Del cambio a la guerra sucia
El PSOE renunci¨® en 1982 a renovar los aparatos de seguridad del Estado por temor al desorden p¨²blico
Durante las vacaciones de verano de 1982, Antonio Plaza, hoy jefe superior de Murcia y entonces militante de la Uni¨®n Sindical del Polic¨ªa (USP), extravi¨® una valiosa cartera. En su interior hab¨ªa fichas personales sobre decenas de inspectores y comisarios elaboradas por polic¨ªas del PSOE: la victoria electoral era inminente y se trataba de saber en qui¨¦n se pod¨ªa confiar y en qui¨¦n no para hacer el cambio en las Fuerzas de Seguridad.La realidad tuvo luego poco que ver con aquellas fichas. A su llegada al Gobierno, los socialistas prefirieron, en aras a la eficacia, mantener intactos los aparatos del Estado que arriesgarse a una renovaci¨®n a fondo. Durante su primer a?o en el poder, el Ministerio del Interior vivi¨® en una permanente crisis que sald¨® con el triunfo de quienes apostaban por la continuidad. ?sta no fue suficiente, sin embargo, para hacer frente a un terrorismo que recibi¨® el triunfo del PSOE con una brutal escalada. Los etarras utilizaban la frontera francesa como "burladero", en expresi¨®n de Garc¨ªa Damborenea, donde ponerse a resguardo de la reacci¨®n a sus atentados. La impotencia desembocar¨ªa, en octubre de 1983, en el renacimiento de la guerra sucia, abandonada en 1980.
Mientras estuvo en la oposici¨®n, el PSOE cont¨® con una veintena de funcionarios del Cuerpo Superior de Polic¨ªa, afiliados directamente a la Ejecutiva, entre los que figuraba la plana mayor de la USP: Modesto Garc¨ªa, Mariano Baniandr¨¦s, Atilano S¨¢nchez y F¨¦lix Alonso, entre otros. Para Alfonso Guerra y Carlos Sanju¨¢n, responsable de Interior en el partido, la informaci¨®n facilitada por este grupo era la ¨²nica forma de asomarse a los desag¨¹es del Estado.
Nunca pensaron seriamente, como cre¨ªan los afectados, en que encabezaran, desde puestos de responsabilidad, la reforma de la Polic¨ªa. "Eran demasiado j¨®venes y demasiado pocos", afirma un responsable del PSOE en aquella ¨¦poca. La USP apenas representaba al 5% de los funcionarios del cuerpo superior, mientras que la aplastante mayor¨ªa respaldaba al SPP (Sindicato Profesional de la. Polic¨ªa), heredero de los promotores del Dolorosamente hartos, el pol¨¦mico manifiesto policial de agosto de 1978, que criticaba las "indiscriminadas medidas de gracia".
En un intento por ampliar la base de apoyo al PSOE en la Polic¨ªa, Sanju¨¢n propici¨® una federaci¨®n entre la USP y el SPP, que qued¨® pr¨¢cticamente ultimada en septiembre en Barcelona. El acuerdo, negociado entre Atilano S¨¢nchez y Pablo S¨¢nchez, presidente del SPP, pasaba por el ostracismo de los l¨ªderes m¨¢s controvertidos de ambos sindcatos: Modesto Garc¨ªa y Jos¨¦ Villarejo. El primero, excluido de la negociaci¨®n, no acept¨® su resultado; lo que, adem¨¢s de frustrarla, abri¨® una profunda fisura en la USP, que acabar¨ªa rompi¨¦ndose en el congreso extraordinario de enero de 1983. Minoritarios, divididos e infiltrados por la jerarqu¨ªa policial, como sospechaban muchos, un incidente vino a distanciar a este grupo de Felipe Gonz¨¢lez en un momento decisivo.
El 19 de octubre de 1982, mientras Gonz¨¢lez interviene en el hist¨®rico mitin de Anoeta (San Sebasti¨¢n), llega a la USP, procedente de Par¨ªs, el rumor de un inminente golpe de Estado en Espa?a. Los v¨ªnculos familiares de la persona que recibe la informaci¨®n hacen que ¨¦sta se extienda y llegue a la caravana del candidato por dos v¨ªas distintas, lo que le da credibilidad.. Jos¨¦ Luis L¨®pez Esteban, entonces responsable de seguridad del PSOE y, miembro de la USP, intenta que Gonz¨¢lez cambie su programa y se esconda a la espera de acontecimientos. Francisco Arias, polic¨ªa destinado por la brigada de Informaci¨®n a la escolta del l¨ªder socialista, se enfrenta con ¨¦l.
