El que no se mueva saldr¨¢ en la foto
El autor se congratula de que Europa haya decidido reorientar su pol¨ªtica presupuestaria para evitar que en la nueva fase de crecimiento se cometan los errores del pasado.
Desde finales de los ochenta, los desequilibrios presupuestarios de la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos, Espa?a entre ellos, han alcanzado m¨¢ximos hist¨®ricos. Entre las razones, pueden mencionarse tres de naturaleza pol¨ªtica:1. En materia presupuestaria, las prolongadas negociaciones que condujeron al Tratado de Maastricht no se guiaron por el principio de convergencia hacia el pa¨ªs mejor (como ocurri¨® en materia de inflaci¨®n, tipos de inter¨¦s o tipo de cambio), sino hacia el promedio: dada la diferente situaci¨®n de partida, los l¨ªmites fijados (un d¨¦ficit y un nivel de deuda p¨²blica no superiores al 3% y al 60% del PIB, respectivamente), aunque ambiciosos para los pa¨ªses con mayores niveles de deuda (B¨¦lgica, Grecia, Italia, Irlanda, etc¨¦tera), tuvieron un efecto pol¨ªticamente permisivo sobre los pa¨ªses con niveles moderados (como Francia y Espa?a). En Espa?a, ese fen¨®meno fue patente: recu¨¦rdese c¨®mo la mayor¨ªa de los partidos pol¨ªticos criticaron que en el plan de convergencia de 1992 el Gobierno fijara para 1996 un objetivo de d¨¦ficit del 1%.del PIB, inferior al l¨ªmite del tratado. ?Por qu¨¦ el Gobierno es "m¨¢s papista que el Papa"?, dijeron destacados pol¨ªticos.
2. Alemania, tradicional palad¨ªn del rigor financiero, experiment¨® un agudo d¨¦ficit presupuestario con motivo de la reunificaci¨®n; a pesar de la singularidad del acontecimiento hist¨®rico que lo motiv¨®, el d¨¦ficit alem¨¢n sirvi¨® de excusa a los restantes pa¨ªses europeos para mantener pol¨ªticas presupuestarias expansivas. A ese hecho se agreg¨® el significativo aumento del d¨¦ficit que se produjo en el Reino Unido ya en la etapa Major, desequilibrio que se agrav¨® por el adelanto con que en aquel pa¨ªs se manifest¨® una recesi¨®n que lleg¨® m¨¢s tarde al continente.
3. El excepcional crecimiento econ¨®mico de finales de los ochenta ocult¨® la gravedad de los desequilibrios presupuestarios latentes, sin que se prestara atenci¨®n a quienes -muy pocos- subrayaron la enga?osa naturaleza c¨ªclica de las. reducciones registradas en los d¨¦ficit a partir de 1988. La euforia econ¨®micofinanciera de aquel periodo provoc¨® en Europa una pol¨ªtica presupuestaria prociclica, salvo en los pa¨ªses con mayor nivel de deuda. La elevaci¨®n de tipos iniciada a finales de 1988 y la severidad de la recesi¨®n del periodo 1992-1993 pusieron al descubierto los graves desequilibrios fraguados antes.
Los factores pol¨ªticos expuestos prevalecieron sobre el decimon¨®nico "santo temor al d¨¦ficit", sentimiento a la baja en las democracias contempor¨¢neas desde que Keynes demostr¨®, de forma irreprochable, que un d¨¦ficit (?coyuntural!) sirve para salir de una depresi¨®n; desde que se percibi¨® que el Estado del bienestar es pol¨ªticamente m¨¢s popular si no se financia ¨ªntegramente mediante impuestos; y desde que la naturaleza fiduciaria (es decir, no convertible) de las monedas hizo que las crisis financieras que muchos Estados soberanos experimentaron ocasionalmente hasta principios de este siglo quedaran sustituidas por episodios inflacionistas rara vez traum¨¢ticos (como lo fueron, por ejemplo, las hiperinflaciones alemanas de 1923 y 1948, o como lo est¨¢ siendo actualmente la rusa). La inevitable tendencia a que en las democracias los partidos pol¨ªticos, actuando en perjuicio del Estado, intenten favorecer a sus clientelas electorales en materia de impuestos o de gasto (el conocido fen¨®meno pol¨ªtico que los americanos llaman pork barrel) es reconocida por nuestra Constituci¨®n, cuyo art¨ªculo 134.6 otorga al Gobierno facultad de veto sobre cualquier iniciativa parlamentaria que aumente el d¨¦ficit.
Las cosas han empezado a cambiar, por fortuna. As¨ª, los jefes de Gobierno de la Uni¨®n Europea rea firmaron en Corf¨², en junio pasado, la necesidad de reorientar el rumbo de las pol¨ªticas presupuestarias, evitando que en la nueva fase de crecimiento econ¨®mico repitamos "los errores del ciclo econ¨®mico precedente". El cumplimiento de ese prop¨®sito se ver¨¢ favorecido por razones institucionales.
