Periodistas
ELECCIONES 12-JEn Italia han sido los jueces quienes han destapado la corrupci¨®n, pero son los periodistas los que han accedido al Gobierno. En Espa?a, la revelaci¨®n de los esc¨¢ndalos ha sido m¨¢s bien cosa de los periodistas, pero son los jueces quienes han tomado posiciones en el Ejecutivo.Berlusconi, ¨¦l mismo un hombre de los medios, contar¨¢ con un vicepresidente y tres ministros, los de Sanidad, Trabajo y Relaciones con el Parlamento, procedentes de la prensa. Hay una cierta tradici¨®n de esto en Italia: en el Gran Consejo del Fascismo, ¨®rgano supremo del r¨¦gimen de Mussolini, la mitad de sus miembros eran periodistas. El historiador Dennis Mack Smith ha subrayado la importancia de ese factor en la configuraci¨®n del r¨¦gimen mussoliniano; en particular, en el histrionismo que su jefe, ex director de Avanti, transmiti¨® a ese movimiento. Sobre todo, supo valorar la importancia de las apariencias y la credibilidad del p¨²blico: aseguraba trabajar 18 horas, leer 300 diarios y celebrar 24 reuniones al d¨ªa, adem¨¢s de practicar la esgrima, el boxeo, el esqu¨ª, y de fatigar cada ma?ana un caballo y cada noche una mujer. Que todo ello a la vez fuera imposible no era un obst¨¢culo capaz de arredrar al Duce.
Los periodistas han tenido siempre la tentaci¨®n de pasarse a la pol¨ªtica. En realidad, muchos pol¨ªticos hicieron su aprendizaje como publicistas. Como tal se identific¨® a s¨ª mismo Lenin en el primer censo realizado por el r¨¦gimen del que era fundador.
Lo malo es la confusi¨®n: cuando el periodista aspira a hacer pol¨ªtica sin asumir los riesgos propios de esta actividad. Franz Olivier Giesbert, el actual director de Le Figaro; recoge en su biograf¨ªa de Mitterrand esta opini¨®n de su personaje: "Cuando se equivoca, el pol¨ªtico est¨¢ vencido. Tiene que atravesar el desierto a ra¨ªz de ese error. El periodista, por su parte, puede escribir de lo que sea y equivocarse en todo: eso no cambiar¨¢ nada. Sus peri¨®dicos se vender¨¢n igual de bien o igual de mal. Es intocable El lector es m¨¢s indulgente que el elector". Tampoco en Espa?a faltan antecedentes. Fue entre los publicistas donde primero incubaron, en la segunda mitad del siglo pasado, las ideolog¨ªas modernas, y ellos quienes las convirtieron en fuerzas sociales. En su libro sobre Lerroux, ?lvarez Junco recoge el dato de que una cuarta parte de los diputados de las Constituyentes de 1869 se hab¨ªa dedicado al periodismo. Su influencia se debi¨® a que eran personas que estaban a la altura de sus lectores: no eran m¨¢s ricos ni m¨¢s inteligentes, cultos o virtuosos que ellos.
El de Alejandro Lerroux es precisamente el caso m¨¢s conocido de periodista famoso convertido en pol¨ªtico de ¨¦xito. Supo calibrar antes que nadie la importancia de lo que ya se llamaba opini¨®n p¨²blica, y encontrar los resortes capaces de suscitar una identificaci¨®n entre ella y su propio discurso: demag¨®gico, de halago populista. Ahora ese discurso llega m¨¢s por la radio que por la prensa; sobre todo, Por la posibilidad de participaci¨®n directa de los oyentes. Estos se hacen la ilusi¨®n de ser iguales a los famosos comunicadores, y hasta les imitan en sus man¨ªas y delirios. Esa identificaci¨®n espont¨¢nea se refuerza por la v¨ªa del halago rec¨ªproco: enhorabuena Por el programa, etc¨¦tera.
La period¨ªstica es una de la "profesiones delirantes" a que se refiri¨® Paul Val¨¦ry: aquellas""cuya materia prima es la opini¨®n que los dem¨¢s tienen de uno". Las personas que las ejercen, observaba, "est¨¢n siempre afligidas de cierto delirio de grandeza". Hace a?os, algunos periodistas llegaron a tomarse en serio la broma de que eran ellos quienes hab¨ªan tra¨ªdo la democracia. Los que no llegaron a tiempo de participar de ese delirio se han inventado uno nuevo: el de que echar a Felipe Gonz¨¢lez es ahora un objetivo a¨²n m¨¢s heroico que lo fue aqu¨¦l. A ese tipo de periodistas se refiri¨® Victor Hugo diciendo que eran "v¨ªrgenes como el eunuco, ¨¢ngeles como Sat¨¢n". Unamuno les reproch¨® su endogamia: "nutrirse con exceso de su propia sangre".
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