Ruptura en Italia
SILVIO BERLUSCONI obtuvo una gran victoria en las elecciones italianas de marzo. Pero si derrot¨® f¨¢cilmente a sus adversarios en la guerra electoral, la paz con sus propios aliados, es decir, la formaci¨®n de Gobierno, est¨¢ resultando mucho m¨¢s escabrosa.El presidente Scalfaro iniciar¨¢ las consultas para la formaci¨®n de Gabinete a partir del d¨ªa 15, y, como candidato m¨¢s votado, deber¨ªa ser el l¨ªder de Forza Italia el primero en poder tentar su alternativa. En estos momentos, sin embargo, la ruptura entre Forza Italia y la Liga Norte le pone las cosas muy dif¨ªciles al empresario milan¨¦s. Si a eso a?adimos que el tercer sost¨¦n del Gobierno habr¨ªan de ser los neofascistas, se entiende que la paz sea m¨¢s disputada que la guerra y que no haya que descartar nuevas elecciones para salir del atolladero.
A primera vista hay una incompatibilidad absoluta entre Umberto Bossi y la posibilidad de que Berlusconi encabece el Gobierno. El jefe de la Liga Norte estima que ¨¦ste no s¨¦ halla calificado para el cargo por sus implicaciones empresariales y porque su partido no existe. Berlusconi reacciona admitiendo el posible nuevo recurso a las urnas y renunciando, por ahora, a seguir las conversaciones. Pero ello oculta otra cuesti¨®n: la eventual participaci¨®n de los neofascistas en el Gobierno.
El partido neofascista (Movimiento Social Italiano, MSI), como todos los de esta a¨²n nonata II Rep¨²blica, se ha esmerado en ir al electorado con otro semblante. Se denomina ahora Alianza Nacional y se desga?ita para decirse plenamente democr¨¢tica. Pero el MSI rebautizado es id¨¦ntico al neofascismo sin cristianar; su l¨ªder, Gianfranco Fini, sigue proclamando la grandeza del Duce; omite ciertas referencias al pasado, pero no abjura de ¨¦l; habla del futuro, pero su formaci¨®n pol¨ªtica, sus militantes, sus concentraciones, sus fachas, son los de siempre, lo! que conocemos tambi¨¦n y tan bien en Espa?a.
Occidente se ha conmovido m¨¢s que la propia Italia por la posibilidad de que un partido neofascista llegue al poder, quiz¨¢ porque los italianos han aprendido a no tomarse demasiado en serio. Nadie tiene derecho a dar lecciones de antifascismo ni de nada a la opini¨®n p¨²blica italiana, ella sabr¨¢, pero nadie puede tampoco discutir al mundo occidental su derecho a la memoria.
Si, finalmente, Berlusconi lograra formar ese torrefacto de Gobierno, Italia deber¨¢ un d¨ªa enviar ministros neofascistas a las reuniones de la Uni¨®n Europea, las izquierdas y las derechas democr¨¢ticas de nuestro continente deber¨¢n trabajar junto a un partido cuyo recuerdo est¨¢ asociado a los horrores de una perra de conquista y genocidio. Es cierto que incluso en el horror hay grados: el nazismo fue notablemente m¨¢s competente como r¨¦gimen criminal que el fascismo. Pero ambos lo fueron a manos llenas. Los problemas de la coalici¨®n de derecha pueden ahorrar a Europa la vecindad gubernativa del neofascismo. Pero si no fuera as¨ª y un d¨ªa hubiera ministros neofascistas en el Gobierno italiano, s¨ª que habr¨ªa muerto la I Rep¨²blica. Y nadie podr¨ªa arrendarle la ganancia a su sucesora.
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