Los japoneses tambi¨¦n tropiezan en Gij¨®n
La multinacional japonesa Suzuki desembarc¨® en Espa?a a principios de los a?os ochenta en dos frentes. Por un lado, fue al sur con la entrada en Santana de Linares (Ja¨¦n). Por otro, al norte, adquiriendo la firma de motos Avell¨®, en Gij¨®n (Asturias). Paralelamente, la firma nipona pretendi¨® motorizar la escolta del Rey y de La Moncloa a un precio casi simb¨®lico como muestra de su inter¨¦s por conquistar el mercado espa?ol y sentar en este pa¨ªs una catapulta hacia Europa.La apuesta por Espa?a no les ha salido a los responsables de Suzuki como pretend¨ªan, a juzgar por los resultados y los planes de reestructuraci¨®n a que se han visto obligados. De hecho, el enfrentamiento con los trabajadores no suena a nuevo para los representantes japoneses. Ya lo tuvieron el a?o pasado en la propia Santana y a?os antes en la factor¨ªa asturiana.
En Gij¨®n, donde compr¨® la planta que regentaba Puch y en 1992 invirti¨® 2.500 millones de pesetas en una nueva planta, los alrededor de 450 trabajadores ven con temor la actuaci¨®n de Suzuki en la factor¨ªa de Linares. El pasado noviembre, los empleados de dicha empresa ya se enfrentaron a la crisis y aceptaron una regulaci¨®n laboral consistente en trabajar s¨®lo 135 d¨ªas durante 1994. En a?os anteriores, antes de que los responsables de Suzuki decidieran hacer la nueva f¨¢brica, los trabajadores protagonizaron un largo encierro y la planta permaneci¨® inactiva en tomo a un mes por las desavenencias que surgieron con la direcci¨®n al negociar el convenio colectivo.
La planta asturiana, donde se fabrican ciclomotores de baja cilindrada, prev¨¦ que este a?o se mermen significativamente las ventas. El a?o pasado produjo 57.000 unidades y en ¨¦ste ejercicio s¨®lo espera 18.000, motivo por el que negoci¨® la citada regulaci¨®n laboral con los trabajadores el pasado a?o.
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