El virtual jefe del Gobierno, consciente del esc¨¢ndalo que producir¨ªa su desaparici¨®n en plena campa?a, reh¨²sa los consejos de Esteban. Cuando se instale en La Moncloa, el responsable de seguridad del PSOE no le acompa?ar¨¢ y ning¨²n miembro de la USP estar¨¢ Cerca de ¨¦l.
Nadie sabe con certeza c¨®mo lleg¨® a conocer el SPP las fichas perdidas por Antonio Plaza, pero su existencia le sirvi¨® como prueba de que los socialistas preparan una "depuraci¨®n". La comida que la direcci¨®n del SPP celebra en septiembre con Carlos Sanju¨¢n, a quien se considera ministro del Interior en la sombra del PSOE, y con Rafael Ballesteros, diputado socialista por M¨¢laga e ¨ªntimo colaborador del anterior, acaba abruptamente cuando los polic¨ªas se levantan de la mesa. "Ven¨ªan con el hacha", afirma uno de estos para justificar el encontronazo.
El enfrentamiento con Sanju¨¢n da pie al SPP para pedir una entrevista con Felipe Gonz¨¢lez, que se celebra en los primeros d¨ªas de noviembre, antes de la formaci¨®n del Gobierno, en la sede socialista de Santa Engracia. A la cita asisten, por el SPP, su l¨ªder, Jos¨¦ Villarejo, y Antonio Y¨¦benes, responsable de asuntos legales.
Seg¨²n algunas versiones, los polic¨ªas vetan el nombramiento de Sanju¨¢n como ministro y amenazan con poner el pa¨ªs patas arriba. Un sindicalista asistente afirma, por el contrario, que lo ¨²nico que se plante¨® al presidente in p¨¦ctore fue "el temor a que se utilizaran criterios pol¨ªticos para nombrar a los mandos policiales".
M¨¢s decisiva, sin embargo, es la intervenci¨®n del ¨²ltimo ministro de Interior de la UCD, Juan Jos¨¦ Ros¨®n, con quien Felipe Gonz¨¢lez almuerza en septiembre en el restaurante El Parrill¨®n de Madrid y con quien se reunir¨¢ en dos ocasiones m¨¢s, el 8 y 12 de noviembre. Ros¨®n le advierte del riesgo de acometer cambios bruscos en Interior, un planteamiento ante el cual Felipe Gonz¨¢lez se muestra receptivo. En su ¨¢nimo pesa el antecedente de la ll? Rep¨²blica, de cuya incapacidad para controlar el orden p¨²blico, evidenciada en la quema de iglesias, se valieron sus adversarios.
El ministro de Interior en funciones le recomienda como sucesor a un socialista de segunda fila, Jos¨¦ Barrionuevo, concejal de seguridad del Ayuntamiento de Madrid, al que Ros¨®n conoce desde hace a?os y con quien ha trabajado cuando ocupaba el Gobierno Civil de la capital. El 18 de noviembre, durante el homenaje que el consistorio madrile?o ofrece a Ros¨®n, ¨¦ste elogia p¨²blicamente a Barrionuevo, cuyo inminente nombramiento es ya un secreto a voces. Hasta tal punto apuestan los socialistas por la continuidad, que Barrionuevo piensa en mantener como director de la Seguridad del Estado a Francisco La¨ªna, y ofrecer a su amigo Rafael Vera, responsable de la Polic¨ªa Municipal madrile?a, el Gobierno Civil de Madrid.
El cambio de opini¨®n de Felipe Gonz¨¢lez desplaza a Sanju¨¢n a la Subsecretar¨ªa de Interior, lo que le convierte en teor¨ªa en el n¨²mero dos del Ministerio. Desde el primer momento, la posici¨®n de Sanju¨¢n en Interior es dif¨ªcil. Su amistad con Alfonso Guerra, flamante vicepresidente, y su relaci¨®n con los polic¨ªas de la USP le convierten, a ojos del ministro, en un elemento desestabilizador en un departamento que pretende f¨¦rreamente jer¨¢rquico. Pese a la desconfianza, Barrionuevo y Vera, reci¨¦n llegados de la pol¨ªtica municipal, no pueden sino apoyarse, siquiera en parte, en Sanju¨¢n y sus sindicalistas para formar su primer equipo.
