Un nuevo Berl¨ªn en Mostar
Las verdes y anta?o limpias aguas del r¨ªo Neretva han bajado manchadas de sangre desde la primavera pasada. La bell¨ªsima capital de la Herzegovina contaba con siete puentes para cruzar el Neretva antes de la guerra, incluida una magn¨ªfica construcci¨®n otomana de mediados del siglo XVI, convertida en s¨ªmbolo de la ciudad. Ahora no queda ninguno en pie como una tr¨¢gica met¨¢fora de la l¨®gica militar.Las bombas han destruido todos los puentes y el odio ha borrado con fuego el significado de Mostar y de sus habitantes, los mostari o cuidadores de puentes. No obstante, croatas y musulmanes han comenzado en los ¨²ltimos d¨ªas a entregar su armamento pesado y una fr¨¢gil tregua se abre paso al comp¨¢s del proyecto de federaci¨®n de estas dos comunidades en Bosnia. Pero el previsto plan de una administraci¨®n de la Uni¨®n Europea para Mostar encontrar¨¢ serios problemas para reunificar la ciudad m¨¢s destruida de Bosnia-Herzegovina. El inminente nombramiento de un funcionario alem¨¢n como futuro administrador de Mostar quiz¨¢ hace presagiar que nos encontramos ante el dise?o de un nuevo Berl¨ªn. En esta ocasion no ser¨¢ necesario levantar un muro porque el estrecho desfiladero por el que discurre el Neretva, que divide los dos sectores, ha abierto ya un abismo de barbarie.
Indefinici¨®n europea
Cuando los vientos de paz comienzan a soplar y la Uni¨®n Europea ya piensa en la reconstrucci¨®n, los croatas se niegan rotundamente a que Mostar vuelva a ser una ciudad multicultural, abierta y tolerante. Aventajados imitadores de los serbios, los croatas han aprovechado la indefinici¨®n de los europeos y la inhibici¨®n de los norteamericanos para imponer poco a poco sus tesis. De este modo, los croatas quieren mantener a cualquier precio Mostar, o mejor dicho, el sector occidental y moderno que controlan, como capital de su autoproclamada rep¨²blica de Herzeg-Bosna. Los musulmanes siguen apostando por aquella ciudad que al igual que Sarajevo sirvi¨® como ejemplo de convivencia entre comunidades desde la II Guerra Mundial, cuando uno de cada 10 habitantes sucumbi¨® en el conflicto. Es muy probable que las arrasadas callejas del casco antiguo sirvan para recluir a los musulmanes en un gueto, que tendr¨¢ las bendiciones de la diplomacia europea.
A la espeluznante vista de una capital de m¨¢s de 100.000 habitantes, donde el 80% de las infraestructuras ha sido destruido y no queda piedra sobre piedra; donde los habitantes del sector musulm¨¢n viven como aut¨¦nticos topos en medio de un insoportable olor a basura y p¨®lvora, resulta imposible imaginar la Mostar de antes del conflicto. Destino tur¨ªstico de miles de viajeros que pasaban sus vacaciones en la costa croata, la capital de Herzegovina albergaba universidades, parques, mezquitas, edificios austroh¨²ngaros y cafet¨ªnes turcos. Im¨¢genes de un pasado que no volver¨¢. En el mejor de los casos los occidentales administrar¨¢n un nuevo Berl¨ªn.
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