Degollados entre la niebla
A Espa?a le falt¨® altaner¨ªa para luchar contra el destino transfigurado en Salinas
La ma?ana apareci¨® con niebla y una temperatura por debajo de lo normal. Recordaba otra ma?ana futbol¨ªstica importante de hace 16 a?os en el Mundial de Argentina. Entonces, recorr¨ªamos en un tren muy negro una extensi¨®n de pastos y vacas adormecidas en un paisaje borroso. Hoy tampoco se ve¨ªa muy claro el porvenir. Era necesario ganar a Italia como entonces era imprescindible ganar a Brasil. En una y otra ocasi¨®n necesit¨¢bamos un gol redondo y tanto en una como en otra oportunidad el gol se dibuj¨® perfectamente en el fondo del ojo, antes de que llegara al fondo de la porter¨ªa. Efectivamente la pelota nunca lleg¨® all¨ª, donde ya hab¨ªa llegado la verdad del deseo. La mentira de lo real fue de nuevo la receta que marc¨® el ¨²ltimo silbido.Carde?osa dej¨® para siempre a la afici¨®n con el estigma de que eramos unos desgraciados. Nunca fue posible entender c¨®mo no chut¨® ante una porter¨ªa vac¨ªa. Desde entonces no volvi¨® a jugar con la selecci¨®n. M¨¢s que como una represalia, lo que desearon las autoridades con su ausencia fue favorecer la idea de que ¨¦l era el ¨²nico culpable del desatino y no era el destino el responsable de nuestro mal. El destino estaba esperando su turno para explicarse m¨¢s claramente. Esta vez escogi¨® a un hombre imprevisible y atolondrado. Tom¨® en sus manos la efigie de Salinas como m¨¢xima representaci¨®n de lo arbitrario y machac¨® la sentencia. Salinas tampoco pudo marcar.
La derrota de entonces contra Brasil conllevaba el consuelo de su superioridad y esa raz¨®n pod¨ªa invocarse como un lenitivo. La derrota frente a Italia, sin embargo, es imp¨ªa, porque a?ade un dolor venenoso. Esta es una desdicha agresiva contra la que es preciso pelear rencorosamente. Es por eso una adversidad sin cura. S¨®lo otro acto futuro de sentido inverso podr¨ªa aliviar la patolog¨ªa con la que ahora abandonamos el campeonato. En esta sala de prensa, media hora despu¨¦s de finalizar el encuentro, se ve a Michel paseando como un alma en pena. Sigue pensando que sus compa?eros merec¨ªan haber jugado con mayor ambici¨®n.
?Hay que volver a ilusionarse? Probablemente nunca ha existido una raz¨®n mejor. Nunca antes dispuso Espa?a de tan extensa y poderosa generaci¨®n de deportistas. En tenis, en ciclismo, pero tambi¨¦n en f¨²tbol. La diferencia aqu¨ª es que el entrenador y probablemente sus jefes han cre¨ªdo menos en la transfiguraci¨®n que en la fatalidad. Han cre¨ªdo m¨¢s en la reencarnaci¨®n del pret¨¦rito que en la carne fresca. Nunca antes se hab¨ªa dispuesto de tan amplia n¨®mina de jugadores j¨®venes de alta clase. El ¨¦xito en los Juegos Ol¨ªmpicos de hace dos a?os puede tenerse como un signo de esta capacidad que no ha sido explotada. En esta sala de prensa, habilitada bajo una carpa de pl¨¢stico, se distingue a los vencedores y a los vencidos. Los perdedores llevan la boca torcida, los ganadores son obscenos. Las apalabras de Clemente retumban tambi¨¦n en los monitores de este espacio, repitiendo que hemos controlado el partido y hemos sido desdichados. Algo habr¨¢ que hacer en la historia del equipo nacional para que no siga siendo la se?al de una insuperable decadencia. Ahora que habla Arrigo Sacchi en la pantalla y elogia el juego espa?ol, nos asalta la envidia de esta galanter¨ªa sin esfuerzo. No tiene el inconveniente en declararse doblemente feliz. Porque los planteamientos le fueron bien y porque el destino le regal¨® la victoria. Contra el destino a Espa?a le falt¨® altaner¨ªa. Dice Caminero en la televisi¨®n que jugaron para que4talia se cansara y vencerla de este modo. Despilfarrar el pensamiento y la acci¨®n con esas argucias resta mentalidad para construir un porvenir mejor. Los italianos eran un 70% del estadio de Foxboro con aspecto de palenque para el ganado. De no haber vencido, los a5cionados y la Federaci¨®n Italiana habr¨ªan decapitado a Arrigo Sacchi. Nosotros salimos degollados.
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