Los socialistas reclaman a Gonz¨¢lez un gesto pol¨ªtico para que no se 'pudra' la crisis interna
El debate sobre el relevo de Carlos Solchaga al frente del Grupo Socialista en el Congreso de los Diputados como consecuencia del caso Rubio ha hecho aflorar, con una inesperada virulencia, la fractura que existe en el PSOE. Tanto renovadores como guerristas est¨¢n a la espera de que Felipe Gonz¨¢lez tome la iniciativa para desbloquear una situaci¨®n que puede pudrirse con m¨¢s rapidez de la prevista. La perspectiva de que el caso del ex gobernador del Banco de Espa?a permanezca en el ¨¢mbito personal -fraude fiscal de un alto funcionario- se desvanece por momentos al adquirir el tono de un asunto de tr¨¢fico de influencias de peligrosas consecuencias pol¨ªticas para el ex ministro de Econom¨ªa.
La retirada de Carlos Solchaga de la presidencia del Grupo Socialista -a la que lleg¨® el pasado 28 de junio con 87 votos a favor frente a los 66 del candidato guerrista Eduardo Mart¨ªn Toval- est¨¢ pendiente del informe de la fiscal¨ªa del Estado, que investiga el caso de Mariano Rubio, para fijar un marco de referencia m¨¢s objetivo sobre el que discutir las posibles responsabilidades pol¨ªticas del ex ministro de Econom¨ªa y Hacienda.Las peticiones de dimisi¨®n de Solchaga realizadas por destacados miembros del sector guerrista -primero, Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra, luego Carlos Sanjuan y ¨²ltimamente el mismo Alfonso Guerra- han envenenado pol¨ªticamente la discusi¨®n, que el sector oficialista del partido quer¨ªa que fuese lo m¨¢s pulcra posible.
La posici¨®n del sector renovador consiste en fijar un marco de responsabilidades pol¨ªticas que parece inspirada en la doctrina Laporta, publicada por este catedr¨¢tico de universidad y secretario general de la Fundaci¨®n Giner de los R¨ªos Instituto Libre de Ense?anza en EL PA?S el pasado 18 de abril (ver recuadro).
Responsabilidades
Mientras se discute cu¨¢l es la norma del partido sobre responsabilidades pol¨ªticas, el Gobierno y el sector del partido que le apoya intentan ganar la batalla de la opini¨®n p¨²blica impulsando comisiones parlamentarias de investigaci¨®n, cambios legislativos y actuaciones del poder judicial que ofrezcan el m¨¢ximo de trasparencia sobre los esc¨¢ndalos pol¨ªticos.
Miembros del Gobierno, sin embargo, reconocen en privado su desilusi¨®n ante la falta de respaldo de muchos medios de comunicaci¨®n a su esfuerzo de transparencia, cuyo fin es delimitar lo que son responsabilidades penales y pol¨ªticas del pasado -todas ellas previas a las elecciones del pasado 6 de junio- y las que son del actual Ejecutivo.
El acierto t¨¢ctico del Partido Popular de incluir el caso Filesa en los debates sobre el estado de la naci¨®n -y la consiguiente crisis generada en los bancos socialistas por la actitud investigadora de los diputados independientes Baltasar Garz¨®n y Ventura P¨¦rez Mari?o- ha puesto de manifiesto las contradicciones internas del Grupo Socialista, cuyo sector guerrista sigue reprochando a Gonz¨¢lez su inclinaci¨®n por personalidades pol¨ªticas independientes, incluidas las que est¨¢n en el Gobierno.
La tensi¨®n partido-Gobierno -origen de la crisis que divide al PSOE- tiene en el caso Filesa el ejemplo de la disputa entre el llamado aparato del partido y el sector renovador. Un miembro del viejo aparato, que ha conseguido sobrevivir al ¨²ltimo congreso, reconoc¨ªa en privado que al PSOE no le costar¨ªa nada admitir p¨²blicamente sus responsabilidades pol¨ªticas en el caso Filesa si no hubiera un juez -el magistrado Marino Barbero- dispuesto a meter en la c¨¢rcel a qui¨¦n acepte la menor responsabilidad en la financiaci¨®n ?legal del partido, una pr¨¢ctica, alegan, habitual en el resto de los partidos.
