La misma carta
Seguro que el lector, m¨¢s por tal que por memorioso, recordar¨¢ que la semana pasada, desde estas mismas p¨¢ginas, aire¨¦ la existencia de una Carta a Espa?a, dolorida y extensa, donde una anciana madre cuenta que un hijo suyo, ingeniero industrial de profesi¨®n, no falleci¨® de muerte natural, aunque as¨ª conste en acta desde hace 27 a?os, sino envenenado por la que entonces era su esposa, la cual a¨²n vive, si bien ahora con otro hombre, en las secas estepas castellanas. Que a lo argumental de esta historia le conviniese un cierto orden, igual que a todo, es algo que no entiende el sentimiento, m¨¢xime si es materno y volcado en lo epistolar. Sin embargo, cabe, al fin, buscar luces en los entremezclados detalles de esta carta de ajuste (y de cuentas), redactada desde la presunci¨®n constante de culpabilidad.Por lo pronto, la v¨ªctima y la presunta envenenadora dan pie a un inolvidable careo de contrastes: "Un doncel espl¨¦ndido, de buena cuna, valioso y puro, am¨® a quien, pareci¨¦ndole doncella virtuosa, result¨® perversa de alma y podrida de cuerpo, la que para ¨¦l fue no pedestal, sino tumba". Al parecer, latido maternal donde los haya, el m¨®vil de aquel crimen fue el robo; de hecho, se nos dice, la viuda vive a todo tren gracias a los derechos que le sigue aportando un libro t¨¦cnico del difunto, "mina de oro" en palabras del escritor formar que la carta menciona a otras autoridades: Calder¨®n Graci¨¢n, Balmes y Severo Ochoa. Pero, la verdad, ninguna pluma tan expresiva como la de ¨¦sa amiga que esto le escribe a la destinataria para reconfortarla: "Todo Burgos est¨¢ escandalizado, asustado, no hay otra conversaci¨®n en la ciudad. Un d¨ªa nos cruzamos en la calle con ella, mi marido volvi¨® la cabeza y, tir¨¢ndole del brazo, le dije: ?No mires a esa furcia!".
Y la madre recuerda lejanos d¨ªas, cuando el hijo quiso dejar a su amada, "tras serle practicada la primera operaci¨®n de ¨²tero", y ella empez¨® a decir que se iba a suicidar. Entonces ¨¦l, "joven inexperto", mantuvo el compromiso con la novia, a la que incluso lleg¨® a comprarle "el m¨¢s barroco y costoso juego de tocador de plata de ley exhibido jam¨¢s en joyer¨ªas". Total, conviene en concluir mi remitente, para luego envenenar a alma tan generosa, seguramente ech¨¢ndole unos polvos en "los sesos rebozados" que le prepar¨® para la cena de aquella horrible noche, la ¨²ltima, de primeros de mayo de 1967. De ah¨ª que, de cuando en cuando, se den ciertos prodigios demoledores: "San Lorenzo, que en la iglesia de su nombre fue testigo del bodorrio, el pasado 13 de agosto de 1994, cansado de esperar justicia, cay¨® de bruces en el suelo desde lo alto de la catedral que levantara el rey Fernando, rompi¨¦ndose en mil pedazos, como mi amado hijo, y demandando que la verdad venza al mal; y as¨ª ser¨¢, pues los viejos pecados tienen largas sombras".
En resumidas cuentas, tambi¨¦n quiere esta madre que un juez se ocupe de su caso. Y literariamente fundamenta su anhelo: "El escritor Delibes dijo malhumorado: '?Ya est¨¢ bien! ?Que me den este a?o el Cervantes!' Y se lo dieron. Malhumorada, yo tambi¨¦n digo que ya est¨¢ bien, que el Gobierno tiene que nombrar a un juez especial que castigue a la asesina, pues a todos los asesinos cogen, menos a esta loba, serpiente cobra".
?Delirio? ?Verdad? Por m¨¢s que releo la Carta a Espa?a, no consigo sacar nada en limpio. Y los amigos que tambi¨¦n la han le¨ªdo tan s¨®lo as¨ª concluyen: "No airees esas cosas, que son muy delicadas". Y no pensaba hacerlo. Mas resulta que uno se irrita, tras conocer este calvario, cuando las menudencias masoquistas de Ana Obreg¨®n son destacadas con lo que ella misma declara: "Soy Do?a Pupas". Para colmo, llega Antonia dell'Atte, otra de las del ex, y, cuando le preguntan que qu¨¦ le habr¨¢n tra¨ªdo los Reyes Magos al conde Lequio, no se corta y responde como Guadalupe escupe: "Carb¨®n no, desde luego. M¨¢s bien, algo para beber: veneno, a buen seguro". As¨ª las cosas ya no me extra?a que el poeta ?ngel Guinda tenga, a su vez, que preguntarse: "?Fue coartada volar para no hundirse?".
Babelia
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