S¨¢tiras y denuestos
La expresi¨®n literaria como veh¨ªculo de denuestos y descalificaciones es casi tan antigua como la literatura. El Siglo de Oro espa?ol resplandece en el furor de las invectivas verbales, en la sa?a de los insultos. As¨ª, Quevedo contra G¨®ngora: "Yo te untar¨¦ mis obras con tocino,/ porque no me las muerdas, Gongorilla,/ perro de los ingenios de Castilla,/ docto en pullas cual mozo de camino". Quevedo, ya se ve, no se mord¨ªa la lengua y acusaba a su rival de jud¨ªo (de ah¨ª la menci¨®n del tocino y el calificativo de perro), una grav¨ªsima acusaci¨®n en aquella Espa?a ortodoxa. Lo que estaba en principio en juego era la lucha por la pureza literaria, que dividi¨® a los poetas de la ¨¦poca en culteranos -gongorinos- y conceptistas, pero, como puede comprobarse, las pullas excedieron la mera especulaci¨®n literaria. Tampoco G¨®ngora se contuvo y satiriz¨® a su rival en t¨¦rminos dur¨ªsimos: "Anacreonte espa?ol, no hay quien os tope,/ que no diga con mucha cortes¨ªa, / que ya que vuestros pies son de eleg¨ªa,/ que vuestras suavidades son de arrope". Lo de Anacreonte no era un elogio, sino una cr¨ªtica a la presunta lascivia de los versos de Quevedo. Y lo "de eleg¨ªa" tiene bastante mala intenci¨®n, porque alude a la cojera de don Francisco.Esto entre G¨®ngora y Quevedo. Pero G¨®ngora tambi¨¦n la emprendi¨® con Lope de Vega y escribi¨® contra ¨¦l versos sangrientos, como cuando le acus¨® de inventarse linajes nobiliarios -imaginarias torres de un no menos imaginario escudo- habi¨¦ndose casado, en sus segundas nupcias con la hija de un carnicero, Juana de Guardo: 'No fabrique m¨¢s torre sobre arena,/ si no es que ya, segunda vez casado,/ nos quiere hacer torres los torreznos".
No hay que quedarse en el Siglo de Oro. Vengamos a la generaci¨®n del 27, la llamada generaci¨®n de la amistad. Tras la muerte de Pedro Salinas, Luis Cernuda escribi¨® un dur¨ªsimo poema contra quien fue su mentor literario, donde lo acusa de no haberlo comprendido ni ayudado, frente al trato que dio a otros, "los suyos, sus amigos predestinados,/ los que ¨¦l entend¨ªa, los que a ¨¦l le entendieron,/ si es que en el limbo entendimiento existe". Y cuando D¨¢maso Alonso llam¨® a Lorca "mi pr¨ªncipe muerto", Cernuda reaccion¨® con versos virulentos: "Pr¨ªncipe t¨² de un sapo?/ ?No les basta/ a tus compatriotas haberte asesinado?/ / Ahora la estupidez sucede al crimen".
Valga esta breve muestra como expresi¨®n significativa de lo que ha sido la s¨¢tira en dos momentos supremos de la poes¨ªa espa?ola. Ahora las aguas parecen enrarecerse en la sociedad literaria. El decoro es una norma de la po¨¦tica cl¨¢sica -y de la buena educaci¨®n- cuyo quebrantamiento s¨®lo se justifica con el prodigio verbal. Si ¨¦ste no existe, si descendemos al patio de vecindad, si las ca?er¨ªas s¨®lo llevan detritus y no piedras preciosas, verdaderamente no merece la pena. Quevedo, G¨®ngora y Cernuda est¨¢n justificados como poetas. Pero ahora no ser¨ªa mala idea apostar por el decoro y dejar los prodigios para poemas y novelas.
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