Este sector del partido socialista no oculta su desagrado por aqu¨¦llos que pretenden colgar de anteriores responsables del partido las culpas de una financiaci¨®n irregular del partido que cont¨® con el consenso de toda la direcci¨®n.
El sector guerrista, que consigui¨® resistir en en el congreso federal la ofensiva renovadora, considera que la situaci¨®n ha alcanzado un grado de deterioro sufiente para que Gonz¨¢lez haga un gesto pol¨ªtico que favorezca la reunificaci¨®n del partido.
El caso de Andaluc¨ªa -en el que la falta de acuerdo entre los dos sectores pone en serio riesgo el resultado de las elecciones del pr¨®ximo 12 de junio- es el mejor ejemplo de la profunda divisi¨®n que separa a ambos sectores. Manuel Chaves, que intent¨® sin ¨¦xito llegar a un acuerdo con Alfonso Guerra para que ¨¦ste admitiera la unificaci¨®n de la la secretar¨ªa general y la presidencia de la Junta de Andaluc¨ªa en su persona, se debate ahora con las dificultades de hacer una campa?a electoral con el partido divido y tiene serias dificultades para cerrar las listas electorales.
La ambici¨®n guerrista, sin embargo, es mucho mayor que un acuerdo sobre las listas de unas elecciones auton¨®micas, o el acuerdo en los congresos regionales de Castilla y Le¨®n o Madrid. Dice aspirar a que la reconciliaci¨®n se plasme en un nuevo Gobierno, aunque ello suponga desplazar a un pol¨ªtico tan influyente como Narc¨ªs Serra, actual vicepresidente del Gobierno, y aut¨¦ntico hombre fuerte de los ¨²ltimos gabinetes de Gonz¨¢lez.
Catastrofismo
Las pretensiones guerristas se enfrentan, sin embargo, a todo un dise?o estrat¨¦gico que ha llevado a Gonz¨¢lez a confiar a Solchaga la direcci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica de sus ¨²ltimos gobiernos y la direcci¨®n parlamentaria en esta ¨²ltima legislatura. En caso de que su relevo sea inevitable, se abre una nueva situaci¨®n en la que tendr¨¢n un papel importante los llamados barones del partido, que en el ¨²ltimo congreso federal jugaron un papel decisivo.
La batalla pol¨ªtica para Gonz¨¢lez se despliega, por tanto, en un doble frente. La interna, m¨¢s enconada si cabe que durante el ¨²ltimo congreso, y la externa, con un PP que siente la proximidad del poder y se prepara a marchas forzadas para unas elecciones anticipadas.
En opini¨®n de la mayor¨ªa de los sectores consultados, el tiempo comienza a ser clave para Gonz¨¢lez. La combinaci¨®n de una crisis econ¨®mica con esc¨¢ndalos de corrupci¨®n en el horizontes de una elecciones europeas y autonomicas, opinan, le obligan a actuar con rapidez y decisi¨®n para que la crisis no le estalle en las manos.
La cultura de la sospecha
Las responsabilidades pol¨ªticas se dilucidan en las urnas y las penales en los tribunales. Esta afirmaci¨®n, tradicional hasta ahora en las filas socialistas, ha conocido matizaciones en las ¨²ltimas semanas ante el estallido de los casos Rubio y Rold¨¢n cuyos efectos en la opini¨®n p¨²blica se consideran "devastadores". El art¨ªculo publicado en EL PA?S por Francisco Laporta -La responsabilidad y el disparate- ha sido citado repetidas veces por responsable pol¨ªticos del partido socialistas y por miembros del Gobierno como una aproximaci¨®n razonable al tema. Laporta mantiene que uno es responsable pol¨ªtico cuando realiza ¨¦l mismo la acci¨®n incorrecta o cuando la realizan otros cumpliendo ¨®rdenes o siguiendo directrices. Si el que act¨²a incorrectamente lo hace por su cuenta y riesgo, uno s¨®lo es pol¨ªticamente responsable si al conocerlo lo consiente o si no llega a conocerlo cuando hubiera tenido el deber de hacerlo. De otra forma, la expansi¨®n generalizada de responsabilidades s¨®lo lleva a la confusi¨®n, al envilecimiento de la sociedad y a la cultura de la sospecha.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.