Es la USP la que propone a Rafael del R¨ªo, jefe superior de Barcelona, como director general de la Polic¨ªa. Su juventud, 41 a?os, su car¨¢cter apol¨ªtico y profesional y el hecho de que haya desarrollado su carrera en la Polic¨ªa Judicial juegan a su favor.El 7 de diciembre, v¨ªspera de la Inmaculada, Vera se re¨²ne, todav¨ªa en su despacho municipal, con Sanju¨¢n, Francisco Mata y Modesto Garc¨ªa y Mariano Baniandr¨¦s, por la USP, entre otros. All¨ª se decide el nombramiento de algunos polic¨ªas afines al TSOE: el propio Mata ser¨¢ jefe de Personal de la Polic¨ªa, mientras que Jes¨²s Merino de la Hoz, el ¨²nico comisario de la USP, se hace cargo de Seguridad Ciudadana, y Lorenzo P¨¦rez Corredera, de la Brigada Exterior.
A Modesto Garc¨ªa se le ofrecen las relaciones con los sindicatos, que rechaza por considerarlas un regalo envenenado; mientras Baniandr¨¦s se convierte en jefe de la Brigada de Interior o Antigolpe. Por poco tiempo. Nada m¨¢s desembarcar en la brigada, levanta acta de la desaparici¨®n de 5.000 expedientes -la inmensa mayor¨ªa nunca apareci¨®-, lo que pone en la picota a Sebasti¨¢n Fern¨¢ndez Dopico, hermano del ex director de la Polic¨ªa. No es ¨¦sa la filosof¨ªa de los nuevos responsables de Interior, que pretenden "pisar los menos callos posibles".
Destituci¨®n de Baniandr¨¦s
En junio de 1983, Barrionuevo destituye a Baniandr¨¦s, despu¨¦s de que ¨¦ste entregara a Javier del Moral, director general de Patrimonio, documentos que prueban la venta ilegal de empresas de Rumasa tras su expropiaci¨®n. Del Moral env¨ªa los documentos a Guerra, quien los muestra a Barrionuevo que, ignorante del asunto, se siente puenteado. En el entorno del ministro se acusa a Baniandr¨¦s de haber ca¨ªdo en manos de su n¨²mero dos, Juan Jos¨¦ Medina, que en septiembre ser¨¢ detenido por supuesta sustracci¨®n de documentos de la brigada, en una oscura operaci¨®n de la que saldr¨¢ absuelto en abril de 1989.
Con el cese de Baniandr¨¦s se agudiza el aislamiento de Sanju¨¢n, cuyas discrepancias con el resto del equipo se evidencian en la huelga policial de mayo. En junio presenta su dimisi¨®n, pero no se le acepta hasta febrero del 84, cuando deja el ministerio con la excusa de la ley de incompatibilidades.
Con ¨¦l se van Enrique Linde, director de Pol¨ªtica Interior, y Juan Javier Valero, subdirector de Personal. Jes¨²s Merino, que en julio hab¨ªa pasado a la Secretar¨ªa General de la Polic¨ªa, y P¨¦rez Corredera, que le hab¨ªa sustituido como comisario de Seguridad Ciudadana, tambi¨¦n son relevados. A poco m¨¢s de un a?o de las elecciones, todos los polic¨ªas del PSOE han sido barridos de puestos de responsabilidad.
En la reuni¨®n celebrada en el despacho de Vera se decide que J. Mart¨ªnez, el del Norte, sea el comisario general de Informaci¨®n. Manuel Ballesteros, anterior responsable de la lucha antiterrorista, no puede continuar tras haberse enfrentado p¨²blicamente al PSOE, mientras que su mano derecha, Joaqu¨ªn Domingo Martorell, se marcha con ¨¦l y acaba como jefe de seguridad de Julio Iglesias.
Los miembros de la USP entienden que J. Mart¨ªnez es Julio Mart¨ªnez, comisario de Zum¨¢rraga (Vizcaya), pero el nombramiento recaer¨¢ en Jes¨²s Mart¨ªnez Torres, jefe de informaci¨®n de Zaragoza, responsable bajo el franquismo de perseguir a los comunistas aragoneses, que ser¨¢ acusado de torturas por varios antiguos detenidos.
