El sue?o se rompe en el ¨²ltimo minuto
El equipo de Arsenlo no pudo con un ordenado Valencia, y Djukic fall¨® un penalti casi al final
SANTIAGO SEGUROLA El sue?o del Deportivo se rompi¨® en el ¨²ltimo minuto de un partido que dej¨® al equipo gallego al borde de la playa, ca¨ªdo en las peores circunstancias posibles. Lo hab¨ªa dicho Fran con un tono fatalista muy gallego: "Ser¨ªa horrible remar tanto para morir en la orilla". Djukic, un jugador irreprochable, tuvo la ocasi¨®n de hacer historia con un penalti que pasar¨¢ a las cr¨®nicas del f¨²tbol. Un derribo de Serer a Nando dej¨® el veredicto del campeonato en manos del Deportivo. Fue un nuevo gui?o dram¨¢tico de la Liga, empe?ada en seguir una v¨ªa teatral en los ¨²ltimos a?os. Y una vez m¨¢s, el ¨¦xito estuvo del lado del Barcelona, empujado por el destino, la fortuna o lo que sea. El Deportivo tuvo ese penalti en el minuto final del ¨²ltimo partido para hacer historia, con el coraz¨®n de la hinchada reventado por la tensi¨®n. Ten¨ªa el aspecto de un momento moral. Parec¨ªa una concesi¨®n del destino despu¨¦s de una temporada llena de solidez y expectativas. Djukic tuvo ese privilegio tan querido y tan temido por los futbolistas: la ocasi¨®n de decidir el t¨ªtulo en la ¨²ltima jugada. del campeonato. Y entonces apareci¨® el lado humano de un futbolista que parece ajeno a las emociones. Flaque¨®. Le pudo la tensi¨®n y el miedo. Djukic lanz¨® mal y la pelota fue detenida por Gonz¨¢lez. La hinchada enmudeci¨®, los jugadores se derrumbaron y una sensaci¨®n de irrealidad se apoder¨® del estadio. El Deportivo no era el campe¨®n.
Aquel instante invalid¨® todo el partido. Nada de lo que hab¨ªa sucedido antes ten¨ªa valor frente a la trascendencia del lanzamiento. Hab¨ªan transcurrido noventa minutos, pero la historia se escribi¨® en un segundo. Cuando todo acab¨®, la hinchada del Deportivo reaccion¨® con altura y generosidad. Pero la frustraci¨®n era evidente. Salt¨® la muchachada al campo para abrazar a sus jugadores y muchos se arracimaron en el punto de penalti para patear desconsoladamente aquel ombligo blanco y cruel.
Antes del momento supremo, el partido se hab¨ªa escrito m¨¢s en el Camp Nou que en Riazor. Muy pronto llegaron noticias de Barcelona, pero la mensajer¨ªa hurt¨® la mitad la historia. El gol del Sevilla provoc¨® el estr¨¦pito en Riazor, . con la emoci¨®n que provoca la ca¨ªda del en¨¦migo. El viento se puso de popa para el Deportivo cuando m¨¢s lo necesitaba. Era un equipo tenso, apretado por la trascendencia del partido, un compromiso hist¨®rico que debilit¨® su juego de manera apreciable. La hinchada entendi¨® la gravedad del momento y actu¨® con un sentido protector. Transmiti¨® con entusiasmo el gol de Simeone y ninguna voz se escuch¨® para lamentarse del empate de Stoichkov. Pero lleg¨® el segundo gol sevillista y de nuevo estall¨® Riazor.
Hab¨ªa razones para tapar los fragmentos contraproducentes del partido del Camp Nou. El Deportivo sufr¨ªa para conducir el partido. Jugaba con ansiedad, sostenido por el orden tradicional que le ha acreditado en las dos ¨²ltimas temporadas, pero el f¨²tbol no florec¨ªa. Encogido por la responsabilidad, el Deportivo funcion¨® entre espasmos ante un adversario tranquilo, ajeno al hurac¨¢n de emociones que sacud¨ªa Riazor. Metido en otra historia, el Valencia fue el peor equipo posible para los locales.
El Deportivo corri¨® con el gasto del partido, sin posibilidad de especular de su situaci¨®n ventajosa. La conquista del sue?o s¨®lo era segura si ganaba. No pod¨ªa confiar en los vaivenes de Camp Nou. Esta necesidad aument¨® la ansiedad de los futbolistas. El juego se volvi¨® agarrotado. La producci¨®n se complic¨® por las dificultades de Fran para agarrar el partido. Hiddirik utiliz¨® a Quique para perseguir al interior gallego, una decisi¨®n que no parece muy adecuada con el car¨¢cter de Quique, un jugador de clase, de esos que disfrutan con la pelota. Pero Quique hizo un ejercicio de voluntad y persigui¨® a Fran con una eficacia notable. En estas condiciones, el juego de medio campo qued¨® para el empuje de Mauro Silva. Su poder¨ªo fue insuficiente.
Sin embargo, los picotazos del Valencia fueron m¨¢s peligrosos. Sus llegadas al ¨¢rea llevaron siempre el sello del gol. El protagonista principal fue Mijatovic, un futbolista espl¨¦ndido, lleno de delicadeza e ingenio. Mijatovic fue incontrolable para los defensores del Deportivo. Tuvo tres apariciones rotundas, convertidas en pases terminales, de los que anuncian el gol por todas partes. Pero G¨¢lvez y Alvaro tuvieron poca finura en la definici¨®n ante Lia?o, que estuvo ¨¢gil y firme en los remates.
-Nada cambi¨® en la segunda parte, ni siquiera la omisi¨®n de la cadena final de goles del Barga. La tensi¨®n comenz¨® a crecer de forma imparable. El Deportivo gan¨® metros en el campo del Valencia, en un trabajo sacrificado y de escaso brillo. El tono del partido ped¨ªa coraje y decisi¨®n, y de ambas cosas dispuso el equipo de Arsenio. Pero las luces estaban fundidas.La falta de tensi¨®n, que benefi¨® al Valencia en su ap 1 roxima cion al partido, le result¨® perjudicial para aprovechar las sucesivas crisis que padeci¨® el Deportivo en la segunda parte. No quiso ser el convidado del festejo, pero tampoco fue el verdugo del sue?o gallego. Dej¨® la decisi¨®n en manos del Deportivo, que fue in capaz de conquistar la gloria en una noche que parec¨ªa destinada a la haza?a de un equipo admira ble, capaz de levantar unas ex pectativas que s¨®lo parec¨ªan al alcance del Barca y el Madrid. Y la decisi¨®n lleg¨® en el penalti que fall¨® Djukic, un momento que provoc¨® una de las mayores frustraciones que se han visto en un campo de f¨²tbol.
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