Los hombres esponja
En pleno marasmo poselectoral, tuve que visitar a un responsable de nuestra pol¨ªtica educativa. Transcurrido un buen rato de cordial conversaci¨®n, me fui dando cuenta de la inutilidad de argumentar. Se lo tragaba todo como si tal cosa y no se molestaba en replicar ni en desmentir. Evidentemente, las cosas que suced¨ªan bajo su jurisdicci¨®n no le suced¨ªan a ¨¦l. Por muy b¨¢rbaro que fuese lo ocurrido, no pod¨ªa intervenir y estaba satisfecho por ello. Al salir, pens¨¦ que ¨¦sta era una actitud muy com¨²n en nuestros pol¨ªticos actuales. Nada sucede, salvo que un temporal les mueva la silla, y ni se molestan en responder de forma argumentada a las cr¨ªticas. Lo suyo es permanecer donde est¨¢n. Acord¨¢ndome del art¨ªculo de Larra sobre los hombres-globo de su ¨¦poca, llegu¨¦ a la conclusi¨®n de que la nuestra es la de los hombres-esponja, carentes de iniciativa e indiferentes a cuanto sucede, siempre que no quede en entredicho su posici¨®n de poder. Y la calificaci¨®n es v¨¢lida tanto para h¨¦roes como para villanos, tanto para el recompuesto y seguro Mariano Rubio como para sus antiguos amigos.Unos d¨ªas m¨¢s tarde, las revelaciones de Solchaga sobre la corrupci¨®n me confirmaron en ese juicio. Para empezar, la capacidad de absorci¨®n -mostrada por el ex ministro result¨® casi ilimitada. Pasando por alto las piruetas de Rubio en ese tiempo, Solchaga nos cuenta que hasta 1990 todo iba bien y por eso el PSOE baj¨® la guardia. Sobre el tipo de crecimiento especulativo de que ¨¦l mismo fuera patr¨®n y los sospechosos vol¨²menes de inversi¨®n en las islas V¨ªrgenes, Panam¨¢ y otros para¨ªsos, amnesia total. Para Filesa, el quite es de calidad a¨²n superior. Confiesa ingenuamente que aqu¨ª se hizo lo que en todas partes, sin advertir que en esas partes, salvo en la Tangent¨®polis italiana, y con los resultados conocidos para el partido de Craxi, no se alcanz¨® el tipo de extorsi¨®n desde el poder que representa Filesa, y los esc¨¢ndalos, en B¨¦lgica, en Francia, fueron descubiertos y sancionados. El discurso del hombre-esponja se sit¨²a en las puertas de la inmoralidad.
Al hombre-esponja le cuadra el cinismo. Ning¨²n ejemplo- mejor que Felipe Gonz¨¢lez. Abraza a Berlusconi y se niega a acudir al congreso socialdem¨®crata alem¨¢n para no retratarse con un perdedor. No es la primera vez, y tampoco un signo de lucidez: en 1980 evit¨® por la misma raz¨®n fotografiarse con Mitterrand y a los pocos meses ¨¦ste ganaba las elecciones presidenciales. En cualquier caso, si en el plano moral su capacidad de absorci¨®n es similar a la de Solchaga, en el pol¨ªtico resulta netamente superior. Con la ayuda de Pujol, ha logrado ultracongelar la situaci¨®n tras las elecciones, e incluso evitar la menor explicaci¨®n. Sin duda, nos castiga por no haberle votado. ?Qui¨¦n es nadie para pedirle que plantee una moci¨®n de confianza?
Hay, en fin, esponjas f¨®siles. Siempre en estas p¨¢ginas, tras el 12-J, Julio Anguita nos record¨® su existencia al evocar la base de sus planteamientos pol¨ªticos: como si a¨²n no hubiera acabado la guerra entre rojos y blancos, ¨¦l se sit¨²a del otro lado de una imaginaria alambrada (como lo hace en el orden simb¨®lico Aznar desde su Quintanilla de On¨¦simo: del antisemitismo integrista al antiabortismo). Anguita se alza contra la sociedad capitalista in toto, esgrime la Biblia y propone nada menos que la construcci¨®n del socialismo, por fortuna sin m¨¢s precisiones. Puesto a tragarse sapos y culebras, engulle sin m¨¢s la historia del "socialismo real". Y nos dice que eso es la izquierda.
Claro que hay otras variantes de la misma etiqueta. La m¨¢s novedosa nos la ofrecer¨¢n pronto Nicol¨¢s Sartorius y Santiago Carrillo, reunidos en una misma plataforma doctrinal por Alfonso Guerra.
Esponjas inertes sobre un fondo.
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