Nunca se sabr¨¢ si la designaci¨®n de Mart¨ªnez Torres fue fruto de la confusi¨®n. Parece poco probable, ya que Del R¨ªo colabor¨® con ¨¦l en el Pa¨ªs Vasco a principios de los ochenta. No es Mart¨ªnez Torres el ¨²nico polic¨ªa procedente de la brigada pol¨ªtico-social franquista que asciende con el PSOE.
Jos¨¦ Mar¨ªa Escudero, que trabaj¨® a las ¨®rdenes del comisario Conesa, es el nuevo jefe de la Brigada Central de Informaci¨®n, por decisi¨®n de Del R¨ªo, de quien fue responsable de Informaci¨®n en Barcelona. Antonio Garrido, jefe superior de Madrid, asisti¨® al congreso socialista de Suresnes, pero no como delegado, sino como infiltrado de la polic¨ªa pol¨ªtica.
Tambi¨¦n corresponde a Del R¨ªo la designaci¨®n de Francisco ?lvarez, hoy encarcelado por el caso GAL, como jefe superior de Bilbao y responsable del Mando ?nico, para la Lucha Contraterrorista (MULA). ?lvarez era jefe del grupo antiatracos de Barcelona, donde gan¨® prestigio con su sorprendente eficacia, aunque ahora se le reprochen sus "m¨¦todos demasiado expeditivos". Entonces, "nadie preguntaba c¨®mo se obten¨ªan los resultados", dice un ex compa?ero.
Tras el asalto al Banco Central de Barcelona, en mayo de 1981, un pol¨ªtico moderado como Herrero de Mi?¨®n, entonces en la UCD, lleg¨® a declarar: "Lo ¨²nico que lamento es que no hayan muerto todos los asaltantes". Jes¨²s Guti¨¦rrez Arg¨¹elles, hombre de confianza de Alvarez, que le encomend¨® el secuestro frustrado de Larretxea, acabar¨ªa condenado a dos a?os de c¨¢rcel por la muerte de un atracador.
En Bilbao, ?lvarez, de 38 anos, que fue guardia civil antes que polic¨ªa, entabl¨® amistad con el nuevo gobernador civil de Vizcaya, Juli¨¢n Sancrist¨®bal, a quien su estrecha relaci¨®n con el l¨ªder de los socialistas vizca¨ªnos, Ricardo Garc¨ªa Damborenea, aup¨® al mando de las Fuerzas de Seguridad del Estado en la provincia con s¨®lo 30 a?os, tras pasar por la alcald¨ªa de Ermua.
A las ¨®rdenes de ?lvarez estaba el jefe de la brigada regional de Informaci¨®n, Miguel Planchuelo, tambi¨¦n en la c¨¢rcel por el caso GAL, cuyo hombre de confianza era Jos¨¦ Amedo. En ese momento, el hom¨®logo de Planchuelo en la Guardia Civil es el capit¨¢n Rafael Masa, acusado repetidamente de implicaci¨®n en la guerra sucia, como jefe del servicio de Informaci¨®n de la comandancia de La Salve.
Cuando Vera llega a la Direcci¨®n de la Seguridad del Estado comprueba que, aunque debe dirigir la lucha antiterrorista, apenas tiene competencia sobre la Guardia Civil, cuyo director, Aramburu Topete, s¨®lo despachaba con su antecesor, Francisco La¨ªna, para que le firmase contratos de obras. Vera intenta hacer efectivo su poder mediante dos instrumentos: el control de los fondos reservados y la creaci¨®n de un gabinete con cuatro divisiones, dirigidas por dos polic¨ªas y dos guardias civiles.
La Guardia Civil
El jefe de la divisi¨®n de Informaci¨®n y Operaciones Especiales es el comandante Guillermo Ostos, hasta entonces ayudante de Aramburu. Ostos debe coordinar se con Mart¨ªnez Torres y con el entonces coronel Andr¨¦s Cassinello, responsable del Servicio de Informaci¨®n de la Guardia Civil, que en 1985 calific¨® de "campana imaginativa y con ¨¦xito" la actuaci¨®n de los GAL.
