La vehemencia que no cesa

La anterior visita de Michel Petrucciani al San Juan dej¨® una sensaci¨®n tibia y ambigua por culpa de la la incorporaci¨®n de un sintetizador, que masacr¨® la noche con acentos inoportunos y solos de t¨ªmbrica espesa.El franc¨¦s ha tenido la afortunada idea de repetir visita amparado en una modalidad que realza sus m¨²ltiples valores. La f¨®rmula cl¨¢sica de tr¨ªo con contrabajo y bater¨ªa siempre surte efecto cuando el m¨²sico que la dosifica reparte las 88 teclas entre la intuici¨®n y la sabidur¨ªa. Para convencer plenamente s¨®lo resta seleccionar un repertorio variado, que incluya desde palpitantes l¨ªneas de bebop a introducciones impregnadas del esp¨ªritu del gran Bill Evans, sin olvidar aires latinos y fren¨¦ticos ejercicios percusivos en la estela del mejor McCoy Tyner. Si adem¨¢s se remata la sesi¨®n con una espeluznante versi¨®n del So what, de Miles Davis, y le acierta a transformar el bolero B¨¦same mucho en un a?orante r¨¦quiem, se habr¨¢ completado una faena soberbia, vigorosa pero sensible, sutil pero cargada de vehemencia.