Certezas de la carne
Hace seis a?os, una gran retrospectiva consagraba ante el gran p¨²blico internacional la figura de Lucian Freud como una de las aventuras fundamentales de la pintura brit¨¢nica contempor¨¢nea. Lo que esta nueva muestra nos revela es, ante todo, la sobrecogedora transformaci¨®n desarrollada por el pintor desde los ochenta. En ella, esa inmisericorde y compasiva revelaci¨®n de las certezas de la carne que ven¨ªa caracterizando, lejos ya de todo pudor, la soberbia madurez de su pintura alcanza ahora un desgarro insospechado y abismal. La alianza alcanzada, fusion¨¢ndose como en una id¨¦ntica sustancia, entre la pintura y la carne misma, obtiene hoy m¨¢s all¨¢, en la materia violentamente grumosa, el eco de un grito que parece reclamar para s¨ª el orgullo de su condici¨®n corruptible.En el esplendor crepuscular de estas pinturas magistrales, empapadas a menudo de una teatralidad enf¨¢tica en la que alcanza una grado de intensidad dif¨ªcilmente soportable aquella reveladora "voluntad de representaci¨®n" que Freud antepuso, desde siempre, a la mera apariencia, surgen muchas telas soberbias. As¨ª, el impactante ciclo de Leigh Bowery, ese Y el novio, que nos deja sin aliento, o aquel Atardecer en el estudio, donde la memoria de la monstrua de Carre?o o del sileno de Ribera nos devuelve a esa secreta complicidad que los cuerpos de Freud parecen encontrar en las simas m¨¢s veraces de nuestra tradici¨®n naturalista.
La imagen que mejor encarna el talante de este Freud tard¨ªo sea ese espeluznante autorretrato que titula El pintor trabajando, reflejo. Esgrimiendo como armas la esp¨¢tula y la paleta, enfundando tan s¨®lo unas viejas botas, nos arroja su desafiante cuerpo desnudo, rostro y sexo, carne orgullosamente estragada, estampa de esa irrenunciable apuesta de libertad que alza hoy sin duda, frente a aquellos que albergan la ilusi¨®n, en el r¨ªo revuelto del fin de siglo, de poder hacer de su pintura bandera de una desmelenada reacci¨®n pompierista.
Babelia
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