Una de romanos
Chapurreamos un derivado del lat¨ªn, llenamos los estadios todos los domingos y enviamos a nuestros legionarios a poner orden en los Balcanes. Quiere decirse que, en el fondo, seguimos siendo romanos. Nada tiene de extra?o, pues, que al toparnos con una calzada de Vespasiano (siglo I) en el valle de la Fuenfr¨ªa, sintamos un orgullo instintivo, como de s¨²bditos que dan por bien empleados sus impuestos. Esto ¨²ltimo, sucede cada dos mil a?os.La v¨ªa en cuesti¨®n un¨ªa Segovia con Titulcia a trav¨¦s de la sierra, haciendo escala en el embri¨®n del actual Madrid, y 16 centurias m¨¢s tarde a¨²n daba tanto juego que Quevedo se refer¨ªa a ella en t¨¦rminos parecidos a los que ahora podemos emplear al hablar de la carretera de La Coru?a. Pero, en 1788, la construcci¨®n del paso por el vecino puerto de Navacerrada releg¨® el de la Fuenfr¨ªa a los manuales de historia.
Hoy puede caminarse unos tres kil¨®metros por la senda primigenia, e incluso algunos m¨¢s de aperitivo, pues ya desde Cercedilla, en la boca del valle, existen indicios de la misma. Se trata del puente romano del Molino, que, como tantos otros de su ¨¦poca y solid¨ªsima factura, no ha sido superado pese a los muchos devaneos de la arquitectura en el arte de pontear. El r¨ªo Guadarrama -por abajo- y los autom¨®viles -por arriba- siguen dando trabajo a este coloso de un solo ojo cercano a la estaci¨®n del ferrocarril.
La estaci¨®n, dicho sea de paso, ha sido casi tan pionera de esta sierra como la calzada, figurando en los anales como uno de sus primeros puntos de acceso. Seg¨²n el gr¨¢fico relato de Manuel G. de Amez¨²a publicado en el Anuario del Club Alpino Espa?ol de 1929, los alpinistas de principios de siglo part¨ªan hacia Cercedilla en trenes y, despu¨¦s de tres horas largas de viaje, se trasladaban hasta el Ventorrillo, "dejando impunemente las prendas que nos estorbaban colgadas de las ramas de los ¨¢rboles, en la seguridad de encontrarlas a nuestro regreso".Tambi¨¦n romano, y tambi¨¦n en servicio, es el puente de la Venta. Aunque de uso p¨²blico -lo cruza la carretera a dos kil¨®metros y pico del anterior, valle arriba-, el excursionista pronto advierte que es de disfrute privado. O al menos eso es lo que barrunta despu¨¦s de sortear las tapias, los alambres de espino y los zarzales que protegen la venerable obra de no se sabe qu¨¦ peligros.La madre de los senderos
Otro par de kil¨®metros y el asfalto se extingue. Con gran dolor de coraz¨®n y de piernas, los m¨¢s comodones se resignan a dejar el coche en el aparcamiento de Majavil¨¢n. Con gran regocijo, en cambio, los caminantes se abalanzan sobre la calzada como si de la madre de todos los senderos se tratase, no sin antes asomarse al arroyo de la Venta desde el puente del Descalzo -para no variar, romano- y acariciarle el lomo al tejo que se apoya en el pretil.
Impone pensar cu¨¢ntas generaciones han fatigado esta v¨ªa y qu¨¦ clase de tipos la concibieron, ¨²til y durable, con su caja de grava (statumen), su capa de hormig¨®n de cal (rudus), sus losas para facilitar la rodadura (summa crusta) y sus muros de contenci¨®n, (margines). Deb¨ªan de pensar que su imperio no declinar¨ªa jam¨¢s.
Superado el ¨²ltimo arroyo -el de la Fuenfr¨ªa- y el ¨²ltimo puente -el de Enmedio-, una pendiente de bemoles obliga a coronar el puerto con el resuello justo. El premio de la monta?a es para los ojos: Mont¨®n de Trigo, Dos Hermanas, Pe?alara y los pinares de Valsa¨ªn. Luego algunos siguen el trazado de la calzada hasta Segovia. Pero esta ya es otra historia... de romanos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.