1. La Comunidad ha puesto en marcha el "procedimiento para evitar los d¨¦ficit presupuestarios excesivos" del art¨ªculo 104 C del nuevo tratado. Aunque en la primera foto todav¨ªa hemos quedado identificados 10 Estados infractores, cabe prever que la lista de Estados se reduzca pronto, lo que acrecentar¨¢ el estigma de seguir fichado.
2. El protocolo sobre cohesi¨®n econ¨®mica y social del tratado declara que s¨®lo tendr¨¢n acceso al fondo de cohesi¨®n los pa¨ªses que, caso de que mantengan d¨¦ficit. presupuestarios excesivos, tengan al menos programas para su eliminaci¨®n. Aunque la interpretaci¨®n no es plenamente compartida, la Comisi¨®n Europea considera que el incumplimiento por un Estado de los objetivos presupuestarios anuales fijados en su plan de convergencia le impedir¨¢ acceder al fondo.
3. De cara al inicio en 1997 o 1999 de la fase final de la uni¨®n econ¨®mica y monetaria, Alemania, atada jur¨ªdicamente por la sentencia del Tribunal Constitucional de Karlsruhe de octubre de 1993, poco ilusionada por la perspectiva de renunciar al marco alem¨¢n, se negar¨¢, con raz¨®n, a integrarse en una misma uni¨®n monetaria con pa¨ªses que no mantengan una situaci¨®n presupuestaria sana: como entre nosotros ya afirmaron hace a?os Flores de Lemus, Indalecio Prieto,y otros muchos autores, el descontrol presupuestario no es compatible a medio plazo con la estabilidad del tipo de cambio, de los precios y de los mercados financieros.
La aplicaci¨®n estricta de los criterios de convergencia del tratado en materia presupuestaria tiene, adem¨¢s, l¨®gica pol¨ªtica: si para ingresar en la Comunidad siempre se ha requerido a los pa¨ªses candidatos que tengan reg¨ªmenes democr¨¢ticos, no es disparatado que para acceder a la fase final de la uni¨®n monetaria sus potenciales miembros deban acreditar que son reg¨ªmenes democr¨¢ticos financieramente soberanos. Porque un desequilibrio presupuestario estructural, grave y prolongado, lejos de ser una manifestaci¨®n respetable de soberan¨ªa pol¨ªtica o de keynesianismo voluntario, trasluce un conflicto latente sobre la distribuci¨®n de la renta que el sistema pol¨ªtico no logra resolver: un d¨¦ficit presupuestario estructural, grave y prolongado es una manifestaci¨®n de impotencia pol¨ªtica, no de soberan¨ªa democr¨¢tica.
En Espa?a podemos constatar, para nuestro sosiego, que nuestro nivel de deuda p¨²blica como proporci¨®n del PI.B (aproximadamente del 63,41/o a finales de este a?o) es todav¨ªa el cuarto m¨¢s bajo de la Uni¨®n Europea, despu¨¦s de Francia (480/6), Reino Unido (49,7%) y Alemania (52,7%). Pero no debi¨¦ramos olvidar que en 1994 nuestro d¨¦ficit presupuestario (6,7% del PIB), aunque no muy alejado del de Francia o Reino Unido, ser¨¢ desgraciadamente el tercero m¨¢s alto de la UE, despu¨¦s de Grecia (12,5%) e Italia (9,5%) y quedar¨¢ n¨ªtidamente por encima del de B¨¦lgica, Holanda e Irlanda, pa¨ªses con mucha m¨¢s deuda viva que nosotros y que hasta hace poco registraban tambi¨¦n mayores d¨¦ficit. Tambi¨¦n debi¨¦ramos saber que nuestro nivel de deuda p¨²blica, el ya citado 63,4%, es similar al que ten¨ªa Italia en 1982, pa¨ªs que en s¨®lo 12 a?os ha pasado al 124%.
A la vista de las anteriores reflexiones cobran especial sentido los compromisos asumidos pol¨ªticamente por el Gobierno espa?ol en Bruselas, en octubre pasado, con motivo de la presentaci¨®n del reciente programa de convergencia. Espa?a se comprometi¨® a adoptar cuantas medidas sean. precisas para cumplir los l¨ªmites de d¨¦ficit previstos en el programa (comenzando por el 5,9% del PIB en 1995 para el conjunto de las administraciones p¨²blicas). Tales medidas de ajuste incluir¨ªan, desde luego, recortes de gasto. Adem¨¢s, el Gobierno afirm¨® que un eventual exceso de ingresos sobre lo previsto en el plan se dedicar¨¢ a acelerar la reducci¨®n del d¨¦ficit: aunque a muchos les parecen ambiciosos, los objetivos de reducci¨®n del d¨¦ficit previstos en el programa son el m¨ªnimo que debemos alcanzar. Felicit¨¦monos de que la mayor¨ªa de las fuerzas pol¨ªticas hayan comprendido la importancia de tales compromisos.
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