?Un toro!

Sali¨® un toro y la gente no se lo pod¨ªa creer. ?Un toro!, exclamaba al verlo, entero y verdadero, cuajado y hondo, serio y con sus astas vueltas. A gran parte del p¨²blico le llam¨® la atenci¨®n, principalmente, la cornamenta. No ten¨ªa nada de particular -era la que han venido luciendo los toros toda la vida de Dios- pero el nuevo p¨²blico est¨¢ acostumbrado a ver unos mu?ones que apenas rebasan la frente del toro, y al aparecer armado aquel ejemplar, debi¨® creer que emerg¨ªa Belceb¨² de los infiernos.Joselito estuvo discreto con ese toro, que hac¨ªa quinto. Lo lance¨® bien de capa, mand¨® y templ¨® en unos ayudados, instrument¨® tanda de redondos abierto el comp¨¢s, y el resto de la faena ya qued¨® desigual pues el toro perdi¨® embestida. Un estoconazo devolvi¨® al p¨²blico el entusiasmo que hab¨ªa perdido hac¨ªa rato, y el presidente tuvo la amabilidad de concederle al diestro dos orejas.

Las orejas, que no falten. Se cortaron siete y a punto estuvieron de ser todas. Llega a matar pronto Ponce un toro y a estar m¨¢s reposado en otro, y caen las 12. Los p¨ªng¨¹es beneficios que reportaba el coladero se los perdi¨® Julio Aparicio, quien se dio a la fuga porque rechazados los toros anunciados, metieron entre los sustitutos aquel gal¨¢n de respetable cornamenta. En cambio la taquilla no se perdi¨® nada. Si algunos aficionados decidieron devolver sus localidades por la ausencia de Aparicio, otros las compraron por el mismo motivo y hubo un lleno hasta la bandera. Correteaba el tercer toro y a¨²n segu¨ªa entrando gente.

Los tres toros que algunos espectadores no llegaron a ver fueron el tubo de la risa: gordezuelos, desmochados e inv¨¢lidos, se dejaron pegar cuantos pases quisieron los diestros, con mejor temple y armon¨ªa Joselito, con m¨¢s ligaz¨®n Ponce. El cuarto parec¨ªa un perro al que alguien hab¨ªa gastado la broma de ponerle unos cuernos y en cuanto apareci¨® se arm¨® fenomenal revuelo. Almohadillas y botes cayeron violentamente al redondel. Devuelto, sali¨® un manso al que intentaron picar en los puros medios, se reprodujo entonces el escandalazo y numerosos objetos arrojadizos alcanzaron al picador, su jaca y su castore?o.

Condenado a banderillas negras el manso, acab¨® manejable y Ponce lo tore¨® pundonoroso y valiente. El sexto no ten¨ªa trap¨ªo y a este lo moli¨® a derechazos con unas prisas como si fuera a perder el tren. En realidad Ponce aplic¨® a los tres toros de su lote la faena-patr¨®n, daba igual que uno fuera borrego, el siguiente manso, el ¨²ltimo encastado: los ayudados, tandas de derechazos con el pico, una de naturales desangelados, vuelta a los derechazos. Unicamente introdujo cierta variaci¨®n en los finales, que fueron surrealistas: al borrego lo dobl¨® por bajo a pesar de que estaba inv¨¢lido; al manso, necesitado de celo y dominio, le dio aire con los molinetes; al encastadito, ideal para un toreo de arte, tremendismo de rodillas.

Claro que estas son disquisiciones propias del Coss¨ªo y all¨ª s¨®lo importaban las orejas. Pues sea. Resultados cantan: Joselito, 4; Ponce, 3. Gan¨® Joselito y se llev¨® los dos puntos, con el honor de haber estoqueado el ¨²nico toro de la corrida. Y quiz¨¢ del mes.