Cita a medianoche con Dud¨¢iev
El presidente checheno, general Dzhojar Dud¨¢iev, est¨¢ sano, salvo y dispuesto a librar una guerra a, muerte contra el invasor. Para demostrarlo, se reuni¨® el jueves por la noche, en un refugio clandestino, Pocas horas despu¨¦s de que el palacio presidencial fuera ocupado por los rusos, con un reducido grupo de periodistas entre los que se hallaba el enviado de EL PA?S. Quer¨ªa dar la impresi¨®n de que controla a sus fuerzas y sigue estando efectivamente al mando. Era tambi¨¦n su forma de decir al mundo que, pese al diluvio de bombas, la guerra est¨¢ lejos de haber terminado y, tal y como se?alan numerosos informadores, puede durar a?os. "La caza a los culpables de la agresi¨®n ya ha comenzado", advirti¨® Dud¨¢iev en clara amenaza a Mosc¨².As¨ª se convoc¨® el encuentro: un checheno miembro del consejo nacional de esta etnia en la vecina Daguest¨¢n, nos dijo, a m¨ª y a unos pocos compa?eros m¨¢s, que ten¨ªa una noticia sensacional que comunicarnos, pero que deb¨ªamos ir con ¨¦l, sin preguntar. Nos pusimos en marcha, en veh¨ªculos todo terreno, hasta un lugar cuya ubicaci¨®n nos comprometimos a no revelar.
Evitamos los puestos militares rusos, vadeamos incluso un r¨ªo. S¨®lo pasamos por un puesto policial daguestano, donde nadie nos prest¨® atenci¨®n. Tal vez eran chechenos, de los muchos que hay en esta rep¨²blica.
Fue un viaje en dos etapas. En la primera llegamos a un descampado. All¨ª esperamos cerca de una hora,, para partir despu¨¦s a una poblaci¨®n cuyo nombre no puedo revelar. A medianoche, lleg¨® Dud¨¢iev. Con muy poca guardia, con su uniforme de camuflaje y una gorra de piloto que aqu¨ª se conoce como espa?ola. Ten¨ªa buen aspecto, aunque sus ojos reflejaban cansancio. Afeitado, con su impecable bigote. Sin armas, muy seguro de s¨ª mismo.
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