Siempre les queda el "bakalao"
Millares de adolescentes pasaron de la fiesta a la desolaci¨®n
?Cu¨¢nta desolaci¨®n, humillaci¨®n y rabia puede mostrar el rostro de un adolescente? Infinita. Ayer se vio. Al menos a ellos siempre les quedar¨¢ el bakalao. El Palau Sant Jordi, con su gran pantalla 'hab¨ªa acogido maternal, precisamente, a los millares de j¨®venes, muy j¨®venes, que abarrotaron el recinto para ves ganar al FC Barcelona. Lo que empez¨® como una gran fiesta a ritmo de bakalao ("Barca, Baro;a, BargaBarca-Bar?a") acab¨® como una gran tragedia.Mientras un ¨²ltimo pataleo de rabia retumbaba en el Sant Jordi, centenares de manos de cart¨®n -senyera en un lado, blaugrana el reverso-, lanzadas con ira, revoloteaban bajo la c¨²pula como cuervos tras una batalla. La confusi¨®n, el desorden, la desbandada.
Del "Laudrup is magic" al "jo, catal¨¢", las camisetas mostraban un amplio espectro de lemas. Eso ocurr¨ªa una hora antes del partido. Bajar a la pista desde las gradas era sumergirse en una org¨ªa contagiosa de marcha y vitalidad. Las gradas temblaban con el pataleo. O quiz¨¢ Wally fuera Marta Ferrusola, en el acotado palco de autoridades; Marta Ferrusola, que a su llegada fue saludada por la megafon¨ªa como Claudio en el Circo M¨¢ximo ("?Demos la bienvenida a Marta Ferrusola, esposa del presidente de la Generalitat!") y que s¨®lo despert¨® en los adolescentes protagonistas de la velada un grito: "Barga-Bar?a". Empieza el partido. Todo es fe. Enorme griter¨ªo. La primera ocasi¨®n: una joven con una sucinta camiseta que, apenas oculta sus breves pechos emergentes se aferra a su bandera y la estruja como a un pr¨ªncipe so?ado. Inmensa pitada para el portero italiano. La pantalla muestra un primer plano de Fabio Capello. Luce arrogante, s¨ª Un chaval opta por definirlo como "capullo". El ruido es en sordecedor, no se distingue nada. Y como casi no se ve tampoco nada (ver la pantalla es como ver a trav¨¦s de una reja), pues hay que fiarse de los "?uy!" y los "?ay!". Minuto 22, el sol que se oculta pone una l¨ªnea de miel en la grada occidental, pero nadie se da cuenta porque acaba de marcar el Milan. Co?o. Bajonazo y pronta recuperaci¨®n del personal.
Intermedio. La megafon¨ªa, Gran Hermano, intenta elevar los ¨¢nimos: "Quedan 45 minutos, gracias por vuestro buen comportamiento. Vamos a cantar el himno. No quiero ver a nadie desanimado. La fe catalana vale m¨¢s que otras". Gritos de "vete a la mierda". El entusiasmo se ha disuelto como un azucarillo. El tercer gol, en la reanudaci¨®n, hace trizas a todo el mundo. Por primera vez se oye la retransmisi¨®n, lo que es elocuente. Tumban a Bakero y la frustraci¨®n revienta en una protesta. La gente empieza a desfilar. Y la consigna corre como un reguero de p¨®lvora: "No habr¨¢ fiesta".
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