En octubre de 1983, un antiguo conocido de Cassinello, el teniente general Jos¨¦ Antonio S¨¢enz de Santamar¨ªa, inspector de la Polic¨ªa Nacional hasta abril de 1982 y delegado especial del Gobierno para el Pa¨ªs Vasco en 1980, se hace cargo de la direcci¨®n de la Guardia Civil. Para acabar con ETA, dir¨¢ en 1984, las Fuerzas de Seguridad deben emplear "todas las medidas que est¨¦n a su alcance y algunas que incluso no lo est¨¦n".
Son ?lvarez y Sancrist¨®bal quienes, con permiso de Vera y Barrionuevo, organizan el secuestro frustrado de Larretxea, la ¨²nica operaci¨®n de guerra sucia asumida por el Interior. Es octubre de 1983. Durante el a?o que llevan los socialistas en el poder, ETA ha cometido tres decenas de asesinatos; as¨ª como los secuestros de Saturnino Orbegozo, Miguel Ignacio Echevarr¨ªa, Jes¨²s Guibert, Diego Prado y Col¨®n de Carvajal y el capit¨¢n Mart¨ªn Barrios.
Frente a la escalada terrorista, los responsables de la seguridad se encuentran impotentes y s¨®lo pueden esgrimir ¨¦xitos parciales, la mayor¨ªa atribuibles a la Guardia Civil, como el afortunado rescate de Orbegozo. En el Pa¨ªs Vasco, los polic¨ªas apenas pueden hacer algo m¨¢s que defenderse a s¨ª mismos; mientras a pocos kil¨®metros, en Francia, los etarras se organizan, adiestran, preparan atentados y cobran el impuesto revolucionario con total impunidad. "?Hagan ustedes algo!", le gritan a Barrionuevo en Basauri (Vizcaya), durante el funeral, los familiares de dos polic¨ªas y una maestra asesinados por ETA el 5 de mayo de 1983.
La 'desarticulaci¨®n' de los GAL
"Las actividades violentas atribuidas a grupos armados anti-ETA se realizaron entre 1975 y 1986. Se iniciaron, pues, antes de nuestra llegada al Gobierno y fue, precisamente, con este gobierno con el que acabaron", afirm¨® el pasado mi¨¦rcoles Felipe Gonz¨¢lez, durante el debate sobre el estado de la Naci¨®n. En febrero de 1986 se produjo el ¨²ltimo atentado de los GAL, si se excluye el asesinato de Garc¨ªa Goena, en julio de 1987, que se considera una acci¨®n aislada.?Qu¨¦ sucedi¨® en 1986? La Polic¨ªa detuvo en Barcelona a cuatro ultras acusados del asesinato en Hendaya de Caplanne. El jefe del comando, Ismael Miquel, confidente policial, huy¨® a Tailandia, donde cumple condena perpetua por narcotr¨¢fico. En Francia, la derecha gan¨® las elecciones en marzo y comenz¨® la entrega masiva de etarras.
En octubre de ese a?o se produjo un seismo en Interior. El d¨ªa 24 fueron destituidos el director de la Seguridad del Estado, Juli¨¢n Sancrist¨®bal, que hab¨ªa llegado al cargo en febrero de 1984, desplazando a Vera a la subsecretar¨ªa, y Rafael del R¨ªo, a quien sustituy¨® Jos¨¦ Mar¨ªa Rodr¨ªguez Colorado. Luis Rold¨¢n dej¨® la delegaci¨®n del Gobierno, en Navarra para relevar al frente de la Guardia Civil al general Saenz de Santa Mar¨ªa, que sucedi¨® a Topete en octubre de 1983.
Con Sancrist¨®bal se marchan Francisco ?lvarez, quien en 1984 dej¨® la jefatura superior de Bilbao para convertirse en jefe de la divisi¨®n de Informaci¨®n y Operaciones Especiales, y el responsable de la brigada central de Informaci¨®n, Jos¨¦ Mar¨ªa Escudero. Tambi¨¦n se va el comandante Masa, que ?lvarez se trajo de Bilbao a Madrid.
Una semana antes, fue destituido el general Andr¨¦s Cassinello, entonces jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, a raiz de un pol¨¦mico art¨ªculo en Abc. Cassinello colaboraba con Santa Mar¨ªa desde 1980, cuando el segundo era delegado especial del Gobierno para el Pa¨ªs Vasco.
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