Si has de embestir no bebas
JOAQU?N VIDAL Saltaron a la arena dos toros borrachos perdidos. Tuvieron que cogerla de an¨ªs, o no se explica su actitud. Luego pretend¨ªan disimular, haci¨¦ndose los d¨¦biles, pero el truco ya est¨¢ muy visto. Sol¨ªan utilizarlo las se?oras cuando hab¨ªa m¨¢s miramientos, all¨¢ por la posguerra. Pon¨ªan la cara del que se va a morir, dec¨ªan que les flaqueaba el coraz¨®n, y para reanimarlo se met¨ªan en el cuerpo un latigazo de co?¨¢. Claro que aquellas se?oras no ten¨ªan nada que hacer, salvo dar de mamar al ni?o, y en cambio esos toros comparec¨ªan en la arena para embestir. Un caso de irresponsabilidad manifiesta. Cuando hay que embestir, no se bebe.
Eso mismo le mugi¨® el sobrero a uno de ellos, al cruz¨¢rselo en los chiqueros: si has de embestir no bebas, so borrico. El sobrero -bien pudo apreciarse- ni lo hab¨ªa catado; a lo mejor lo que se tom¨® fue una guindilla picante, porque sali¨® al redondel haci¨¦ndose el tonto y en cu¨¢nto vio acercarse a la acorazada de picar, Con un t¨ªo malcarado encima al que jumeaba la bota hierro, la emprendi¨® a tortazos. Primero tir¨® sin contemplaciones al caballo, despu¨¦s desmont¨® al picador lanz¨¢ndolo contra las tablas, y a¨²n continu¨® repartiendo le?a mientras el siniestro individuo, cubierto con un castore?ito insolente calzado a la pedrada, le met¨ªa hierro alevoso en el puro espinazo.
Alcurruc¨¦n / Manzanares, Aparicio, Barrera
Dos toros de Alcurruc¨¦n (tres fueron rechazados en reconocimiento, 2? devuelto por su extra?a invalidez): 3? anovillado, manejable; 4? bien presentado, inv¨¢lido, pastue?o. Tres de Carlos N¨²?ez, lo extra?amente inv¨¢lido, devuelto; sobrero (del mismo, hierro), terciado con poder y casta 5? terciado, manso, reserv¨®n; 6? anovillado, manso, noble. 2?, segundo sobrero, de J¨®dar y Ruchena, , terciado, astifino, manso. Manzanares: pinchazo y media escandalosamente baja (bronca y aplausos); pinchazo hondo, rueda de peones y descabello (dos orejas); sali¨® a hombros. Julio Aparicio: estocada baja perdiendo la muleta y descabello (aplausos y saludos); bajonazo descarado (silencio). Vicente Barrera: pinchazo hondo y cuatro descabellos (palmas y sale al tercio); media atravesada trasera contraria y media (oreja). Plaza de Valencia, 29 de julio. l0? corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Al salir de la refriega el toro pregunt¨® por Manzanares: ?D¨®nde est¨¢ el se?orito Manzanares, que tengo un tecado para ¨¦l? Pero el se?orito Manzanares, que es un ejecutivo y elige sus interlocutores, no quiso saber nada, hizo tal que as¨ª y lo pasaport¨® en menos tiempo del que se tarda en contarlo. Por la ley de las compensaciones le sali¨® a Manzanares un cuarto toro que era un bendito de Dios, un amigo del alma, una madre, y le obsequi¨® con un toreo de filigrana. No siempre, pues para instrumentar diversas tandas se encorvaba m¨¢s de lo que permite el arte. En cambio, dos dedicadas al natural poseyeron largura y enjundia, y una tercera, ritmo, suavidad, templanza, hondura y el aroma torero que colma de satisfacci¨®n a los toreristas y a los toristas; a los orejistas y a los puristas, a los del norte y a los del sur. O sea, al mundo entero.
A Vicente Barrera le prepararon sendos toritos anovillados, de donde cabe deducir que sigue siendo novillero. La ¨²nica novedad fue que, los dos tuvieron sus problemillas y no le arredraron; antes al contrario, ci?¨® las embestidas problem¨¢ticas, quieto y vertical, seg¨²n concibe su estilo. El sexto sac¨® casta y Barrera aguant¨® sereno la viveza de sus arrancadas, principalmente en el toreo al natural, que, no obstante, le sali¨® poco templado. Mat¨® de aquella manera y entonces, barajados los m¨¦ritos contra¨ªdos con su condici¨®n de valenciano y el triunfalismo visceral del presidente, le regalaron una oreja.El lote de Julio Aparicio result¨® muy deslucido. Tardo uno, intent¨® ligarle los naturales pis¨¢ndole el terreno; reserv¨®n otro, opt¨® por ali?arlo tras unas cuantas probaturas de toreo.
El primero de esos toros sustitu¨ªa a uno de los borrachos de la funci¨®n, que iba para las varas y se vino al suelo, donde esboz¨® un par de cabriolas. No tantas, sin embargo, como el primero, que de s¨²bito ech¨® cuerpo a tierra, la emprendi¨® a volteretas y se revolc¨® en la arena.
Cuando le dio la gana se puso en pie, y fing¨ªa chuler¨ªa al caminar, pero la realidad era que cargaba delantero, mug¨ªa romanzas de zarzuela y pegaba traspi¨¦s, vacilando unas, veces hacia la part del Saler, otras hacia la part del Palmar. ?C¨®mo iba a embestir, en semejante estado? Lo enviaron al corral y los cabestros volv¨ªan la carota, Pues apestaba a an¨ªs. La verdad es que la hab¨ªa cogido de sacrist¨¢n, el muy b¨¢rbaro.
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