La donaci¨®n del bar¨®n D'Erlanger
Donadas al Gobierno espa?ol en 1881 por el bar¨®n D'Erlanger, un financiero franc¨¦s que las hab¨ªa adquirido al comprar en 1873 la c¨¦lebre Quinta del Sordo, en cuyas paredes las pint¨® Goya, las llamadas pinturas negras forman un conjunto de 14 obras, que presumiblemente distribuy¨® el genial artista en dos estancias de esa casa de campo madrile?a, en la que habit¨® entre 1819 y 1823 y de la que parti¨® para instalarse definitivamente en Burdeos, donde habr¨ªa de morir en 1828 a los 82 a?os.Antes de que se produjese la citada donaci¨®n del financiero galo al Gobierno espa?ol, conviene saber que aqu¨¦l hab¨ªa ordenado trasladarlas a lienzo, encargo que hizo al entonces jefe de restauradores del Museo del Prado, Salvador Mart¨ªnez Cubells, y que las expuso en Par¨ªs con motivo de la Exposici¨®n Universal de 1878, donde al parecer fueron acogidas con total indiferencia. En todo caso, esta delicada operaci¨®n de traslado a lienzo y los correspondientes deterioros sufridos por las Pinturas Negras, antes incluso de que se acometiese esta labor de extracci¨®n del muro y su primera restauraci¨®n, dejaron evidentemente da?ado el conjunto, lo que refuerza su ya de por s¨ª naturaleza enigm¨¢tica. Se trata, desde luego, de una serie que Goya pint¨® para s¨ª mismo y que constituye uno de los m¨¢s sobrecogedores testimonios de su atormentado mundo interior, cuya capacidad alucinatoria se vio exaltada tanto por los graves acontecimientos pol¨ªticos que padeci¨® Espa?a entre 1819 y 1823, que abarca el trienio liberal de Riego y la ulterior y muy brutal restauraci¨®n del absolutismo, como por la grav¨ªsima enfermedad padecida por el pintor justo por aquellas fechas.
Conocemos la original disposici¨®n de las 14 pinturas negras en la Quinta del Sordo gracias al inventario de las obras de Goya que en 1828 hizo el pintor Brugada, pero sobre todo por la v¨ªvida descripci¨®n de las mismas que, tras visitarlas in situ, public¨® el escritor franc¨¦s Charles Yriarte. De esta manera, sabemos que en el comedor de la planta baja se alineaban seis: las tituladas La Leocadia, Dos frailes o viejos, Saturno, Judith y Holofernes, El Aquelarre y La romer¨ªa de San Isidro; mientras que en la habitaci¨®n de la planta superior se dispon¨ªan las ocho restantes: Un perro semihundido; Dos viejas. comiendo; Atropos, las Parcas o el destino; Duelo a garrotazos; La lectura; Dos mujeres y un hombre; El Santo Oficio y Asmodea. Sin entrar a dirimir aqu¨ª el real significado de estas dos series, s¨ª cabe al menos se?alar que las de la planta baja est¨¢n m¨¢s relacionadas con alegorizaciones de la propia vida de Goya en ese momento, vida que entonces giraba en torno a la relaci¨®n del pintor con do?a Leocadia Zorrilla de Weiss, mientras que las de la superior parecen representar un desolador retrato moral de la Espa?a de la restauraci¨®n absolutista y, en general, del cruel destino humano.
Por ¨²ltimo, hay que se?alar, ahora que han vuelto a ser recolocadas en el Prado, que las pinturas negras han tenido una agitad¨ªsima historia de movimientos por el edificio, no sin antes haber sido parcialmente prestadas como dep¨®sito temporal a la Presidencia del Consejo. Reunidas todas, en cualquier caso, en 1897, tras protestar por la situaci¨®n un descendiente de Erlanger, fueron emplazadas, durante la primera ¨¦poca, sucesivamente en las tres plantas del edificio, hasta que S¨¢nchez Cant¨®n las ubic¨® en la sala LVI-A de la planta baja, de donde ya no se movieron hasta el comienzo de las obras de climatizaci¨®n y remodelaci¨®n del Prado, lo que provoc¨®, si bien con intermitencias y un pol¨¦mico ensayo de evocaci¨®n de su original condici¨®n mural dot¨¢ndolas de una especie de paspart¨¢s blancos, que las pinturas negras encontraran asiento en las salas LXVI y LXVII, donde ahora de nuevo se exhiben, pero, a diferencia de antes, distribuidas en las dos salas, sin que la m¨¢s peque?a, la LXVI, siguiera cumpliendo la funci¨®n de una especie de vest¨ªbulo goyesco.
es director del Museo del Prado.
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