Blancura diminuta
Muchas son las veces que he pretendido adentrarme en el misterio del barrio del Albaic¨ªn. Desde aquella juventud de cante jondo y de taberna, en que me perd¨ªa por sus estrechas calles y sus cuestas hasta hoy, de m¨¢s de media vida, en que lo habito y lo poseo y lo comparto y lo amo con un amor que espero nunca llegue a ser costumbre. Si un misterio se desentra?ase, dejar¨ªa de ser misterio. De ah¨ª que mis intentos hayan sido vanos. No obstante, algo he llegado a saber. Por ejemplo, que su blancura diminuta est¨¢ en funci¨®n de la grandeza de la Alhambra; que desde los tiempos en que fuera ll¨ªberis, la primitiva Granada, no ha dejado de evolucionar, de empezar a ser, d¨ªa a d¨ªa; que aun trat¨¢ndose del m¨¢s bello de los paisajes urbanos, merecer¨ªa ser tratado como un organismo vivo. ?Ah! y queda la belleza y la luz y el silencio y los atardeceres y los colores y los sonidos.
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