio Buque el casting 1994, y el resultado, aunque modesto, funcion¨®.Sobre la estrecha senda de contrachapado alternaron la experta con la debutante, la lanzada con la timorata, la morena con la rubia. El promedio de edad -detalle inconfesable-, ha sido bajo, y hay que agregar tambi¨¦n un dato importante: poqu¨ªsima costura quir¨²rgica.
14 espa?olas
De un total de 24 modelos, 14 son espa?olas, seguidas de dos norteamericanas y dos belgas; completan la oferta una por pa¨ªs de Canad¨¢, Francia, Ucrania, Venezuela, Rusia y Brasil. Las m¨¢s solicitadas y que han participado pr¨¢cticamente en la totalidad de los desfiles son la canadiense Kirsten Owen, la norteamericana Maureen Gallagher -un verdadero monstruo de belleza y sensualidad- y las espa?olas Elena Barquilla, Celia Forner, Judit Masc¨® y Eugenia Silva, esta ¨²ltima es la no consagrada m¨¢s prometedora. Celia, uno de los mejores productos hispanos para la pasarela internacional, aporta siempre fluidez y un tono coloquial de desenfado.No puede dejar de mencionarse la cuerda esc¨¦nica de Elena Barquilla, que evidencia la seguridad que le da el ser una de las modelos de implantaci¨®n internacional m¨¢s s¨®lida. Sin duda, la est¨¦tica del relevo y la revelaci¨®n ha sido una Oweri p¨¢lida, delgad¨ªsima pero no seca, con un aire ausente donde guarda un toque malvado en sus ojos de gata, capaz de provocar en el p¨²blico un cierto embarazo, un compromiso a mirarla atentamente; ella es r¨¢pida, de paso largo, con un equilibrio turbador que la distingue, y esbozando una media sonrisa leonardesca.
No ha faltado en Cibeles la tendencia muy en boga a mezclar modelos profesionales con seres normales. Este intento democratizador no siempre resulta positivo para una colecci¨®n y requiere que el intento del contraste no se vuelva crueldad.
Roberto Verino se anot¨® un tanto de gran efecto al traer tres modelos masculinos, entre ellos el cotizad¨ªsimo David Roman, que se pase¨® por los pasillos del Palacio de Congresos con una falda escocesa que no desentonaba con su melena tan propia de una musa boticcelliana.
Babelia
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